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Diecisiete años sin Nina

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POR Fernanda Valiente |

En PAUTA recordamos a la gran música estadounidense, que en 1999 decía: “Canto desde la inteligencia. Canto haciéndoles saber que sé quiénes son ellos. […] La rabia tiene fuego, y el fuego mueve a las cosas”.

Simone habla de forma pausada. Recuerda a Bach, piensa en la política. Se luce tocando el piano. Usa una sombra de ojos dorada y un collar de perlas que le da varias vueltas en el cuello. Viste un vestido negro de terciopelo, con cuello alto y sin mangas. Tiene dos centímetros de pelo. Ríe mirando fuera de cámara.

“Solo cuando el público está listo, toco para ellos. [Juzgo ese momento] desde mi cabeza y mis instintos”, dice Nina Simone.

“Cuando se sube al escenario a cantar, ¿qué pasa por su mente? ¿Solo cantar?”, pregunta Tim Sebastian, el presentador de BBC HARDtalk, el programa de entrevistas del medio británico multiplataforma.

“Conmover a la audiencia. Hacer a la gente consciente de lo que se le ha hecho a mi gente alrededor del mundo”, responde Simone.

“Entonces, ¿canta desde la rabia?”, inquiere él.

“Canto desde la inteligencia. Canto haciéndoles saber que sé quiénes son ellos. […] La rabia tiene fuego, y el fuego mueve a las cosas”.

Es una entrevista de 1999. La cantante y activista estadounidense recorre una carrera intensa. Ella es el jazz, aunque siempre se sintió más ligada al folk. Ella es música.

Van solo 7 minutos de la entrevista, saca un cigarro y pide un encendedor. 

Un cáncer mamario, contra el cual batalló por años, provocó su muerte el 21 de abril de 2003. Hace 17 años.

De tocar piano en la iglesia al activismo callejero 

Su primer amor fue el piano e inició su práctica tocando en la iglesia. A pesar de que tuvo una base cristiana, en la entrevista se declara una creyente universal. Porque “la oveja necesita seguir algo, por eso creo en todas las religiones”, le explica al presentador de BBC HARDtalk. Quizás este ideal fue representado en el eclecticismo de su repertorio musical.

Posteriormente entraría a una de las academias artísticas más prestigiosas del mundo para profundizar su técnica: la escuela Juilliard en Nueva York. De ella salieron rostros como Viola Davis, Jessica Chastain, Robin Williams, Kevin Spacey y Adam Driver. Sin embargo, Simone debió dejarla al no tener los medios.

Luego de Nueva York —donde sería vecina de Malcolm X, se mudaría a Filadelfia con su familia para intentar ingresar al Instituto de Música Curtis. Fue el rechazo de esta institución lo que la llevó a explorar el jazz, el blues y el folk. Un submundo con ganancias difíciles y muchas veces esquivas, pues de los 90 dólares que ganaba tocando en los clubes, 50 dólares se los pasaba a sus padres. 

En ese camino, su primera inspiración en la música dedicada a la lucha racial sería Marian Anderson (1897-1993), pero no olvida mencionarle al presentador de la BBC que su compositor favorito fue Johann Sebastian Bach.

En 1957 lanzaría el sencillo “I love you Porgy”, un hit en la época, que mantiene un tono nostálgico y romántico. En ella se aprecia su tono contralto, acompañado por un tenue piano. 

Surgiría su identidad como artista. Eunice Kathleen Waymon se adjudicó el nombre de Nina, de la palabra en español “niña”, que vino del sobrenombre que usaba su novio de la época. Su apellido artístico nació de la actriz francesa Simone Signoret

Y si la fama de Simone estalló en los sesenta, en esta década se acercó al activismo del Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos.

Conoció y marchó junto a Martin Luther King e incluso le compuso una canción. Las marchas de Alabama y de Washington fueron solo algunas a las que asistieron.

Sin embargo, cuando Luther King murió en 1968 Simone se desencantó con el movimiento. “Lloré por dos semanas”, dice en la entrevista. Más tarde, no dudaría en dejar Estados Unidos por el racismo que recibía “solo por cruzar la calle” y al declararse perseguida por el FBI. Lo retrata en su autobiografía I put a spell on you (2003).

“¿Estabas asustada por todos los asesinatos? Jack Kennedy y Robert Kennedy, por ejemplo. ¿Creía que vendrían por usted?”, recuerda Sebastian.

“No solo eso. El FBI me perseguía”, responde ella.

“Tenían un expediente de usted”.

“Mmm. En Washington”.

La vulnerabilidad de la artista

Al momento de subir al escenario, Simone se unía plenamente con el piano. Solo su voz y ese instrumento eran necesarios para cautivar al público. El ritmo, las letras melancólicas y la melodía suave creaban un ambiente de armonía que dejaba un silencio profundo.

A la artista le molestaban las interrupciones. Y no dudaba en expresarlo, como se muestra en el documental de Netflix What Happened, Miss Simone (2016).

En una oportunidad amenazó con un cuchillo al representante de una compañía discográfica que no le quería pagar. Porque siempre fue difícil conseguir el pago.

“Hay un reporte de que sacó un cuchillo en una reunión de negocios”, señala Sebastian.

“¡Así fue!”, parece recordar indignada. 

“¿Por qué?”.

“Porque, ¡maldita sea!”, dice y mira a alguien fuera de cámara con cara de culpa. “Era una compañía discográfica que robó mis álbumes y no me querían pagar. Fueron a Suiza y me dijeron que no pagarían y yo les dije ‘oh, sí lo harán’. Y conseguí un arma. ¡Era un arma, no una pistola! Los seguí a un restaurante ¡y lo intenté matar!”. 

En el largometraje también se revela la debilidad emocional frente a su expareja Andy Stroud, quien la representaría. Es verdad. Su tutela la convertiría en una artista reconocida a nivel mundial, pero su relación personal la destruiría por los abusos que sufrió de su parte.

Simone le entregaría al mundo más de lo que este le pudo devolver. Tras viajar por el globo viviendo en países como Liberia, moriría el 21 de abril de 2003 en su casa en la comuna francesa de Carry-le-Rouet. No obstante, en la entrevista con la BBC se mostraría satisfecha con los logros de su vida, pese a que tuvo que “sacrificar su vida amorosa por la música”. 

“La vida parece que le jugó en contra”, señala Sebastian.

“¡No!”, se apresura Simone en responder. “No diría eso. Mi música siempre ha vivido en mí. Y he tenido algunas relaciones amorosas que vivieron en mí. La vida no me ha salido mal. No. No tengo reclamos acerca de mi vida”, asegura.

Su música no fue el único regalo, sino también la idea de luchar por el bien. Simone no fue perfecta. “Mi madre fue una de las mejores entretenedoras de todos los tiempos. Pero pagó un gran precio”, afirma su hija Lisa Simone, quien también fue víctima de violencia y aparece entre los entrevistados del documental

Visite la casa donde creció la artista  

La casa de Simone, ubicada en el pueblo de Tryon, es un tesoro nacional del Fondo de Preservación Histórica de Estados Unidos. Por ende, a través de la extensión de Arte y Cultura de Google se puede acceder a un tour digital, narrado por la cantante de jazz Nnenna Freelon, nominada cinco veces a los Grammy.

De un solo piso y de color blanco, fue un hogar rodeado por la naturaleza. Entre medio de dos ventanas rectangulares se encuentra el pequeño piano gastado de Simone. En frente tenía su escritorio y arriba de este cuelga una cruz.

Su imagen permanece viva a través de su página web, donde un tal Aaron Overfield actualiza las últimas noticias sobre cómo la artista sigue influyendo en el mundo.

Además, se puede revivir su música a través de Spotify, donde se encuentran 47 álbumes para disfrutar. Entre ellos recopilaciones de clásicos, versiones remasterizadas y conciertos.

Para tiempos de pandemia, parece inescapable recordar su trabajo con la playlist “Work From Home With Nina Simone”. Se puede disfrutar de clásicos como “Feeling good” y “Don’t let me be misunderstood“. Y también “I put a spell on you”.