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Columna de Fernando Tapia: “Sin hinchas el fútbol muere”

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Agencia Uno / PAUTA
POR Andres Sepúlveda |

“Los dueños del fútbol chileno no han demostrado sentido de urgencia para enfrentar la violencia y han dejado pasar mucho tiempo”, dice Fernando A. Tapia.

Según Estadio Seguro, organismo del que aún no se entiende bien para qué ha servido, el año pasado asistieron a los 240 partidos de la Primera División poco más de un millón de personas, con un promedio de 4.500 espectadores por encuentro.

En Chile el fútbol se está haciendo cada vez menos popular, al menos en las tribunas. Y la razón más poderosa tiene que ver con la seguridad.

Para el hincha ir al estadio es correr un riesgo. El espectáculo se hace peligrosamente menos familiar, porque hoy asistir a un recinto deportivo está quedando reservado a fanáticos, valientes o arriesgados.

El 2022 ha sido hasta ahora uno de los peores años en la batalla contra la violencia en los recintos deportivos, y los hechos de esta temporada amenazan con empeorar las estadísticas. En poco más de un mes, nuevamente, los actos delictuales han marcado la agenda del fútbol chileno. Como en rigor ha ocurrido en las últimas tres décadas, porque el fenómeno simplemente no se ha querido abordar con firmeza y decisión.

Los primeros responsables son los clubes y sus dirigentes. Son ellos los que no han querido avanzar en medidas concretas, realizando por ejemplo inversiones en los estadios que permitan un mejor control. Los guardias de seguridad que contratan dan pena, en general sin la preparación para enfrentarse a delincuentes organizados, y abandonados a su suerte, como quedó demostrado esta semana cuando un cortejo fúnebre simplemente entró como Pedro por su casa en el Estadio Monumental.

Ni hablar de las relaciones subterráneas que se establecen con las barras bravas. Las normas que prohíben la relación con estos grupos son simplemente letra muerta. La rendición ante los violentistas es evidente, agravado por la inacción del Estado. Es verdad que el fútbol no escapa de lo que acontece en el resto de la sociedad, donde asistimos a una grave crisis provocada por la delincuencia, pero el fútbol no se puede subir por el chorro, porque la verdad es que se ha actuado con absoluta negligencia y complicidad durante los últimos 30 años.

Hoy la solución se limita a la restricción de los aforos y a la prohibición de ingreso a los hinchas visitantes, asumiendo el fracaso absoluto para distinguir a los verdaderos fanáticos de los delincuentes.

El escándalo es mayúsculo, porque los clubes, sus dirigentes, y también las autoridades, saben quiénes son los que cometen delitos en los estadios, o al menos tienen las herramientas para identificarlos, perseguirlos y encerrarlos. Lo que no tienen es valentía para hacerlo. No es un secreto que muchos de los líderes de estas organizaciones ilícitas camufladas en las barras, son contratadas después por los mismos políticos para que actúen como brigadistas a sueldo para las campañas electorales. Qué mejor ejemplo que Pancho Malo, que después de ser expulsado de la dirección de la Garra Blanca, encontró un nuevo trabajo en la arena política.

No es el único caso, lo que puede explicar la mano blanda con la que la autoridad enfrenta a estas organizaciones. El hincha verdadero es discriminado, sometido a una pésima experiencia en los estadios, mientras es testigo cómo los delincuentes cuentan con todos los beneficios y manga ancha para actuar a su completa voluntad al interior de los recintos deportivos.

Los dueños del fútbol chileno no han demostrado sentido de urgencia para enfrentar la violencia y han dejado pasar mucho tiempo, seguramente pensando que la seguridad es un costo que se debe mantener a raya para no alterar los presupuestos. Pero al mismo tiempo dando cuenta que no son conscientes que en el fútbol los equipos los hacen los hinchas, como dijo Marcelo Bielsa, lo único insustituible en este deporte. En algún momento se darán cuenta que dejar las cosas como están es un muy mal negocio, y entonces sí, cuando les afecte el bolsillo en serio, actúen con decisión en la dirección correcta. Ojalá que no sea demasiado tarde, porque el público se está alejando del estadio. ¿Para qué arriesgar? Mejor lo ve por televisión y se ahorra el dinero de la entrada. Pero, ojo, sin hinchas, el fútbol muere.