La columna de Fernando Tapia: “Llegó la hora de decir adiós”
En su columna de opinión para Pauta, Fernando Tapia reflexiona sobre la sanción de la CMF al mandamás de Azul Azul. “Si Clark realmente ama los colores del club que públicamente encabeza, ha llegado el momento de dar un paso al costado”, dice.
Sólo el tiempo dirá cuánto más habrá que esperar. Pero todo indica que la era de Michael Clark en Azul Azul tiene fecha de vencimiento. La potente e histórica resolución de la Comisión del Mercado Financiero (CMF) en el marco del Caso Sartor AGF, y que involucra al presidente del Club Deportivo Universidad de Chile, lo sanciona con cinco años de suspensión en cualquier directorio o cargo de alta responsabilidad en las entidades que son fiscalizadas por el ente regulador, entre las cuales está, por cierto, la concesionaria que administra la institución deportiva.
Se suma además una millonaria multa, equivalente a US$ 2.5 millones. Esto corresponde a casi la mitad del dinero que el dirigente pagó para hacerse del control total de Azul Azul el año pasado, justo después que estalló el caso, en una operación también cuestionada por la CMF y por los accionistas minoritarios, quienes presentaron acciones judiciales para dejar sin efecto una intervención que calificaron como ilegal y muy poco transparente.
Es importante poner ojo a los argumentos de la entidad fiscalizadora. La CMF señala expresamente que las sanciones a todos los directores de Sartor AGF, entre los cuales está el presidente de Azul Azul, se deben a infracciones graves y reiteradas, incluyendo la utilización de los fondos de los inversionistas para otorgar créditos a sociedades relacionadas a los propios controladores de Sartor. Por eso bien vale la pena reiterar una pregunta que hasta ahora Michael Clark no ha querido responder: ¿De dónde sacó el dinero para hacerse del control de Azul Azul?
Como era de esperarse el dirigente calificó de injusta la resolución de la CMF, y dijo que apelará a las sanciones en todas las instancias, incluyendo las judiciales. Pero como dice el dicho, cuando el río suena es porque piedras trae.
El ente que fiscaliza el mercado financiero lleva más de un año acumulando pruebas hasta llegar a este punto, el de la aplicación de multas multimillonarias, de las más altas de la historia, si se suman a todos los directores y altos ejecutivos mencionados en la investigación. Michael Clark está en todo su derecho de apelar hasta el último recurso, pero hasta ahora sus abogados y los de Sartor AGF acumulan sólo derrotas en el afán de revertir la intervención de la CMF.
Lo que no se puede negar es el inmenso daño reputacional para la Universidad de Chile, el alma mater, la casa de estudios, que ha entregado en concesión su nombre y símbolos a Azul Azul a cambio de un royalty y, especialmente, el compromiso del respeto y resguardo de los valores que representa una de las instituciones más importantes del país.
Está claro que esto último no se cumple, por lo que también valdría la pena conocer la opinión de la rectora Rosa Devés, máxima autoridad de la Universidad, que en más de una oportunidad ha amenazado con poner fin a la concesión a propósito de este escándalo, además de las legítimas dudas que existen respecto de quién o quiénes son los verdaderos controladores del club (otro tema que ha perseguido la administración de Clark).
La rica historia deportiva de la institución universitaria, sus millones de hinchas, reclaman hoy máxima transparencia y responsabilidad. Si Clark realmente ama los colores del club que públicamente encabeza, ha llegado el momento de dar un paso al costado y dedicarse a su defensa en este caso y en las otras querellas que también lo acosan. Permanecer en el cargo sólo perjudica al equipo y amenaza con provocar aún más desestabilización institucional. Señor Clark: llegó la hora de decir adiós.