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Educación desde la docencia: el poder mágico de los cuentos

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Ilustración: Felipe Rojas
POR Fernanda Valiente |

La psicóloga, docente e investigadora Pía Santelices cuenta el potencial que tienen estos relatos para los niños como herramientas de regulación y autoconocimiento.

Decía Gabriela Mistral en el libro Contar (1929) que la capacidad de relato es algo poco considerado por las escuelas a la hora de evaluar a un maestro. “Poco se le estima si la tiene y poco se le exige si le falta esta virtud de buen contar. […] Lo mismo pasa con las condiciones felices del maestro, para hacer jugar a los niños, que constituye una vocación rara y sencillamente preciosa. Sin embargo, contar es la mitad de las lecciones. Contar es medio horario, y medio manejo de los niños como cuando en adagio. Contar es encantar con lo cual entra en la magia”, lee Cristián Warnken en Desde El Jardín, de Radio PAUTA.

Las historias nos acompañan desde el comienzo de la humanidad. Se trata de una necesidad casi espiritual de expresión, que nos conecta con el otro. Pía Santelices, doctora en psicopatología clínica de la Universidad de Lumière, junto con dos investigadores, decidieron darle un espacio a los cuentos en la etapa infantil.

“El mundo interior de los niños es de una gran riqueza, pero lo que les falta es el lenguaje para expresarlo. Entonces ellos se expresan a través de los dibujos y del lenguaje no verbal. Por eso, en Lulú está blue (2021), ocupamos alrededor de diez palabras para referirse a la pena. Eso lleva en el futuro a tener mucha más claridad de lo que uno siente. La posibilidad de expresarse les enseña a entenderse a sí mismos y a los demás. Finalmente, eso ayuda a la autorregulación emocional y a la salud mental”, expresa la también profesora de psicología de la Universidad Católica, investigadora del apego en la primera infancia y la incidencia de los cuidadores en esta etapa.

De este modo, son historias infantiles que dialogan con las emociones y el mundo interior del niño: la rabia, la pena, el cuidado del medio ambiente, el respeto a la diversidad y los conflictos interpersonales son algunos de los temas.

Un aprendizaje colaborativo

En paralelo, el adulto se conecta con su infancia, el mundo más originario, o un espacio más metafórico. “Siempre hay algo que te hace identificarte con un personaje, y eso tiene una tremenda riqueza, porque pones afuera la identificación. Es mucho más fácil trabajar las emociones, por ejemplo, que hablarlas en primera persona”, añade Santelices. 

“¿Cómo los cuentos pueden mejorar el bienestar emocional y disminuir la irritabilidad?”, pregunta Warnken.

Con la pandemia aumentaron la irritabilidad, el descontrol de impulsos, problemas con la rutina y conflictos interpersonales. “La investigación encontró que los niños que tuvieron contacto con estos cuentos tuvieron una disminución más significativa de estos síntomas psicológicos que los otros grupos. Fue una sorpresa para nosotras. Pero, por otro lado, es lógico que, si uno abre espacios para hablar del mundo interno, los niños se sienten aliviados, lo que disminuye la ansiedad o el estrés”, responde la psicóloga. 

Sin embargo, ocurre que emociones como la rabia han sido demonizadas. Pero ella cumple un rol fundamental en el desarrollo personal. “Es una de las emociones primarias del ser humano. Hay que validarla, para entender qué hay detrás de ella. Incluso en la edad de las pataletas, a los dos o tres años, es lo más normal del mundo que los niños se desborden emocionalmente. Poco a poco, se va logrando la regulación, pero en primer lugar ella es externa. Ese proceso regulatorio es clave para la vida que va acompañando el desarrollo”, explica.

Revisa la conversación con Pía Santelices en Desde el Jardín