Economía

Las certezas que guían al ministro de Ciencias

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Ministro de Ciencias, Andrés Couve. Crédito: CEP
POR Marcela Gómez |

El biólogo Andrés Couve opta por “entender bien antes de meterle mano” a un proceso de producción de conocimiento que exhibe muchos logros, pero que necesita dar un salto y modernizar sus políticas.

Antes de asumir su nuevo cargo, Andrés Couve se presentaba como un biólogo que trabajaba en un laboratorio y que estudiaba los axones. Tras ser nombrado en diciembre de 2018 como el primer ministro de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación de Chile, su tarea ahora está en un laboratorio más grande que abarca todos esos ámbitos y su foco parece seguir en las conexiones y señales.

Así, al menos, lo mostró en un seminario que realizó el Centro de Estudios Públicos (CEP) destinado a analizar cómo Chile se está adentrando en la economía del conocimiento. Al cientifico no le son ajenos estos espacios de refexión, donde fue invitado frecuente durante sus años de director del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica. Pero una cosa es exponer una visión fruto de la experiencia profesional y otra muy distinta es presentar la hoja de ruta de un Ministerio que se está levantando, cuyo foco y prioridades despiertan inquietud.

El ministro Couve partió con un tema práctico: reconoció que ante la extensión del nombre de la cartera han optado por decir simplemente “Ministerio de Ciencias”, lo que no implica para nada omitir las demás dimensiones. Y equiparó sus primeros pasos con la llegada de un nuevo integrante a una familia: no se sabe cómo va a interactuar con los demás. Pero admitió que ha habido una “tensión positiva” con el resto de las carteras y aseguró que con el Ministerio de Economía “somos aliados”.

Apropiarse del conocimiento

No partimos de cero. Durante 40 años Chile ha tenido políticas para promover la investigación científica, incluyendo en las últimas décadas a más de 50 centros de excelencia que promueven investigación asociativa, dijo Couve. Con el nuevo ministerio se busca avanzar en dos ámbitos: “que comprendamos lo que estamos financiando y generando”; y luego que utilicemos “ese conocimiento para responder preguntas fundamentales que se acerquen a las necesidades del país”.

Planteó que el principal problema es que los distintos actores (investigadores, empresas, universidades, centros, entre otros) no se relacionan entre sí y se requiere articularlos para avanzar hacia un verdadero ecosistema. Para eso, se trabaja para mapear y comprender bien cómo funciona cada actor y sus interacciones. “Entonces tenemos que entender esto bien antes de meterle mano, antes de empezar a proponer medidas”, afirmó.

 

Pero, claro, eso no detiene la urgencia de las definiciones. Un ejemplo: el conocimiento que genera la investigacion financiada con fondos públicos es relevante, pero ¿se lo está apropiando el país? El representante de la International Trademark Association (INTA), José Luis Londoño, advirtió que en América Latina existe el riesgo de “fuga de conocimiento porque los avances no se patentan, entonces quedan libres, lo que abre la oportunidad para que se mejoren afuera y se obtengan patentes”. Admitió que en ello inciden los altos costos de proteger la propiedad intelectual (PI) a nivel mundial.

El exdirector del Instituto Nacional de Propiedad Industrial (InapiMaximiliano Santa Cruz agregó que, corrigiendo por población, Chile es el mayor solicitante de patentes en la región y su institucionalidad de PI se ha ido fortaleciendo. Pero criticó que no se exija patentamiento en los resultados de los programas con financiamiento estatal: “Hay más de 70 programas, pero con normas distintas; unos lo alientan, otros no, y el resultado es que lo que pertenece a todos, es de nadie. Necesitamos que la ley de transferencia tecnológica inste a apropiarse de ese conocimiento que es pagado por todos los contribuyentes”, comentó, aludiendo al proyecto en preparación por los ministerios de Economía y de Ciencias, que vendría a solucionar un problema no resuelto en la ley que creó esta última cartera.

Recursos, pero ¿para qué?

El ítem “recursos” ha sido levantado como la gran bandera de los científicos en los últimos años, incluso motivando manifestaciones callejeras. En el seminario, el jefe de la unidad de Economía del Futuro del Ministerio de Economía, Julio Pertuzé, fue el primero en citar el número emblema en materia de ciencia: 0,36% del PIB. Se trata del gasto total en investigación y desarrollo (I+D) en 2017, la cifra más reciente levantada por esa cartera y que además llegó a su menor nivel respecto de los cinco años previos.

El experto explicó que la baja responde a un menor inversión del sector privado, que respondería a que falta de interés, aunque también dijo que es natural que en periodos de menor dinamismo económico los recursos se prioricen a otras áreas. Pero destacó que si bien Chile tiene un atractivo incentivo tributario a la inversión en I+D, “no todas las empresas lo conocen y menos lo usan”. Por ello Economía y Ciencias trabajan en reformas a la ley que reglamenta cómo se utiliza este incentivo, para ampliar su uso y reducir trabas burocráticas que podrían limitar el acceso.

Lámina incluida en la Encuesta sobre gasto y personal en I+D 2017, Ministerio de Economía (resultados preliminares).

A la hora de hablar de recursos, Andrés Couve fue frontal: “Levoy a proponer que evitemos hablar del 0,36% del PIB”, dijo. Señaló que en ese tema “estamos hace 40 años pegándonos contra la pared”.

Añadió que, como científico, le parece obvio que si un experimento no resulta un par de veces, hay que cambiarlo. “Creo que esa aproximación al tema es una mala idea. Empecemos a hablar de hacia dónde queremos ir, cuáles son nuestros planes y apuestas, dónde vamos a poner nuestros recursos. Antes de decir que necesitamos recursos, veamos para qué los necesitamos”. Y en esto, adelantó que “no hay bala de plata”, sino más bien apuntar a una batería de instrumentos con efectos medibles.

Agregar valor

Otra definición del ministro Couve apunta aprovechar el potencial de la geografía y recursos naturales. “Tenemos instalada en el norte el 70% de la capacidad telescópica mundial. Ahora tenemos que ver cómo hacemos para que más chilenos hagan investigación en astronomía; más ingenieros participen en la construcción de instrumentos y apliquen esa ingeniería después a la minería, que está en la misma región; para que más emprendedores locales usen esto para hacer astroturismo”, afirmó.

En el seminario sobre economía del conocimiento (de izq. a der.) José Luis Londoño (INTA); el ministro Andrés Couve; la investigadora del CEP Isabel Aninat; Julio Pertuzé (Ministerio de Economía) y Maximiliano Santa Cruz, exdirector de Inapi. Crédito: CEP

La idea, argumentó, es generar polos tecnológicos alrededor de aquellas áreas donde se genera conocimiento (astronomía, sismología, minería, cambio climático, por ejemplo), usar esta fuente para desarrollar ciencia de datos y convertir al país en líderes mundiales en esas áreas. Advirtió que esto no se limita a los laboratorios naturales, porque “otra área en que se puede agregar valor es en la interacción con las Fuerzas Armadas, que tienen grandes capacidades tecnológicas”.

“Eso es agregar valor a las ventajas comparativas de nuestros laboratorios naturales. Eso es economía del conocimiento, creo yo, que incorpora patentamiento pero mucho más. Es crear industria, actividad”, afirmó. Un paso, dijo, es la partida del Data Observatory, un esfuerzo que busca procesar grandes volúmenes de datos con una mirada centrada en cómo aprovecharlos para la ciencia, la tecnología y la economía.

Lo imprescindible

Para llevar adelante todo este esfuerzo, mencionó algunos factores indispensables. “Me encanta el Bristish Antartic Survey, que dice: ‘Excelencia en ciencia e innovación en todo lo que hacemos’ [respiró hondo]. A eso tenemos que aspirar”. A renglón seguido, un requisito más concreto: “Una economía del conocimiento no va a ser posible si más mujeres no entran a carreras científicas, porque una sociedad del conocimiento es un mundo globalizado que tiene como centro la equidad de género”, enfatizó.

Además, dijo que las buenas políticas requieren persistencia. “Necesitamos constancia, tenemos que tener políticas continuas. Una cosa que nos ha faltado es que hemos sido erráticos”, admitió.

Citó una misión que estima fundamental para el Ministerio de Ciencias. “Una sociedad del conocimiento no se puede basar solo en lo que hoy somos capaces de priorizar. Una de nuestras prioridades es estar pendiente de lo que viene, que no sabemos qué es. Tenemos que tener un sistema que permita un espacio amplio para aquellos que exploran libremente, para aquello que no somos capaces de ver hoy y que va a ser relevante en el futuro”, reflexionó.