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El Ballet Azul consagra a Carlos Campos en el podio de la historia

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POR Francisca Vargas |

PAUTA conversó con Leonel Sánchez, Sergio Navarro y Raúl Vásquez sobre la estela imborrable que dejó el máximo goleador de los azules en el club.

“Se nos fue ayer. Qué le voy a decir yo”. La voz de Leonel Sánchez suena resignada por lo irreversible y dolida por la ausencia. Y es un retrato del afecto que le tiene uno de los máximos ídolos de Universidad de Chile a un par: Carlos Campos.

El tono de Sánchez es pausado, pero repleto de emoción. Desde los 11 años sus caminos se cruzaron, cuando ambos entraron al club. Y no se separaron más. Ni siquiera Colo Colo pudo quebrantar el vínculo entre dos de los mayores refrentes de la generosa historia azul. Porque el fútbol, para ellos, era más que el fútbol.

“Yo llegué a la U a los 11 años, y se inscribía de 12. Tenía que buscar a alguien que ayudara a inscribirme. Me inscribí a los 11 y de ahí nos pusimos con Carlos Campos en los entrenamientos, nos hicimos grandes amigos, empezamos a jugar juntos en el Ballet Azul y, ya después, fue campeón conmigo en la U”, recuerda en PAUTA el emblema de aquella generación y de la Roja tercera del mundo en 1962.

Si bien el Ballet comenzó a gestarse en 1956, cuando los jugadores formados en casa comenzaban a mostrar credenciales de grandeza, la historia del “Tanque”, comenzó ocho años antes. En 1948 se inició la que sería una relación de más de dos décadas en la cancha, pero que traspasó su etapa en el profesionalismo y se mantuvo hasta el último de sus días.

Esa trayectoria que lo mantuvo durante 21 años con los azules, llegó a separarlo con Sánchez. Colo Colo aparecía en el horizonte, también Ferroviario. Pero nada pudo dañar el vínculo forjado.  “Después de la U estuve en Colo Colo, estuve en Ferroviario con Sergio Navarro. El tema es que uno se junta y sacamos conclusiones de que fuimos grandes compañeros tanto en la U como en otros equipos”.

Cuando llegó la hora de despedirse, Carlos Campos tenía apenas 32 años. La banca comenzaba a ser una opción real. Washington Urrutia muchas veces quiso dejarlo como reserva, pero el entonces entrenador del plantel, Luis Álamos preguntaba ‘¿para qué?’, si cuando el marcador estuviese cuesta arriba la gente comenzaría a gritar “Campos, Campos”.

“Afortunadamente para el Ballet Azul y la U estaba Carlos Campos. En su momento quisieron traer cuatro jugadores extranjeros para reemplazarlo y no pudieron. Entonces, nosotros estamos conformes y felicitamos esté donde esté a Carlos en este momento por su rendimiento, porque a nosotros nos llevó en su momento a lo más alto del fútbol nacional”, rememora Sergio Navarro, histórico lateral izquierdo del equipo laico y capitán de la Roja que obtuvo el tercer lugar en el Mundial de 1962.

Tal como recordó hace algunos años, los médicos del club escribieron un informe, los directivos le preguntaron si se iría del club y el respondió que sí. “Me retiro. ‘¿Quieres el pase?’, ‘¿Para qué? dije yo, dámelo con un papel y lo pongo en un cuadro. Pero yo no voy a jugar en ninguna parte más’, le dije”.

Humildad sin medida

Raúl Vásquez llegó a la Universidad de Chile en 1956 como reserva. Si bien había entrado a la casa de estudios primero, el deseo por jugar fútbol no lo pudo dejar en un costado, y por eso decidió inscribirse para ser parte del desarrollo de jugadores en casa más exitoso del la U.

En ese momento en que comenzaba a formarse el Ballet del campeonato de 1959, llegó el primer acercamiento con Carlos Campos. Fue una relación típica de compañeros de juego, como dice el expuntero izquierdo (banca de Leonel Sánchez), quien estuvo siempre marcada por el carácter “amable, sencillo, respetuoso” del 9.

“En la vida de un futbolista, cuando llegas al profesionalismo, no sabes que te vas a enfrentar a un desafío de alta competición técnica y social, porque te tienes que unir a un grupo que va a tener que jugar de memoria […] Para llegar a eso tiene que haber compañerismo, unión. Yo cuando llego de provincia, muy humilde, timorato, una de las personas que me dio apoyo fue Carlos, porque no trató de ver que yo era humilde, sino que me ayudó a jugar y decir ‘vamos para adelante'”.

Ese carácter fue uno de los sellos distintivos del ídolo azul. Con una sonrisa en su cara, siempre estaba dispuesto para conversar, para acoger y dar cuenta de sus experiencias dentro de una cancha. Él no se consideraba un ídolo: siempre dijo “no creo”, pero quienes lo conocieron, siempre pensaron que estaba equivocado.

Carlos vs el Tanque

En la cancha era otro. Fuera de ella, palabras bonitas, afecto y una sonrisa. Pitazo inicial y todo desaparecía de nuevo. Era un jugador con un físico imponente, el cual luchaba por mantener y no aumentar de peso, de cabezazo duro y con desplazamiento de choque.

Ahí sí que aparecía la garra, las ganas de jugar, de hacer las cosas bien, de hacer goles. Era otro Carlos: duro, firme, iba a todos los choques. El centrodelantero en cualquier área de la cancha se enfrenta a muchos defensores que le vana meter las piernas, el codo, y él tenía una corporalidad que enfrentaba a todos. Era el Carlos Campos futbolista de primera”, destaca Vásquez.

Esa calidad lo llevó a marcar en 199 ocasiones para convertirse en el máximo artillero histórico de la U. Pero no solo eso: los récords de máximo anotador en los clásicos universitarios (14) y en los clásicos con Colo Colo (16) -junto con Esteban Paredes– también le pertenecen. Además, fue goleador en tres campeonatos: 1961 (campeón la UC) y 1962 y 1967, con la U.  

¿Se podría entender la Universidad de Chile sin la figura de Carlos Campos?

“No, por supuesto que no. Porque así como él fue un jugador emblemático, casi destinado a la U junto con Leonel y Sergio Navarro, uno no entendería si ellos no hubieran estado. Son jugadores que le dieron el tono, la forma, el espíritu que se generó en ese Ballet”, asegura el expuntero izquierdo del equipo.

“Con Carlos nos conocimos cuando yo entré a la U. Él ya estaba en la U, fuimos amigos, compañeros y compadres durante 70 años […] En ese equipo éramos todos amigos, yo con Leonel, Carlos Campos, (Luis) ‘Fifo’ Eyzaguirre, somos muy amigos de toda la vida”, complementa Navarro, otro pedazo de la historia de la U..

¿Su lugar en la historia? El podio azul, ya sea en el primer o en el segundo lugar, coinciden los históricos de Universidad de Chile.

El recuerdo de Johnny

Jugaron en el club con casi 40 años de diferencia, pero con la misma pasión por esa camiseta. Y ambos están marcados a fuego para los hinchas azules. 

“Su máximo amor, como nos contaba a los cercanos, era la U. Es una historia en el futbol única, porque no se si existe otro jugador con tamaño currículum y que haya hecho lo que él hizo: defender un club, el club que amaba”, comenta Johnny Herrera. Él prefiere llamarlo Don Carlos.

Pese a su diferencia generacional, el actual arquero de Everton fue relativamente cercano al Tanque. “Por curiosidades de la vida, él era vecino de un buen amigo mío en Ñuñoa. Entonces lo conocí antes de que yo volviera a la U en 2011, y siempre mi amigo me hablaba de él como un ídolo de verdad. Lo comparaba mucho con los actuales […] Pero me decía que todos eran realmente nada en comparación con él. Y cuando lo conocí, cuando conocí su historia, claramente tenía mucha razón”, asegura el multicampeón con los laicos.

Para él, Campos está en lo más grande de la historia de Universidad de Chile. “Siempre se van a quedar cortos los homenajes para personas como él, por todo lo que le dio al club y por todo lo que significó con él. Entonces, cualquier cosa que se haga, por lo menos para mí, va a ser poco”.