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El juego de la ilusión

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PAUTA / Andrés Sepúlveda
POR Andres Sepúlveda |

“Azul Azul estaba asediado y mágicamente reapareció el sueño del estadio”, dice Fernando A. Tapia: “dejó en segundo plano el debate por la contratación de jugadores identificados con los archirrivales”.

El 8 de enero del año pasado, en entrevista con el diario La Tercera, el presidente de Azul Azul, Michael Clark, aseguró que llevaban seis meses trabajando en el proyecto de un estadio para la “U”, pero aclaró que sólo habrían anuncios cuando tuvieran cosas concretas que contar. Aunque no había nada muy claro, la sola referencia al sueño de la casa propia sirvió entonces para que los hinchas dejaran atrás la traumática experiencia de la temporada 2021, en las que el equipo azul estuvo muy cerca de perder la categoría, e iniciara el nuevo año recargando nuevamente la ilusión, alimentada con la vieja y conocida receta de siempre: la promesa del estadio.

Es curioso que un año después de esa entrevista, una vez más apenas unos días después de año nuevo, el tema se haya revivido, ahora, a través de un comunicado en el que se asegura que la concesionaria se ha puesto como meta concretar durante el primer semestre de 2023 la adquisición de un terreno que sirva para la edificación de “infraestructura deportiva”.

No se habló de un estadio, ya que esa parte quedó para la rápida y fácil imaginación de los hinchas, y a la interpretación de los medios de comunicación, ayudados con algunos trascendidos que desde la propia dirigencia de Azul Azul se hicieron llegar a algunos periodistas. La pregunta cae de cajón: Si no había nada concreto que anunciar ¿por qué recurrir nuevamente al manoseado tema del estadio? Y de ser efectivo el interés de construir un recinto deportivo para la “U” ¿Por qué torpedear desde adentro el proyecto haciendo trascender incluso el posible lugar donde se levantaría?

Lo cierto es que, sea cual sea la respuesta, los hechos demuestran que Azul Azul está lejos de la premisa marcada por su presidente hace un año, y se han hecho anuncios sin nada concreto, generando una estridencia lejos del bajo perfil que necesita una operación como ésta.

Todo muy raro y que alimenta otra teoría, la de los incrédulos, como yo. Porque a esta altura respecto de este tema es mejor aplicar sólo una máxima: ver para creer. En cuatro décadas el hincha de la “U” ha sido engañado con la promesa del estadio. Han habido proyectos que han terminado en rotundos fracasos, y falsas profesas que simplemente han sido utilizadas como estrategias de distracción. Porque basta que a un hincha de la “U” se le hable de la posibilidad de la casa propia para que su cabeza vuele de imaginación, su corazón se hinche de ilusión y rápidamente se olvide de las penurias del momento.

En otras palabras, los dirigentes han utilizado el sueño del estadio como la más efectiva cortina de humo que se conozca en el fútbol chileno. Por eso es un ejercicio interesante revisar qué otras noticias o informaciones en relación con Azul Azul ocurrían casi al mismo tiempo en que en la prensa se volvió a poner en el tapete lo del estadio. Y allí está la respuesta.

En los mismos días en que el medio en general se refería por enésima vez a la posibilidad de un recinto deportivo para la “U”, la concesionaria daba cuenta ante la Comisión del Mercado Financiero (CMF), del pago de la totalidad de la deuda que la CORFUCH mantenía con la Tesorería General de la República, con lo que, de acuerdo con el convenio, Azul Azul extendía la concesión de la administración del club de fútbol hasta el año 2052. Es decir, la cuestionada sociedad anónima aseguró tres décadas más de control en el equipo universitario, justo cuando desde diversas organizaciones de hinchas han planteado fórmulas de recuperación del club y en el parlamento está pendiente la reforma a la ley que rige a las empresas en el fútbol.

El pago lo hizo luego de la emisión de un bono, es decir cambiar deuda por deuda, con el que pudo recaudar casi 14 mil millones de pesos, comprometiendo un porcentaje de los ingresos de televisión por los próximos diez años. También en los mismos días en que la distracción estaba puesta en el posible estadio, se produjo la renuncia de Carolina Coppo al directorio de Azul Azul, representante de la casa de estudios que decidió dar un paso al costado, cansada por un estilo de conducción autoritario del grupo Sartor y denunciando además la existencia de un directorio paralelo en el que se toman verdaderamente las decisiones en la “U”.

La ilusión de un estadio hizo que muchos hinchas dejaran de lado sus críticas al alza de precios de los abonos, puestos en venta por Azul Azul pese a no saber con certeza cuántos partidos podrá jugar en Santiago. Y dejó en segundo plano el debate por la contratación de jugadores identificados con los archirrivales como Matías Zaldivia y Cristopher Toselli, y por contrapartida el portazo a una figura muy querida por la hinchada como Marcelo Díaz. Un innombrable genio de la propaganda dijo alguna vez: “si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”. Azul Azul estaba asediado y mágicamente reapareció el sueño del estadio. El viejo juego de la ilusión.