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El poco explorado vínculo entre alimentación y política

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POR Fernanda Valiente |

Platón y Aristóteles relegaron el gusto a un lugar ínfimo. Pero Cristián Warnken lo rescata en esta conversación con la periodista y filósofa Valeria Campos.

Hace unos 10 años, la cocina entró en el discurso cultural. Sin embargo, falta un largo camino por recorrer.

“Me parece que hoy los discursos públicos de alimentación aún adolecen de cierta frivolidad o de un aura asociada a lo lúdico. También a lo doméstico. Pero a todo esto le falta el énfasis político”, dice la filósofa y periodista de la PUCV Valeria Campos, quien imparte el curso ‘Comer y pensar’ en Desde El Jardín, de Radio PAUTA.

Poco a poco, las cenas familiares en el comedor fueron reemplazadas por platos preparados en piezas. Pero hay ciertos ritos que no pueden ser erradicados. 

Para que haya familia, dice Hegel, tiene que haber amor. En sus escritos sobre el cristianismo dice que no hay un gesto de amor ni de amistad más manifiesto que el compartir alimentos. Uno no comparte alimentos con un enemigo”, dice.

¿Qué gesto más íntimo de incorporar a otro? Es la manera en la que uno se hace hijo de Dios para el cristianismo. Es un gesto de unión único. Es un vínculo que va más allá de lo simbólico. Es material.

Falta de políticas públicas

“¿Cómo ha sido nuestro destino en relación con la comida?”, pregunta Cristián Warnken.

“Los procesos políticos requieren pensar de cómo se alimenta la población. La alimentación le pertenece a la política incluso en sus esferas más reflexivas”, afirma Campos.

Sin embargo, Chile presenta un atraso en este ámbito. “Por eso he realizado los cabildos de la alimentación en Valparaíso y ahora espero que en la Constitución se pueda discutir al menos el derecho a la alimentación”, explica.

La globalización

En el mundo hay una tendencia de homogeneización en torno a los platos procesados, parte del capitalismo. La comida industrial irrumpió, pese a que Chile es un país de materias primas. “Pero en chileno ingiere comida en sobre“, dice la periodista.

Uno de los aspectos más relevantes tiene que ver con el desarrollo del gusto. La tradición y la identidad son atacadas por los sabores industriales. “He hecho experimentos en colegios, donde los niños prueban frutillas y después leche de frutilla. Y es una constante que ellos prefieren la segunda opción”, dice.

La cocina pública es el lugar de sociabilidad. “Se discuten de los temas más banales a los más importantes. Por eso los cierres de los restaurantes es lo que más me preocupa”, expresa.

Un consumo colectivo

¿Pero cuál podría ser entonces el camino a seguir indicado para erradicar la despersonalización con los alimentos? Para Valeria Campos hace falta un consumo colectivo. “No puede ser que compremos solo para nosotros y consumamos individualmente. Esto implica a que las comunidades se organicen administrativamente para consumir en conjunto”, sostiene.

Tras la colectivización de los productores, se solucionó el primer punto con las cooperativas agrícolas. Pero el consumo individual permanece, y eso implica que algunas comunidades no puedan mejorar su alimentación, porque no tienen el poder adquisitivo para entrar al mercado donde tienen los mejores alimentos.

Revise la conversación con Valeria Campos