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Yemen: los antecedentes de la peor crisis humanitaria del mundo

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Créditos: Amnistía Internacional
POR Periodista Practicante |

Convertido en un tablero de ajedrez de las dos grandes potencias de medio oriente, el país es escenario de un conflicto interno devastador y sin luces de una solución definitiva.

“Invito a todos a rezar por nuestros hermanos de Yemen”. Estas palabras dichas por el Papa Francisco horas antes de emprender su visita a Arabia Saudita el pasado 3 de febrero –la primera de un Sumo Pontífice a este país musulmán– demuestran la preocupación por una guerra civil de poco más de cuatro años que ha traído un desastre de proporciones.

“Una guerra olvidada”, según Amnistía Internacional (AI), y “la mayor crisis humanitaria del mundo”, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), son algunos de los apelativos de la grave situación que atraviesa este país.

Según datos conservadores de la ONU, a septiembre de 2018 los fallecidos llegaban a los 16 mil y la ONG ACLED (Proyecto de Datos de Evento y Ubicación de Conflictos Armados) estimó en diciembre del mismo año en 60 mil los muertos, todas víctimas directas de la violencia de un conflicto interno iniciado en 2015. Sin embargo, el número de muertes indirectas de la guerra, causadas por la desnutrición y el brote de enfermedades como el cólera y la disentería, sería muchísimo mayor.

El origen del caos

La actual República de Yemen surgió de un proceso de reunificación en 1990, que unió Yemen del Sur (predominancia sunita y de régimen comunista) y Yemen del Norte (predominancia chiita). Desde ahí surgieron los primeros conflictos internos luego de un reacomodo en un solo territorio de naciones con trayectorias distintas, cuestión que se proyectaría en la guerra actual.

“La unificación de 1990 no resolvió la cuestión de la difícil conciliación entre las dos mitades. De hecho, la guerra civil de 1994 vino a sellar el predominio del norte sobre el sur y la incapacidad de los gobernantes de una porción y otra para trabajar con seriedad y objetividad por un Yemen unido”, dice a PAUTA el académico de la Universidad Autónoma de Madrid y coautor del libro Yemen. La clave olvidada del mundo árabe, Ignacio Gutiérrez de Terán.

De hecho, el antiguo presidente de Yemen del Norte desde 1978 pasó a liderar el reunificado país en 1990: Alí Abdullah Saleh gobernó de forma autoritaria la nueva República de Yemen hasta que la Primavera Árabe llegó en 2011 para desestabilizar su régimen.

Las protestas, apoyadas fuertemente por el movimiento rebelde chiita zaydí de los hutíes –que ya en 2004 habían iniciado una rebelión antigubernamental– contra la gestión del mandatario derivaron en su renuncia en noviembre de 2011 y la llegada al poder de su vicepresidente Abdo Rabu Mansur Hadi en 2012, quien hoy es reconocido internacionalmente como presidente de ese país.

Las caras políticas del conflicto: a la izquierda, Ali Abdullah Saleh; a la derecha, Abdo Rabu Mansour Hadi. Créditos: Wikimedia Commons

Sin embargo, Saleh no reconoció al nuevo presidente y, con la ayuda de sus antiguos enemigos hutíes, emprendieron acciones para recuperar el poder. A comienzos de 2015 tomaron la capital del país, Saná, y Hadi huyó finalmente a Arabia Saudita. De esa manera se inició la guerra civil, cuya escalada de violencia se incrementó con el paso de los años.

El presidente Hadi contó desde el primer momento con el apoyo de una coalición liderada por Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, que en marzo de 2015 inició los bombardeos contra posiciones hutíes –apoyados por Irán–, pero que también ha dañado considerablemente a la población civil. El desastre llegó para quedarse.

El gran negocio de las armas

Un aspecto importante de este conflicto es la enorme cantidad de armamento que ha sido proporcionado a las facciones en conflicto.

Según un documental del medio alemán Deutsche Welle (DW), millones de dólares en armas han sido desviados desde los países integrantes de la coalición árabe (Emiratos Árabes y Arabia Saudita principalmente), violando reglamentaciones provenientes de países exportadores que prohibían la reventa de armas a terceros, el denominado “certificado de uso final”. El mismo reportaje hace mención que el desvío de armas llega, incluso, a manos del grupo terrorista Al Qaeda, que opera en esa región.

El Instituto Internacional de Investigación sobre la Paz de Estocolmo (Sipri) establece en un informe de diciembre del año pasado que Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita son, respectivamente, el cuarto y segundo país que más armas han importado entre 2013 y 2017. En el caso de Arabia Saudita, sus principales proveedores han sido Gran Bretaña y Estados Unidos. Este último país ha aportado el 61% del total de armas que compró el reino árabe.

El mismo informe de Sipri destaca que Arabia Saudita tuvo en 2017 el tercer mayor gasto militar en el mundo, con más de US$ 69,4 mil millones. “[..] está claro que Arabia Saudita ya no solo se está abasteciendo de armas. En realidad, las está utilizando a gran escala en una operación ofensiva en Yemen”, afirma una de las conclusiones del artículo.

El 5 de febrero pasado, durante la vista del Papa a la península arábiga, Amnistía Internacional publicó un informe en que acusa tanto a Emiratos Árabes y Arabia Saudita como a los hutíes de perpetrar violaciones a los Derechos Humanos en Yemen, al atacar a la población civil y prohibir el ingreso de ayuda humanitaria. Pide, además, a los países proveedores suspender la venta de armas a las facciones en conflicto.

Específicamente a los hutíes se los acusa de usar misiles para atacar poblados en Arabia Saudita y de la colocación de minas antipersonales que son “prohibidas internacionalmente”.

De hecho, según un informe de septiembre de 2018 del centro de estudios británico Conflict Armament Research (CAR), “las minas improvisadas son producidas en masa por los hutíes en una escala solamente lograda por las fuerzas del Estado Islámico en Irak y Siria”.

Jamal Khashoggi y su asesinato

En octubre de 2018, el periodista saudí Jamal Khashoggi fue asesinado en la embajada de Arabia Saudita en Estambul, Turquía. El príncipe heredero Mohammed bin Salman, quien es sindicado como principal impulsor de la ayuda militar saudí en Yemen, ha sido vinculado como responsable intelectual del homicidio.

El principe heredero saudí Mohammed bin Salman, sindicado como responsable del asesinato del periodista Jamal Kashoggi e impulsor de las acciones bélicas de Arabia Saudita en Yemen. Créditos: Bloomberg

El hecho generó repudio internacional y alentó al Senado estadounidense a responsabilizar a bin Salman del crimen y votar, además, por recomendar al gobierno de Donald Trump cancelar el apoyo a Arabia Saudita en el conflicto, país al que se le atribuye ser responsable de crímenes de guerra por bombardear a población civil en Yemen, según la ONU.

Trump ha desestimado esa idea argumentando que su histórico aliado es un bastión en la lucha contra el terrorismo en la región y contención de su enemigo en común, Irán. Arguyó también que el reino saudí invertirá 450 mil millones de dólares en EE.UU. y que una buena parte irá destinada a potenciar su industria armamentística.

“Esta es una cantidad récord de dinero. Creará cientos de miles de empleos, un tremendo desarrollo económico y mucha riqueza adicional para los Estados Unidos. De los US$ 450 mil millones, US$ 110 mil millones se gastarán en la compra de equipo militar de Boeing, Lockheed Martin, Raytheon y muchos otros grandes contratistas de defensa estadounidenses”, afirmó en un comunicado de prensa en noviembre de 2018.

Sin embargo, el tema ha seguido en pie. El pasado 13 de febrero la Cámara de Representantes aprobó una resolución que impediría a Estados Unidos involucrar sus tropas en el conflicto de Yemen.

Alemania tomó cartas en el asunto y congeló la exportación de armamento al país árabe a partir de la condena al asesinato del periodista crítico del régimen saudí –aunque él justificó inicialmente la intervención saudí en Yemen–. Sin embargo, la venta de armas a Emiratos Árabes sigue en pie.

Irán y Arabia Saudita

El conflicto de Yemen no solo se limita a una lucha entre facciones al interior del país. También es el campo de batalla de dos potencias regionales y representantes de las dos principales ramas del islam: Arabia Saudita e Irán, sunitas y chiitas, respectivamente.

Mapa de las potencias regionales y confesionales en el coflicto. Créditos: Pauta

“Más que un conflicto de índole sectaria, la intervención de las potencias regionales se inscribe más en la guerra por la hegemonía regional, donde Yemen se convierte en un escenario más de esta lucha hegemónica entre Irán-Arabia Saudí”, opina Gutiérrez de Terán.

Leyla Hamad, especialista en Yemen y también coautora de Yemen. La clave olvidada del mundo árabe, cuenta a PAUTA que la lucha entre Irán y Arabia Saudita “se trata de una contienda geoestratégica en primer lugar, revestida de discrepancias doctrinales entre chiíes y sunníes, pero lo fundamental es la competición de dos potencias regionales por el control de aquella zona”.

Importancia geoestratégica

Yemen, ubicado al sur de la península arábiga, limita al norte con Arabia Saudita y al este con Omán. Al suroeste se ubica, quizás, su zona más importante en términos geoestratégicos: el estrecho de Bab el-Mandeb (o “la puerta de las lágrimas”).

Por ese canal, que conecta el Golfo de Adén con el Mar Rojo, y enlaza a aquellos barcos que quieran pasar desde el océano Índico hasta el Mar Mediterráneo, pasa una buena parte del comercio de petróleo del mundo. Según datos de la Agencia de Información de Energía de Estados Unidos (EIA), durante 2016 pasaron diariamente por ahí 4,8 millones de barriles de crudo y derivados, muchos de ellos provenientes del Golfo Pérsico.

Según la EIA de Estados Unidos, en 2016 pasaron 16 millones de barriles diarios de crudo por el estrecho. Créditos: Google Earth / Diseño: Pauta

“El cierre del Bab el-Mandeb podría impedir que los petroleros que se originan en el Golfo Pérsico lleguen al Canal de Suez […] desviándolos hacia el extremo sur de África, lo que aumentaría el tiempo y el costo del tránsito”, expuso la agencia estadounidense.

“La peor crisis humanitaria del mundo”

Un mar de cifras negativas rodea a Yemen.

Con un uno de los menores PIB per cápita del mundo –la mitad de sus habitantes vive con menos de dos dólares al día–, Yemen es calificado como el país más pobre de la península arábiga: el 79% de sus habitantes vive en esa situación. Cuenta, según datos del Banco Mundial, con la tercera peor tasa de crecimiento, con -5,94% en 2017, y es el tercero, también, en la lista de estados fallidos elaborado por el Fondo para la Paz en 2018.

El conflicto ha destruido la infraestructura sanitaria y ha dado paso al peor brote de cólera del mundo. Según datos de la Organización Mundial de la Salud emitidos en octubre del año pasado, la epidemia podría haber afectado a más 1,2 millones de personas, produciendo la muerte de más de dos mil 500 de ellas desde 2017.

El lado humano del conflicto y la hambruna en Yemen: Amal Hussain, fallecida en octubre de 2018. Créditos: The New York Times

Según la ONU, más de 24 millones de personas, el 80% de la población, dependen actualmente de la ayuda humanitaria para sobrevivir. La OMS, en tanto, plantea que 15,9 millones de personas sufren de inseguridad alimentaria grave. La ONG Save the Children ha estimado que cerca de 85 mil niños con desnutrición severa en Yemen han fallecido entre abril de 2015 y octubre de 2018.

La tregua

El 13 diciembre del año pasado se firmó en Estocolmo, Suecia, un acuerdo de cese de hostilidades entre las fuerzas gubernamentales y las milicias hutíes en la provincia de Hodeida, que permitió el desbloqueo de su importante puerto por parte de la coalición árabe para permitir la llegada de ayuda humanitaria.

A pesar de este avance, los expertos no mantienen muchas esperanzas de un pronto término del conflicto.

“Sospecho que la tregua durará lo que tarden los dirigentes saudíes en contener la polémica internacional causada por el caso Kasshoggi y los mismos excesos bélicos contra la población civil yemení generados por la coalición que preside Riad”, dice Ignacio Gutiérrez de Terán.

“La proliferación de actores que participan en esta guerra va a dificultar enormemente la resolución de la misma, porque a día de hoy ya no es una guerra binaria entre los hutíes y el gobierno de Hadi, sino que además hay múltiples actores regionales y nacionales, con distintos proyectos para Yemen, que van a dificultar el fin de la guerra”, opina Leyla Hamad.