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El ministro como notario

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POR Andres Sepúlveda |

La llegada de Luis Cordero al gobierno es una mala noticia para la oposición: Boric consigue en Justicia lo más parecido a lo que tiene en Hacienda, un tipo tan hábil como Mario Marcel.

La designación de Luis Cordero Vega como ministro de Justicia del gobierno de Gabriel Boric resulta especialmente novedosa porque supone la inclusión de una especie muy escasa en la heterogénea fauna que habita en el Ejecutivo. A diferencia de los ministros que están en el gabinete por amistad con el presidente o de los que están por los equilibrios políticos, Cordero ha llegado en medio del escándalo de los indultos como un experto, cuya única pretensión parece ser, al menos en este momento, la de ejercer de notario.

“Quiero descartar que exista antecedente que suponga que el Presidente indultó a personas equivocadas”. Esta frase de su primera entrevista con ‘El Mercurio’ es extraordinariamente reveladora. No es un cuestionamiento a las palabras de su colega Camila Vallejo, como se quiso hacer ver en un primer momento. Es un aviso notarial de que los indultos están correctamente formulados, que se ajustan al procedimiento y que no hay “desprolijidades” en su tramitación procedimental. Por exclusión, si hay tales “desprolijidades” estas se produjeron en el ámbito político, no jurídico.

Cordero es un jurista muy inteligente y un personaje público hábil. Seguramente debe saber que, en España, su cargo de ministro de Justicia conlleva el de “Notario Mayor del Reino”. Su planteamiento notarial se aparta totalmente de la estrategia de la confusión que ha seguido el Ejecutivo en estas últimas semanas mezclando deliberadamente los ámbitos de la responsabilidad política y la jurídica. El nuevo ministro las separa con valentía y deja a los ministros más políticos la misión de explicar las “desprolijidades”, mientras que él afirma verdades como puños: los indultados son criminales, gente que se merece el reproche, ¿qué se creían, que el presidente venía a indultar a los santos inocentes?

Corre así dos riesgos: por un lado, que la oposición descubra su juego de imponer unos hechos consumados y trate de frustrarlo, y que sus colegas del gobierno lean esto como un intento de preservar su territorio y desplegar otras ambiciones. Pero en la medida que Cordero releva el debate jurídico, consigue postergar o dejar en las sombras el de la responsabilidad política y le brinda así una salida al presidente que está en un atolladero como demuestran las encuestas.

La llegada de Cordero al gobierno significa que Boric tiene ahora en Justicia lo más parecido a lo que tiene en Hacienda: un tipo tan hábil como Mario Marcel. La oposición va a tener que refinar muchísimo su análisis si quiere abordar su estrategia y desenmascararla.

Por lo pronto, Cordero ya ha avisado que cree que la derecha “quiere demoler la institución del indulto” y que esto puede ser una irresponsabilidad. Es posible, aunque se puede argumentar que el indulto es más un resabio monárquico (“por la gracia de Dios”) que una buena costumbre republicana. Donde claramente el ministro se ha equivocado es cuando argumenta que ningún gobernante ha ganado popularidad con los indultos. Hubo uno: Poncio Pilato, el prefecto romano que indultó a Barrabás.