Economía

Schaerer, el elegido

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Futuro en español (http://www.xn--futuroenespaol-1nb.es/2018/carlos-schaerer)
POR Gabriela Villalobos |

¿Qué llevó a la familia Edwards a entregar la dirección de El Mercurio a este abogado? Redes que comienzan desde la época universitaria y una capacidad de diálogo que se viene forjando desde hace décadas esbozan parte de la respuesta.

Era finales de 2017, Sebastián Piñera ya había ganado la elección presidencial y los equipos políticos comenzaban a armarse. Cristián Larroulet, quien asumiría como jefe de asesores del Segundo Piso, estaba en pleno proceso de búsqueda de figuras potentes para su equipo y el nombre de Carlos Schaerer, entonces secretario de redacción de El Mercurio, se asomaba como una de sus mejores apuestas.

Se conocían y apreciaban desde hace ya muchos años, por lo que Larroulet sabía que su oferta llegaba en buen momento: Cristián Zegers había anunciado que dejaría la dirección de El Mercurio en 2018 y Schaerer había confidenciado a sus más cercanos que se iría con él. La afinidad y confianza entre ambos era conocida por todos dentro del diario y el abogado de 56 años creía que su carrera ahí había llegado a su tope.

Pero algo ocurrió. 

De manera inesperada, Schaerer se encontró con la posibilidad de suceder a Zegers en la dirección del diario. Entonces vino la pausa. Una pausa de meses. Cristián Edwards, vicepresidente ejecutivo de El Mercurio S.A.P. desde antes de la muerte de Agustín Edwards Eastman en abril de 2017, estaba en la búsqueda del sucesor de Cristián Zegers. Edwards le pidió a Schaerer que se quedara, ya que venían cambios para los cuales él sería indispensable.

Carlos Schaerer (1961, casado con María Eugenia Bascuñán, cinco hijos, un nieto) era el elegido para reemplazar a Zegers.

Aunque la oferta del Gobierno lo seguía tentando, Schaerer finalmente optó por quedarse en un ambiente conocido. Con algunas pausas, pronto cumpliría casi un cuarto de siglo en El Mercurio, un medio en el que hizo una exitosa carrera y donde se convirtió en una voz importante dentro del núcleo de hierro que maneja el diario de mayor tradición en Chile.

Sus amplias redes en el mundo político y empresarial, sumadas al buen trato con que se relaciona con los equipos profesionales dentro y fuera de la empresa, más el apoyo decidido de Cristián Zegers, lo transformaron en una carta de consenso para la nueva etapa de transición que comenzará a vivir El Mercurio. Una etapa que se anunció el pasado 23 de julio entre fuertes aplausos del equipo de editores.

Schaerer ha confesado a sus cercanos que reemplazar a Zegers es una tarea casi imposible. Quienes conocen de cerca la interna del periódico de alguna manera confirman este sentimiento: “Tras 12 años en ese sillón, Zegers le devolvió a El Mercurio el ‘nervio’ periodístico y el ‘hambre’ por el golpe que había perdido durante la gestión de Juan Pablo Illanes y que permitieron que La Tercera liderada por Cristián Bofill ganara rápidamente espacio”, asegura un excolaborador de ambos.

Con todo, Schaerer deberá hacer frente a grandes desafíos: conformar equipos en secciones que se mantienen descabezadas, coordinar una nueva estructura interna y modernizar las plataformas, para lograr un mayor complemento entre Emol y El Mercurio. La tarea no es menor para el abogado, cuyos inicios podrían parecer lejanos de la familia Edwards, pero que lograron transformarlo en el actual hombre de mayor confianza en la empresa de medios.

El peso de la historia

Quienes lo conocen desde su época juvenil comentan que su pensamiento siempre ha sido liberal. De hecho, votó que No en el plebiscito para aprobar la Constitución de 1980, cuando él aún cursaba cuarto medio en el Colegio Suizo. En ese entonces su ambiente familiar era cercano a la Democracia Cristiana. Tanto se interesó por ese hito político, que participó en el recuento paralelo de votos para las actas de la DC, coordinado en ese momento por la entonces dirigente juvenil falangista Cecilia Jara.

Entró a estudiar Derecho al año siguiente, a la Universidad de Chile. En la universidad, sus amigos más cercanos provenían de la derecha. Junto con Gerardo Varela (actual ministro de Educación), Felipe Cubillos (empresario fallecido en el accidente aéreo de Juan Fernández), Miguel Cillero, Javier Ovalle, Jaime Chomali y Antonio Bascuñán, entre otros, formaron el Movimiento Universitario Autónomo. Era una derecha liberal. El movimiento tenía una mirada crítica al régimen militar y buscaba un espacio de democratización. El modelo polaco Solidaridad, de Lech Walesa, era un camino: en ese caso se trataba de darles espacios de libertad a los sindicatos. Schaerer, Varela, Cubillos y los otros creían necesarios los espacios de libertad en las universidades.

El grupo postuló a Schaerer para dirigir el centro de alumnos de la Facultad de Derecho en 1982. Su rival fue Yerko Ljubetic (futuro subsecretario y ministro del Trabajo), quien ganó la elección de ese año. En 1984 Schaerer volvió a competir, esta vez por la presidencia de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech) en los primeros comicios abiertos durante la dictadura. Liderando el bloque Independientes (apoyada por gremialistas), su lista quedó en tercer puesto con 898 votos tras la lista Oposición Unida (Yerko Ljubetic) con 9.205 votos, y el Frente Universitario (Unión Nacional y Partido Nacional) con 2.129. Quedó por encima del Movimiento de Acción Nacional de Enrique Estay (684 votos).

“Carlos era el candidato de derecha, pero no de la derecha más dura; representaba un sector más liberal”, cuenta Ljubetic. En esa época ya tenía el perfil dialogante que ha cultivado en sus años en El Mercurio. “Mantuvimos siempre una buena relación. Teníamos discusiones políticas, pero Carlos era muy ponderado. Se podían tener muchas diferencias, pero era difícil tener una mala relación con él”, recuerda el hoy integrante del Movimiento Autonomista.

En la universidad ingresó a trabajar como ayudante de Bernardino Bravo Lira (Premio Nacional de Historia) en Historia del Derecho. En el Plebiscito de 1988 votó por el Sí.

A través de Felipe Cubillos conoció a Jaime Guzmán. Le llamó la atención que Jaime Guzmán -senador UDI hasta 1991, cuando fue asesinado por integrantes del Frente Manuel Rodríguez- tenía una disposición frente a la crítica y a las diferencias políticas muy abierta, ha comentado a sus cercanos. De hecho, aunque Schaerer nunca ha militado en ese partido, es un declarado simpatizante UDI. 

Poco después de titularse se incorporó al al estudio Ovalle y Cía, que dirigía el constitucionalista Jorge Ovalle. En ese tiempo, ha dicho siempre, se convenció de que el ejercicio de la profesión no era lo suyo. Siempre bromea con que duró “tres años y un día” como abogado, en referencia al breve período que estuvo en ese bufete.

En 1990 ingresó a la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC) como secretario ejecutivo de la nueva administración de José Antonio Guzmán. Estuvo poco más de un año en ese puesto, tras lo cual ejerció como asesor externo mientras dedicaba más tiempo a la ayudantía en Historia del Derecho en la Universidad de Chile, clases de Fundamentos del Derecho en periodismo de la UNAB, y sus actividades profesionales como director de Papelera Becton, la empresa de embarcaciones deportivas Sportbas y el Preuniversitario Cepech. Todo esto le hizo estrechar lazos con el empresariado chileno.

La diversificación de sus negocios

A fines de la década de los ochenta, Schaerer comenzó a involucrarse en el mundo de los negocios: un grupo de amigos suyos había formado la sociedad que derivaría posteriormente en Cepech. Entre ellos estaban Eduardo Avayú, Cristián Moreno y Teodoro Sabaté, cuenta la Premio Nacional de Periodismo María Olivia Mönckeberg, quien incluyó estos datos en su libro Con Fines de Lucro. Aunque Schaerer no figura en los inicios de la sociedad, se integró posteriormente y mantiene una participación minoritaria hasta la actualidad, según consta en el Conservador de Bienes Raíces de Santiago.

La sociedad dio origen después al Instituto Profesional Chile (IP Chile) y los Colegios Terraustral, como parte del Grupo Educacional Cpech.

Dado que muchas universidades comenzaron una integración vertical hacia abajo, con la creación de sus propios institutos técnico-profesionales, el modelo de negocios para el IP Chile debió incluir convenios con universidades para asegurarles, a los estudiantes que quisieran, una continuidad de estudios. En 2009 el grupo educacional tomó el control de la Universidad Ucinf, que atravesaba una seria crisis económica. El 2012 la Ucinf no logró renovar la acreditación que había obtenido en 2010 y el proyecto se hizo inviable. Entonces el último de los antiguos fundadores de la universidad, Rodrigo Rocha, selló su salida y comenzó la búsqueda de una fórmula para asegurar la continuación de estudios de sus alumnos. Esta solución llegó en 2016, con la fusión la Ucinf con la Universidad Gabriela Mistral (UGM).

La gestión  de la Ucinf estaba en manos de Eduardo Avayú Guiloff, Fernando Camacho Yves, Cristián Moreno Benavente y Carlos Schaerer Jiménez, de acuerdo con las respuestas que el grupo envió a Ciper en diciembre de 2016. “En el actual escenario de incertidumbre regulatoria nos pareció que la mejor manera de garantizar la estabilidad académica de nuestros estudiantes era incorporándolos a una institución con las fortalezas y proyección que tiene la UGM”, respondió en ese momento a ese medio el grupo que integra Schaerer, como socio pasivo.

El ingreso a El Mercurio

Su ingreso a El Mercurio partió, curiosamente, con un “no”.

A comienzos de 1993, Schaerer recibió un llamado inesperado. Un headhunter le propuso reunirse con Juan Pablo Illanes, responsable editorial de El Mercurio en esa época, quien por eso días buscaba un nuevo redactor para las páginas editoriales del diario. Ambos tuvieron una buena conexión en la entrevista, con lo que el ingreso de Schaerer a las oficinas de Santa María parecía sellada de manera natural. Bastaba solo una cita con el gerente Johnny Kulka. Schaerer, entonces, mandó carta. En ella agradeció la oportunidad, pero expresó que no se sentía seguro de asumir una responsabilidad de jornada completa en algo tan desconocido para él y que le implicaría dejar todas sus otras actividades de lado.

Pero ese año le resultó más movido de lo esperado.

Recibió otro llamado, uno de varios más, de su amigo Cristián Larroulet, quien dirigía desde hace poco el recién creado Instituto Libertad y Desarrollo (LyD). En esa conversación, Larroulet le pidió integrarse al comando presidencial del candidato independiente Arturo Alessandri Besa, quien había sido ungido por los partidos de derecha para las elecciones que ese año terminó ganando por amplísimo margen el democratacristiano Eduardo Frei Ruiz-Tagle.

Asumió como secretario general de la campaña, cuya labor era coordinar los discursos, ver contenidos y salir a terreno. Durante la campaña, Schaerer estableció un férreo vínculo de confianza con Alessandri Besa. “Se llevaba muy bien con mi papá y de alguna forma se transformó en un miembro más de la familia. Siempre estaba con nosotros y viajaba con mi papá a todas partes. Es una persona cálida, ubicada, de mucha cultura y preparación intelectual. Su capacidad analítica y pragmatismo fueron claves para expresar en simple nuestras ideas políticas”, recuerda Arturo Alessandri Cohn, actual presidente del Colegio de Abogados.

Alessandri Besa le pediría años después a Schaerer prologar sus memorias La Fuerza del Destino.

Aunque Alessandri perdió en las elecciones, la campaña le ayudó a Schaerer a desarrollar sus habilidades políticas. En esa misma época surgió también su amistad con el excanciller y actual ministro de Desarrollo Social, Alfredo Moreno, quien también colaboró en esa campaña. La cercanía entre ambos resultó crucial en decisiones futuras de Schaerer.

El ascenso

Mientras Schaerer participaba en la etapa final de la campaña de Alessandri Besa, recibió otro llamado de Illanes con una propuesta para irse a trabajar a El Mercurio por media jornada. Schaerer aceptó. En enero de 1994 asumió la edición de Cartas al Director y se incorporó al Consejo de Redacción del diario. Descubrió su vocación por las comunicaciones y a los pocos meses dejó todas sus otras actividades para dedicarse por completo al diario.

La imagen de su figura en los pasillos, conversando con cercanía con el resto de los trabajadores y el tradicional gesto de su mano en el corazón -sonriendo con ojos semicerrados- pasó a ser parte del inventario mercurial.

Logró cercanía con Agustín Edwards Eastman, quien le brindó un salto en su carrera. En agosto de 1998, Edwards Eastman le encargó la dirección de El Mercurio de Valparaíso. Cristián Zegers, entonces director de La Segunda, lo alentó a irse y hacer el aprendizaje completo de una empresa periodística. Schaerer se trasladó junto con su mujer e hijos a vivir a Concón. Quienes trabajaron con él en ese medio aseguran que oxigenó un diario que había perdido gran parte de su histórica relevancia nacional. Modernizó las salas de redacción y profesionalizó las relaciones del diario con la Armada y el empresariado, estableciendo mayores límites entre ambos mundos. En su paso por el diario contrató a Cristián Pizarro como editor general, uno de los periodistas que cuenta con su mayor confianza hasta hoy.

Con este matutino logró el mayor golpe reporteril de su carrera. Durante la reclusión de Augusto Pinochet en Londres, El Mercurio de Valparaíso era uno más de las decenas de medios locales e internacionales que pedían una entrevista con él. Las redes de Schaerer lograron que el diario regional obtuviera la reunión con Pinochet, gracias a sus gestiones con el secretario del entonces senador vitalicio, Sergio Rillón. Para la entrevista, el director de El Mercurio de Valparaíso viajó a Londres junto a Pizarro. El encuentro se concretó y los dichos de Pinochet en su defensa dieron la vuelta al mundo. Fue publicada el 18 de julio de 1999, una exclusiva en los medios nacionales (hubo otra entrevista para el Sunday Telegraph) y en ella Pinochet dijo, por ejemplo: “La gente tiene que olvidar, es difícil, pero no imposible”. La nota también fue criticada ampliamente por su tono demasiado condescendiente. A Schaerer pareció pasarle la cuenta su menor experiencia en la cobertura de noticias duras.

Sede de El Mercurio de Valparaíso

La gestión de Schaerer al frente de El Mercurio de Valparaíso fue celebrada en Santa María. Y no solo por la familia Edwards. Cristián Zegers, en ese entonces director de La Segunda, evaluaba muy bien el trabajo de su par en Valparaíso. Por lo mismo, lo propuso para presidir la Asociación Nacional de Prensa y fue su verdadero jefe de campaña. Schaerer aceptó encantado y ganó: el gremio le permitía unir su pasión por las discusiones legales y los medios. Allí estuvo hasta 2004. Sus viajes a Santiago se hicieron cada vez más frecuentes y, luego, se volvieron insostenibles. Por lo mismo, resolvió renunciar a su cargo en Valparaíso y volvió definitivamente a Santiago.

Desde las oficinas centrales le propusieron hacerse cargo de Las Últimas Noticias, un proyecto que en el 2000 todavía no lograba encontrar una identidad. En 1997 había salido el histórico Fernando Díaz Palma y entre ese año y 2000 Andrés Benítez, como director responsable, intentó darle un perfil económico que no prosperó.

El periódico estaba en esa época en un proceso de transformación y Schaerer debió trabajar mano a mano con Agustín Edwards del Río, vicepresidente ejecutivo del diario y el primogénito del presidente del grupo. Edwards del Río tenía una visión clara. Buscaba un medio de más entretención y farándula, algo que Schaerer miró con reticencia e incomodidad. “No estoy actualizado con eso, pero su pasada por Las Últimas Noticias fue de mucho conflicto con Agustín Edwards hijo. Es un dato importante para entender lo que está pasando”, dijo el 24 de julio en Tele13 Radio Cristián Bofill, exdirector de La Tercera (1999-2013) y actual gerente de Estrategia y Desarrollo de Negocios en la controladora de Canal 13, Inversiones TV y Medios. Según cuenta un extrabajador de ese entonces, desde un comienzo fue difícil mantener una relación entre el director y el hijo del controlador. 

La tensión profesional de ese entonces es atestiguada por diversas fuentes, pero ellas mismas confirman también otro hecho: el vínculo personal entre Agustín Edwards del Río y Carlos Schaerer se fortaleció a tal punto que hoy ambos se tienen una confianza sólida, incluso profesional. Quienes han observado esta evolución cuentan, por ejemplo, que Agustín Edwards se encarga de que a la cena anual en Las Últimas Noticias siempre asista Schaerer. 

Requeridos Agustín Edwards y Carlos Schaerer para hablar de este tema, ambos declinaron participar.

Al final, Agustín Edwards hijo asumió por completo la dirección del proyecto LUN. Se mantiene desde entonces en ese puesto, el diario consolidó su liderazgo en su segmento y además ha seguido una estrategia digital exitosa más integrada a sus contenidos del papel.

En octubre de 2002 Schaerer se reintegró a El Mercurio como secretario general. En 2005 asumió además el rol de editor dominical, con lo que quedó con el control del día más importante para el periódico.

Comienza la carrera

Con el retorno de Schaerer al diario de mayor tradición del grupo comenzó a sellarse la existencia del núcleo de confianza de los Edwards. La cabeza clara era Zegers, pero respaldado por cuatro editores que en 2010 asumieron como subdirectores: Álvaro Fernández, Juan Jaime Díaz, Francisco José Folch y el mismo Carlos Schaerer. Se entendía que el próximo director sería un integrante de este grupo, ya que la familia Edwards no entregaría su negocio más preciado a un desconocido.

De los cuatro subdirectores, había tres que sobresalían por su proyección: Fernández, Díaz y Schaerer. Todos ellos, con redes distintas y complementarias en el diario. 

Además, con su regreso a Chile, Cristián Edwards de a poco comenzó a tener un rol cada vez más activo en el diario luego de asumir en 2009 como vicepresidente ejecutivo de Mercurio S.A.P. Aunque en un comienzo se limitó a impulsar un proyecto digital, luego se transformó en la persona que daría el visto bueno a quiénes integraban el círculo de hierro de El Mercurio. Algo especialmente relevante considerando que su padre, el presidente del grupo de medios, estaba cada vez más retirado de la vida pública.

El sueño suizo

Si hay una misión pública con la que siempre soñó Schaerer fue con representar a Chile en Suiza. Su bisabuelo fue un mecánico papelero suizo que llegó a Chile a fines del siglo XIX a trabajar en máquinas industriales. Luego fundó su propia fábrica papelera, Peumo. Su abuelo Félix Schaerer se integró tanto a la sociedad chilena que llegó a ser coronel de la FACH, y su padre, Jorge, trabajó en la General Motors en Chile hasta inicios de la década de los setenta. El cierre de Generals Motors tras la elección de Salvador Allende obligó a la familia a emigrar y su padre –con la nacionalidad suiza– se trasladó a la planta de General Motors en ese país.

Carlos Schaerer vivió, así, su adolescencia en Biel/Bienne, una ciudad de frontera franco-germana en el cantón de Berna. Sus lazos con la cultura helvética continuaron cuando volvió a Chile a los 14 años, dado que no regresó al Colegio San Ignacio donde había estudiado previamente, sino que terminó su enseñanza media en el Colegio Suizo de Santiago.

Tiene la doble nacionalidad chileno-suiza y en el país europeo, además, tiene más primos que en Chile. Ha visitado numerosas veces el país junto con su familia, domina sus idiomas (sobre todo el alemán) y conoce su cultura.

Por eso no dudó en tomar la oportunidad que se abrió para asumir en 2013 la embajada en Suiza, mientras su amigo Alfredo Moreno encabezaba la Cancillería, aunque fuera el último año de ese gobierno de Sebastián Piñera.

Como en otras ocasiones, Schaerer salía de El Mercurio. Y, como siempre, volvería después. Mal que mal, tiene su casa a pocas cuadras de la sede central del diario, en Vitacura.

El guardián

La llamada para el último retorno le llegó de Cristián Zegers, también abogado de profesión, en quien Schaerer siempre ha reconocido a su mentor periodístico. El trabajo en el diario siguió estable durante los años del gobierno de Michelle Bachelet.

Pero vendrían cambios en la dirección. De eso se hablaba en forma frecuente en El Mercurio.

La figura ponderada y dialogante de Schaerer parecía cada vez más idónea en ese panorama. Su personalidad se complementaba bien con la dirección. “Zegers tiene en general una percepción muy clara de lo que quiere y lo impone; Schaerer es más dialogante, te escucha y te convence, lo cual es bastante mercurial”, cuenta un cercano a ambos. Por lo mismo, se transformó en el candidato de Zegers para sucederlo, quien ya había comentado a sus cercanos que buscaba retirarse en 2018. De a poco también comenzaron a cambiar los destinos de los subdirectores.

Juan Jaime Díaz pasó a fines de junio a ser el encargado de nuevos negocios de El Mercurio y asumió como presidente de la ANP. Así, solo quedaban Fernández y Schaerer, ya que Folch se había retirado unos años antes. Ambos se complementan muy bien, dicen conocedores, aunque provienen de escuelas distintas. Si bien los dos estaban bien evaluados por la dirección, Schaerer representaba una opción de continuidad del trabajo de Zegers.

El actual director habría tenido un voto decisivo en la elección de su sucesor, pero Cristián Edwards tenía la última palabra. Las razones de su decisión permanecen en reserva, pero la cautela de Schaerer, sus redes, su talento de relacionamiento social y su habilidad política finalmente habrían inclinado la balanza.

El 24 de agosto se producirá el cambio de mando definitivo. Schaerer asumirá la dirección del medio de mayor influencia, con Fernández como director editorial. 

“Más allá del aspecto periodístico, [Schaerer] es un gran articulador dentro de un diario”, comentó José Francisco Covarrubias, columnista e integrante del consejo de redacción editorial de El Mercurio, en Tele13 Radio. “Acá se hace una dupla que es interesante. Hay diarios americanos que tienen esa figura: hay una figura un poco más de la representación institucional del diario, que es el responsable final, y una figura que está a cargo de la cocina y que en este caso es Álvaro Fernández. No significa que estará a cargo de la página de opinión, sino de todo el contenido periodístico del día a día. Es una dupla con un primus inter pares, que es Carlos Schaerer”, agregó. 

De hecho, sobre cómo Schaerer administra el conflicto de intereses por su participación en el negocio educacional con los contenidos periodísticos de El Mercurio, la práctica ha sido marginarse de cualquier tema potencialmente conflictivo. La edición de esos contenidos quedan en manos de Álvaro Fernández.

Schaerer tendrá tres desafíos fundamentales. Primero, deberá coordinar una nueva estructura, que terminó con la figura de subdirectores. Segundo, tendrá que potenciar y consolidar un equipo de editores de su confianza. Finalmente, deberá encontrar la fórmula para complementar de mejor manera la plataforma digital con la impresa, en una época en la que La Tercera ha avanzado con mayor velocidad en la modernización de las salas de redacción.

En el aspecto digital, tal vez el más relevante de los desafíos, la empresa ha tenido una punta de lanza con Emol, y ha tenido con LUN un caso de éxito en la integración de soportes. Ha sido Cristián Edwards quien ha liderado por varios años el proyecto de integración digital de El Mercurio y al nuevo equipo directivo le corresponderá  transitar por un equilibrio delicado: en un período de crisis de medios tradicionales, debe avanzar hacia un producto que combine una versión digital moderna, sobre todo adaptada a los dispositivos móviles, que mantenga el activo más relevante del grupo: la marca El Mercurio. Schaerer, el elegido, es, en ese sentido, el guardián del legado.