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Lastarria: la evolución del comercio en una bohemia zona cero

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PAUTA
POR Periodista Practicante |

Las cortinas metálicas se bajan más temprano en uno de los sectores más turísticos de la capital para dar paso a una nueva rutina, una que tiene menos extranjeros.

Bohemio, cultural, gastronómico y turístico. Suelen ser los adjetivos que acompañan la descripción del Barrio Lastarria, en el centro de Santiago y considerado por algunos sitios entre los sectores más cool del mundo.

Pero la crisis que estalló en el país el 18 de octubre permeó también la cotidianeidad de Lastarria, y no solamente por los muros rayados o por la iglesia de la Veracruz, que fue vandalizada: el comercio característica fundamental del sector también se ha visto afectado desde distintas aristas.

Iglesia de la Veracruz, ubicada en el corazón de Lastarria. Créditos foto: PAUTA

La baja de los hoteleros

El rubro hotelero es uno de los que ha sentido con más fuerza el impacto del estallido social, sobre todo durante los meses de octubre y noviembre.

Durante las primeras semanas posestallido, el Hotel Foresta, ubicado en Victoria Subercaseaux, percibió una baja en la ocupación de las habitaciones cercana a un 80%. “Cuando empezó la crisis tuvimos días en que solo dos habitaciones estaban ocupadas, una por un argentino y la otra por un salvadoreño”, cuenta una trabajadora del hotel. “Ambos eran periodistas y estaban cubriendo el estallido”, remata.

Parada en la entrada del hotel, cuenta que con los meses la situación ha ido, poco a poco, mejorando. Si el hotel tiene en total 35 habitaciones, actualmente aquellos cuartos que están ocupados oscilan entre los cinco y ocho.

El Foresta se vio en la necesidad de reducir su personal en un tercio.

“Hago lo que me pida el jefe, lo que se necesite. Aquí ya no tenemos cargos fijos, si hay que hacer las camas, lavar los platos o estar de portera, hay que apechugar no más. Hay que ser de goma, ir tapando todos los agujeros”, cuenta.

Asimismo, y a pesar de que en noviembre se aplicaron rebajas en el precio de las habitaciones y se tomaron medidas para abaratar costos, el característico Hotel Cumbres Lastarria tuvo que despedir parte de su personal, pero señalaron que, por política interna de la empresa, no pueden especificar el número de trabajadores desvinculados.

Distinta suerte corrieron los empleados del Hotel Montecarlo, donde la desocupación alcanzó un 95% en las primeras semanas del estallido y debieron aplicar rebajas de hasta un 25% en el precio de las habitaciones. De todos modos, al ser consultados por PAUTA, desde el hotel señalaron que ningún empleado ha perdido su trabajo en el marco de esta crisis.

La nueva vida nocturna

Entre tantos restaurantes, bares, pubs y atracciones al aire libre, la vida nocturna en Lastarria solía extenderse hasta altas horas de la madrugada. Hoy la mayoría de los negocios está cerrando más temprano existen algunas excepciones como el bar especializado en pisco Chipe Libre e incluso los productores de la icónica feria peatonal que se encuentra al final de la calle comienzan a levantar sus puestos entre las 19:00 y las 20:00 horas.

Feria de antigüedades y artesanías en Lastarria. Créditos foto: PAUTA

También los bares y restaurantes del Paseo Barrio Lastarria han debido acotar sus horarios de funcionamiento en dos horas (e incluso tres en ciertos días), funcionando actualmente solo hasta las 23:00 horas.

“Los viernes entre las 20 y las 22 queda la crema”, comenta Juan Pablo Varela (33), encargado de seguridad del Hotel Cumbres. Con él concuerda Rafael (49, quien como varios entrevistados, no entregó su apellido), anfitrión del bar Chipe Libre: “Al menos ahora lo vemos con el vaso medio lleno: podemos trabajar lunes, martes, miércoles, jueves y sábado. Antes esto era todos los días”, señala.

Algunos locatarios adjudican este problema principalmente nocturno al factor meteorológico. “Ahora la cosa está estallando más tarde, puede ser por el calor, pero la gente se está reuniendo más tarde. Si antes era tipo 16, ahora es más cerca de las 19 horas”, cuenta César (33), quien junto con sus dos hermanos son dueños de la cafetería 3841 Coffee Roasters.

Además, para algunos, más allá de las manifestaciones, el principal problema en la zona radica en la acción policial que surge a raíz de estas manifestaciones. Abigaíl (27) es dueña del recientemente inaugurado The Cat Bar, el primer local de barrio Lastarria donde conviven gatos y cervezas junto a los clientes. Esperaban abrir durante las primeras semanas de noviembre, pero en vista del estallido social se decidió aplazar la inauguración. En lugar de esto, las instalaciones del bar fueron puestas a disposición de los vecinos para realizar cabildos y reuniones.

“Yo creo que lo que actualmente está limitando a que la gente venga es la alta presencia policial. Si tienes 30 policías en cada esquina, si tiras lacrimógenas incluso dentro de locales, la gente no va a querer venir al barrio”, comenta la emprendedora.

Reacción en cadena

Como en el barrio conviven hoteles, restaurantes, bares y tiendas de ropa, de música, de libros y de arte, la falta clientes y el menor flujo de turistas afectan, como piezas de dominó que caen una tras otra, a todos los comerciantes en distintos niveles. “Este es un barrio turístico, es un barrio caro”, comenta un trabajador de la dulcería árabe Bombón Oriental quien no quiso decir su nombre a este medio. “Cuando [el Presidente Sebastián] Piñera dijo que estábamos en guerra, muchos turistas dejaron de venir”, agrega.

Los santiaguinos que visitaban el cine El Biógrafo también escasean. “Nosotros hemos perdido mucha clientela, porque mucha gente, cuando salía de El Biógrafo, aprovechaba de venir a tomarse un café acá”, cuenta César.

El clásico cine arte lleva más de 40 años funcionando, pero tras el estallido su público se ha reducido en forma radical. “Normalmente en la semana venían entre 30 y 50 personas por función, y los sábados, por función, se superaban las 100 personas”, cuenta Lorenzo López (69), quien trabaja de cajero, acomodador y proyectista en El Biógrafo. “Actualmente están viniendo entre una y tres personas por función durante la semana, y recién el sábado pasado vinieron 60 personas en todo el día”, comenta López.

La situación del comercio llegó a tal punto que distintos restaurantes y locales del barrio debieron cerrar. “Había un café acá al frente”, cuenta López refiriéndose a La Mensajería: “Trabajaban unos 25 trabajadores y tuvieron que cerrar”. Sobre esto, Abigaíl comenta que “al menos desde afuera se veía que les iba bastante bien, pero después del estallido no volvieron a abrir”.

Otro de los clásicos que debió cerrar sus puertas, al menos temporalmente, es el reconocido restaurant Liguria. Al ser consultados telefónicamente por PAUTA, señalaron que el cierre temporal se debía a una decisión de la gerencia producto de los disturbios y que se está dando un tiempo prudente para volver, ya que los gases lacrimógenos y todo lo que está ocurriendo en el sector “no es menor”.

El factor ambulante

Un nuevo factor surgió, y en varios casos trajo ciertas complicaciones para locatarios y vendedores autorizados. Aunque siempre ha existido el comercio ambulante en Lastarria, tras el estallido social se multiplicó considerablemente. 

“Con la cantidad de desempleo que se generó por el estallido, muchos jóvenes vinieron a trabajar aquí, ya que la calle de cierto modo se liberó”, cuenta Walter (42), productor y trabajador de la feria de antigüedades y artesanías. “El problema fue que alguna gente llegó a trabajar de mala forma. Se emborrachaban y estaban echados en la calle, entonces intimidaban a los posibles compradores. No los culpa a ellos, es culpa de este sistema que no les dio una oportunidad ni un oficio”, cuenta.

Pero más allá de la impresión, y la posible intimidación, que puede generar una situación así, el tema con los ambulantes se ha traducido en problemas para algunos locatarios que, ante la alta oferta de productos, vieron reducidas sus ganancias y no tuvieron otra opción que cerrar sus tiendas. 

“Mucha gente de otros locales se ha ido, al menos en cinco tiendas que yo sepa, tres en este mismo edificio. Esto pasa porque se pone gente a vender en las calles, y venden cosas parecidas, pero más barato porque, claro, no tienen que pagar arriendo en un local”, explica César, mientras por la ventana del 3841 Coffee Roasters se ve cómo grupos de jóvenes instalan en las veredas sus mantas y despliegan ropa usada, accesorios y diversos artículos para vender.