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El plan del antes, durante y después de la caída de Nicolás Maduro

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Bloomberg
POR Eduardo Olivares |

La oposición hasta ahora ha fracasado en su objetivo de derrocar el régimen. El diseño incluye una junta de gobierno, pero hay otro plan en marcha: la posterior reconstrucción.

Todo está delineado para las horas que sigan a la caída de Nicolás Maduro. Hay un plan, dicen entusiastas, a veces con evidente idealización, sus promotores. 

El plan de salida existe y ha sido puesto a prueba al menos dos veces. La primera, en el llamado 23F (23 de febrero), cuando el presidente de la Asamblea Nacional y erigido como mandatario “encargado” de Venezuela, Juan Guaidó, convocó a otros jefes de Estado a la ciudad colombiana de Cúcuta para forzar el ingreso de ayuda humanitaria a su país. Sebastián Piñera e Iván Duque asumieron la apuesta de la compañía, que terminó con más humo que frutos.

El segundo hito sorprendió al continente durante la mañana del 30 de abril. Esa madrugada, un grupo de funcionarios rebeldes permitió la liberación del líder opositor Leopoldo López de su arresto domiciliario. El dirigente apareció entonces en cuanta imagen fue posible al lado de Guaidó, anunciado el inicio del fin de la “usurpación”. Las horas transcurrieron y el fin no apareció por ninguna parte. 

Juan Guaidó y Leopoldo López el 30 de abril de 2019. Créditos: Bloomberg

Pero planes hay.

El antes para la caída de Maduro

“Mucha gente puede decir que el 23F fue un fracaso si lo vemos en blanco y negro. Qué es blanco y negro: blanco si hubiera caído la dictadura, y negro probablemente lo que sucedió”, admite el diputado de Primero Justicia José Manuel Olivares. En conversación con PAUTA, el parlamentario opositor -quien ejerce su función en el autoexilio en Bogotá, Colombia-, plantea que el 23F y el 30 de abril fueron hitos de una cadena extensa. “Lo que ocurrió ese día es parte de un proceso. Lo que no terminó ese día sigue avanzando. Es un proceso que hoy dirige Juan Guaidó y comenzó cuando ganamos la Asamblea Nacional”, recuerda. “Es un gran proceso indetenible, en donde esta noche hay una solución, mañana hay una solución, en una semana, en dos meses hay una solución”, dice cuidadoso pero convencido.

El plan consiste en persuadir a los militares que hagan falta. “Existe la percepción de que los políticos en Venezuela no conocemos a los militares, pero eso no es correcto”, comenta el diputado Ángel Alvarado, también de Primero Justicia. Olivares y Alvarado visitaron Chile para reunirse con autoridades y líderes de opinión, en el marco de otro de los planes en marcha: la difusión de la causa opositora al régimen de Maduro.

Alvarado y Olivares repiten que el “80%” de las Fuerzas Armadas está contra la usurpación. Resulta difícil saber cómo se llega a ese número, que también lo ha dicho Guaidó ante diversas instancias.

Con ese supuesto, el plan consiste en atraer a una cantidad suficiente de altos mandos militares hacia un pacto con la oposición. Según el diputado Olivares, de hecho eso mismo ocurrió el 30 de abril: asegura que la mitad de quienes aparecieron esa noche rodeando a Maduro en su conferencia de prensa estaban involucrados en la conspiración para derrocarlo.

En la noche del 30 de abril, Nicolás Maduro ofreció la primera transmisión de una conferencia de prensa. A la derecha del mandatario de facto aparece Diosdado Cabello, y a su izquierda, Vladimir Padrino López. Créditos: Facebook de Nicolás Maduro

John Bolton, el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, dijo durante el mismo 30 de abril que había tres hombres que estaban comprometidos a la salida de Maduro: el poderoso ministro de Defensa, general Vladimir Padrino López; el presidente de la Corte Suprema, Maikel Moreno, y el director de la Contrainteligencia Militar, Iván Hernández

Elliott Abrams, el delegado de Donald Trump para el caso venezolano, habló ese mismo día apuntando a los mismos personeros. Según dijo, esas conversaciones ocurrieron entre los propios venezolanos, sin intervención norteamericana.

“La mitad del alto mando militar estaba en la conspiración del 30 de abril. El Tribunal Supremo de Justicia estaba en lo que pasó el 30 de abril”, dice el diputado José Manuel Olivares. “Porque era una transición pacífica. Era una transición sin un disparo. Era simplemente hacer justicia, no reconocer a la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente; era devolver las competencias a la Asamblea Nacional. Era acabar con la usurpación de Nicolás Maduro y establecer una junta de gobierno donde incluso iban a estar personeros del gobierno; incluso Vladimir Padrino López iba a estar en esa junta de gobierno”, cuenta Olivares en Entrevista en PAUTA.

Uno de los primeros pasos dados apuntó a la intervención del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) -la policía secreta del chavismo-, que fue de los pocos movimientos que tuvo éxito en al menos una de sus acciones.

El día de la sublevación, el general Manuel Figueroa, director del Sebin, se pasó al bando contrario a Maduro y fue determinante en la liberación de Leopoldo López. Cuando se sintió más seguro, al cabo de ese mismo día, Maduro removió a Figueroa y repuso en su lugar al general Gustavo González López, a quien había depuesto el año pasado tras la muerte del concejal opositor Fernando Albán.

“El Sebin es una policía política que hace seis meses asesinó al concejal Fernando Albán lanzándolo del piso 10”, dice el diputado Olivares.

Tras el fracaso del 30 de abril, el Sebin volvió a su costumbre y encarceló al vicepresidente de la Asamblea Nacional, Edgar Zambrano

Maduro diría después que el responsable del 30 de abril fue Figueroa. “Él fue el que articuló la intriga, la mentira y armó el cuento de que él contaba con los honorables y muy patriotas general Padrino, Maikel Moreno e Hernández Dala“, comentó el 10 de mayo. Aseguró que él mismo sabía de estos planes con una semana de anticipación.

Sin una planificación que comprometa efectivamente al alto mando de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), resulta compleja -como la realidad lo ha demostrado ya varias veces- la salida de Maduro. 

El durante (o mientras tanto)

Si el proceso concluyera con la salida de Maduro, tendría que haber un “durante”. De ese durante o entremedio solo se hablará con posterioridad. Pero si estuviera ocurriendo ahora, tendría que incluir no solo los fallidos intentos de derrocamiento, sino también las movilizaciones sociales (algunas masivas, otras débiles), las giras de los dirigentes opositores dentro y fuera de Venezuela, las acciones simbólicas de actos organizados para desmoronar la legitimidad del régimen y, sobre todo, los serios preparativos para un desembarco gubernamental.

Guaidó, por ejemplo, realiza permanentes convocatorias en distintas ciudades. Viaja por el país, se sube a autobuses y transmite todas sus actividades por redes sociales.

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Cada vez que el mundo entero y la opinión internacional vea imágenes como estas, deben saber que a esto es a lo que le teme la dictadura y por eso nos persiguen: a ver al Pueblo en la calle, lleno de esperanza y decidido a rescatar la Democracia y conquistar su Libertad, acompañando a un liderazgo democrático. – Durante el recorrido que hicimos por el Barrio San José, en el famoso Cerro Los Cachos, que corrresponde al circuito donde he salido dos veces electo Diputado, las familias que salieron a acompañarnos nos manifestaron su apoyo, nos echaron bendiciones y nos dieron fuerzas, haciéndonos saber que ahí, en los sectores que han sido más golpeados por la dictadura, confían en nosotros y quieren ver concretado el cese de la usurpación. – Y esta es la razón por la cual el dictador y sus cómplices nos persiguen, secuestran e intentan detenernos: porque no pueden poner un pie en un barrio a menos que estén protegidos por delincuentes a sueldo. – Se quedaron sin Pueblo y siguen escondidos en Miraflores, tratando de no pensar en que nuestro mensaje ya llegó a los cuarteles y que cada vez tendrán menos espacio para esconderse de la justicia. Y que sepa el dictador que dentro de sus filas el cambio ya se dio y que poco a poco se les irá poniendo en evidencia.

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En ese contexto, la Asamblea Nacional organizó distintos seminarios para la difusión del Plan País el 24 de mayo. Algunos en Chile, como el que trajo a los diputados Alvarado y Olivares a Santiago, y sobre todo uno en Caracas, en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) y encabezado por Guaidó.

En Caracas hubo expositores internacionales, entre ellos los chilenos Genaro Arriagada e Ignacio Walker, quienes hablaron acerca de la transición chilena a la democracia y de cómo esos procesos requieren de presión social y también de negociaciones.

De hecho, como parte de estas negociaciones se instaló la oferta de Noruega para intermediar. El propio Maduro, siguiendo una constante de arrimarse a todo “diálogo” que le permita extender el statu quo, agradeció la propuesta y envió a su propia comitiva.

Sin embargo, los diálogos en Oslo no son nuevos, reconocen Alvarado y Olivares. “La única diferencia es que ahora fueron filtrados”, comentan.

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Una de las tareas de más largo plazo la tiene el economista Ricardo Hausmann, designado por Guaidó como su representante ante el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). La entidad multilateral no solo reconoció en marzo al académico como gobernador del BID para Venezuela, sino que además le ha concedido algunos proyectos.

“He negociado con el BID para que nos ayude con estudios de cooperación técnica internacional en estabilizar la macroeconomía, para que se acabe la hiperinflación y el desempleo; en alimentar el país con aumento no solamente de comida importada, sino de pesticidas y fertilizantes y agroquímicos para que podamos producir nuestra propia comida; aumento de las materias primas para repuestos de automóviles, autobuses, camiones y demases que tienen al sector transportes parado; para recuperar la educación, la salud, la electricidad, agua. Todo eso son las cosas que tenemos que hacer con prioridad”, enumeró Hausmann en una entrevista con TVVenezuela el 24 de mayo.

El después de la caída de Maduro

“Supongamos que se acaba Maduro y la economía se pone a crecer al 10% por año. La pregunta es: ¿cuánto habrá durado esta crisis? Esta crisis habrá durado 16 años”, calculó Hausmann en una visita a mediados de mayo en la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile. “Esto es más que la Primera Guerra Mundial, más que la Segunda Guerra Mundial en Alemania. Esto es una crisis de una magnitud espeluznante”, agregó.

La planificación de corto, mediano y largo plazo parece muy avanzada para hacerse cargo de esa recuperación tan cuesta arriba. La presentación del Plan País partió a fines de enero en la propia Asamblea Nacional (aquí puede obtener una copia del plan).

Parte de la reconstrucción debe provenir del aporte de los venezolanos en el extranjero. Es la diáspora. Le tienen hasta ese nombre a la repartición pública que esperan crear: el “Ministerio de la Diáspora”, cuyo “Programa Vuelve a Casa” buscará ordenar el retorno de sus compatriotas. Proyectan que muchos volverán para recomponer el capital humano perdido, muchos otros solo proporcionarán capital físico, y habrá quienes no volverán pero al menos mantendrán la conexión cultural. 

El diputado Alvarado cuenta que se trata de un plan dividido en fases: primero vienen las “90 horas”, que incluye la toma del poder y determinar, por ejemplo, cuál es el estado real de las plantas de energía eléctrica en todo el país. A continuación viene la fase de “90 días”, que abordará una campaña intensa de abastecimiento a la población de sus necesidades básicas de alimentos y medicinas. Tras ello comenzarán las “90 semanas”, que apuntan a la “estabilización”. Después de eso, esperan los autores del Plan País, debería iniciarse la “normalización”.

Serán dos o tres años, calculan ahora. No podría ser más rápido, dadas las condiciones de deterioro del aparato estatal y de la propia sociedad; pero tampoco puede tardar mucho más.

Una de las primeras tareas será la renegociación de la abultada deuda externa de Venezuela (sobre todo a través de la petrolera estatal Pdvsa), que entre las líneas multilaterales y aquellas específicas con acreedores como Rusia y China suma más de US$ 180 mil millones. 

El 20 de mayo el equipo de Guaidó anunció que el reconocido abogado Lee Buchheit aceptó “asesorar en la preparación de la reestructuración de la deuda pública“. Buchheit hará su trabajo ad honorem y lo precede su fama de exitoso renegociador de Grecia e Irak, entre otros.

De acuerdo con el informe de diciembre de 2018 del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la UCAB, la relación entre deuda externa y nivel de exportaciones era de 115,6% en 2012 (es decir, el nivel de obligaciones superaba al de envíos al exterior en casi 16%). Ese volumen se ha multiplicado. “El incremento en esta relación se explica no solo por la capitalización de los intereses no pagados y el capital vencido, sino también por la caída en el valor de las exportaciones petroleras. De continuar el default en la deuda del sector público, el stock de deuda con respecto a las exportaciones podría llegar a estar cercano al 1.000%”, resume el informe.

El diputado Alvarado, quien es economista, dice que Venezuela necesitará algo parecido al Plan Marshall: unos US$ 100 mil millones en tres años, que se financien a través del BID y otros organismos multilaterales en forma de préstamos y también de donaciones. 

Parte de los dineros se destinarán a la recuperación de la industria petrolera, así como a privatizaciones. “Venezuela seguirá siendo un país petrolero, pero no dependiente del petróleo”, avizora. 

Otro desafío es cambiar la mentalidad de la sociedad venezolana, que durante gran parte de su historia moderna se acostumbró a un Estado generoso. Eso no es obra del fallecido Hugo Chávez, por más que durante su gestión aquello se haya profundizado. 

Por ejemplo, de las medidas incluidas en el Plan País apunta a “desmontar el sistema de controles [de precios], regulaciones, trabas burocráticas y normas punitivas”. Hubo un intento en el pasado que también buscó reducir la fijación de precios: sucedió en 1988, durante la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez y terminó en un estallido social conocido como el “Caracazo”, por el rechazo que causaron esas medidas de ajuste. No se pudo.

“El ajuste ya ocurrió con lo que estamos viendo ahora mismo en Venezuela”, retruca Alvarado. No puede haber peor situación que la actual, comenta. “No es posible un nuevo ‘Caracazo’, porque nuestro plan no es de ajuste ni de shock: el nuestro es un plan expansivo”, promete. Ante la creciente escasez de bienes básicos, incluida ahora la gasolina, el plan permitiría de hecho el retorno de los productos que ya no se encuentran.

El después de una eventual salida de Maduro, así, parece promisorio. Es de texto: pura aplicación de ley de oferta y demanda.