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El jardín de rayuelas que se bifurcan entre Borges y Cortázar

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Composición sobre Jorge Luis Borges y Julio Cortázar. Créditos PAUTA
POR Fernanda Valiente |

Agosto trae el natalicio de dos destacados escritores que exploran la subjetividad del lector y los límites entre lo ficticio y lo real. Son Jorge Luis Borges y Julio Cortázar.

Jorge Luis Borges (1899-1986) y Julio Cortázar (1914-1984) no nacieron ni murieron en el mismo país, pero coinciden en que fueron argentinos mundiales que llegaron a este mundo durante agosto. Entraron en la categoría de los mejores narradores del siglo XX a partir de su irrupción en la literatura latinoamericana y ambos tienen su espacio elemental en la vegetación fantástica de Desde El Jardín, con Cristián Warnken.

Un hombre anclado a la ciudad

Amante del tango oscuro, un visionario de la ficción, Jorge Luis Borges descubrió su pasión por la literatura anglosajona a temprana edad gracias a su abuela inglesa. Su primera etapa laboral fue como profesor de inglés y sicología.

Recorrió Suiza e Inglaterra y vivió en España. Pero siempre decía que no podía vivir en otra ciudad que no fuera Buenos Aires, a pesar de que fue alguien que contagió la literatura hispana con el inglés, señala Cristián Warnken.

A ratos su ironía lo metió en problemas, pero su visión política no clasifica dentro de una corriente específica. Debido a su tendencia antiperonista, Borges renunció a su cargo de bibliotecario, tras lo cual ejerció como inspector de aves y huevos en los supermercados, durante en el período de Juan Domingo Perón.

Hijo de un anarquista conservador, Borges admitía que su vida estaba compuesta de una serie de errores. No creía en los mensajes para futuras generaciones, aunque su obra sí traspasó barreras etarias y nacionales con su juego que diluye los límites que dividen la ficción del ensayo.

Buenos Aires en los años 20, ciudad que inspiró a Borges para escribir. Créditos: Buenos Aires Reina de la Plata.

Borges desarrolló una inquietud metafísica. En El Hacedor (1960) hay poemas y textos en prosa, un conjunto con que el narrador exploró la extrañeza frente al propio ser y donde posiciona algunos de sus gustos como el café y el estilo de Robert Louis Stevenson

“Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil, yo vivo”, dice de sí mismo. Y agrega: “Yo me dejo vivir para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que he logrado ciertas páginas válidas, pero estas no me pueden salvar, quizás porque lo bueno ya no es de nadie. Ni siquiera del otro, sino del lenguaje y de la tradición”.

¿Dónde queda la realidad? ¿Dónde queda el tiempo? El autor de Ficciones (1944) -uno de cuyos cuentos fundamentales es “El jardín de senderos que se bifurcan“- y El aleph (1949) intenta responder estas preguntas con el cuento detectivesco utilizando la capacidad imaginativa, inspirado en la filosofía de Arthur Schopenhauer, para darle un orden al mundo en medio de un universo que representa el mayor misterio.

Rompiendo la rutina

En los escritos de Julio Cortázar lo natural parece extraño y lo extraño parece natural. Utilizando la cercanía, en medio de situaciones triviales el narrador despierta la ternura para descubrir que existe la gracia o la magia en la vida.

Amante del jazz y fanático del box, a los ocho años se convirtió “en un niño excesivamente lector”, cuenta Warnken. Nació en Bruselas, pasó su vida principalmente en París, y quizás esa es la razón por la que su literatura está influida por la libertad y el juego de la corriente surrealista.

Abandonó su trabajo como profesor de literatura en la Universidad de Cuyo, y se dedicó a la traducción una vez que llegó Perón al poder en Argentina. Años más tardes, el autor de Bestiario (1951) sería el encargado de mostrar un lado novedoso en la rutina de la vida del ser humano, porque su estilo parte de la base de que a partir de un evento cotidiano puede surgir algo maravilloso.

Si bien algunos lo criticaron por cambiar su camino literario por uno más político dentro del marxismo, “todo lo hizo con absoluta entrega, era como un niño en un cuerpo de adulto”, añade Warnken.

 

La irrupción de lo inédito se establece como su sello personal: un hombre que vomita conejos (“Carta a una señorita en París”) o una presencia extraña en la casa de una pareja (“Casa tomada”) y homenajes a saxofonistas como Charlie Parker (1920-1955) son situaciones que forman parte de su literatura, la que entrelaza el miedo, la inquietud y lo fantástico. Pero no hay que olvidar que lo lúdico juega un rol fundamental en su obra.

Una de las fuentes de inspiracion para Cortázar sería el jazz. En la foto Charlie Parker, un saxofonista que crearía su banda a fines de los 40, junto a Miles Davis y a otros músicos de la época. Créditos: uDisoverMusic.

Con Rayuela (1963), el escritor marca un hito en la experiencia que tiene un lector con una novela que investiga el azar: se pueden crear múltiples inicios y finales para experimentar con las vidas de un grupo de exiliados latinoamericanos.

Incluso en momentos de duelo, Cortázar sabe jugar y jamás se rinde ante el tiempo cuando relata el simple movimiento del un reloj en Historias de cronopios y de famas (1963). Crea una literatura que entrecruza la realidad y la fantasía para entrar en el azar humano, e incluso inventa su propio idioma, de cierta forma como lo hizo el poeta argentino Oliverio Girondo.

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