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La agonía de “O Rei”

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POR Andres Sepúlveda |

“Pelé es el primer súper atleta del fútbol, un jugador que combinó su gran potencia física con la habilidad y la inteligencia”, dice Fernando A. Tapia.

La vida de Pelé se apaga lentamente. Los médicos que lo tratan en una clínica en Sao Paulo aplican solo tratamientos paliativos. La imagen publicada antes de Navidad por su hija Kely Nascimento, dándole un abrazo conmovedor en su lecho de enfermo, tienen desde entonces en vilo a todo el mundo.

Es duro decirlo, pero el desenlace fatal es cuestión de tiempo, ya que su situación crítica es irreversible. O Rei, bautizado así por la revista francesa Paris Match luego de su consagratoria actuación en el Mundial de Suecia en 1958, donde se transformó en principal figura en el primer título del mundo de Brasil con solo 17 años, mantiene desde entonces un estatus que hasta ahora nadie ha podido arrebatarle con absoluta claridad: el de ser considerado el mejor futbolista de todos los tiempos.

Es el único jugador que ha ganado tres campeonatos mundiales con su selección. Con solo este dato bastaría para cerrar todo tipo de discusión. Pero el debate continúa abierto, ya que en la mesa de Pelé también se sientan Diego Armando Maradona y, desde ahora, Lionel Messi.

Tres generaciones distintas, que han impactado en tres momentos diferentes al fútbol mundial, por lo que un consenso es prácticamente imposible. Cada uno con sus características y virtudes seguramente merecen ese reconocimiento. Pero hay algo que juega a favor del crack brasileño y que va más allá de los tres títulos mundiales y todas las demás estadísticas: todo con lo que sorprendieron muchos otras estrellas de este deporte a lo largo del tiempo, Pelé lo hizo primero.

Edson Arantes Do Nascimento se convirtió en mega estrella del Santos de Brasil y de su Selección, precisamente porque hizo del fútbol un espectáculo que conquistó la mirada de millones de aficionados en todo el planeta, sin el impacto que hoy permiten la televisión y las redes sociales.

Pelé es el primer súper atleta del fútbol, un jugador que combinó su gran potencia física con la habilidad y la inteligencia. Goleador innato, desarrolló una capacidad técnica hasta ahora inigualable, tenía la capacidad de manejarse con sus dos piernas, es decir, un ambidiestro de lujo, y un rechazo que lo convirtió en uno de los mejores cabeceadores del mundo.

Podía definir con asombrosa facilidad dentro del área, pero también con disparos de distancia. La potencia de su remate era una marca registrada, con balones de cuero tres veces más pesados que los actuales.

Pelé se impuso en un fútbol muy distinto al actual, cuando no existían las tarjetas amarillas y los rivales tenían manga ancha para pegar, y con una ley del Off Side que te dejaba adelantado estando en línea. Su extraordinaria condición física le permitieron imponerse y explotar todos sus grandes recursos técnicos. Fue un maestro del engaño.

Su regate corto y salida en velocidad, una marca registrada, de la que bien harían las nuevas generaciones de observar en los archivos audiovisuales para comprobar que lo que mucho hoy les asombra, los fanáticos del pasado ya lo habían visto. También su enorme precisión en el control del balón.

Abundan las imágenes de cómo era capaz de amortiguar con el pecho una pelota lanzada desde 50 metros para luego dejarla dormida a sus pies. Con Pelé en la cancha todo era impredecible. Cuando caminaba con el balón podía venir un pase largo al vacío que terminaba en gol de un compañero. Si se paraba, sus rivales temblaban porque era capaz de arrancar vertiginosamente donde veía un espacio; y se venía lanzado en velocidad, mostraba una facilidad sorprendente para frenar en seco, dejando a los rivales pasar de largo.

Un futbolista completo, inventor de jugadas, que incluso llegó a jugar cuatro partidos oficiales como arquero, obviamente en situaciones de emergencia. La más célebre fue la semifinal de la Copa de Brasil de 1963 ante Gremio de Porto Alegre, donde ocupó el puesto de guardavallas tras la expulsión del portero del Santos. Tras haber marcado un triplete, Pelé se puso en el arco en el minuto 86, y sacó dos balones que le permitieron a su equipo ganar el partido 4 a 3, y avanzar a la final del torneo en el que a la postre se consagró campeón. Un crack que por decisión propia desarrolló prácticamente toda su carrera en su país.

El Santos fue el equipo de toda su vida, su lugar en el mundo, además de la Selección brasileña. Rechazó una oferta del Real Madrid, y en el 2014 recibió el balón de oro honorífico, un trofeo que hasta 1995 estuvo reservado solo a futbolistas europeos que jugaban en el viejo continente, porque de lo contrario podría haber acumulado fácil 6 o 7 de ellos, especialmente en los años de su máximo esplendor, cuando alzó tres copas del mundo en los cuatro mundiales en los que participó.

Terminó su carrera en el Cosmos de Estados Unidos, en el primer intento de ese país por popularizar el fútbol en sus fronteras, aprovechando su condición de ídolo mundial, el primero también en firmar los más espectaculares contratos publicitarios. Hoy la vida de Pelé se apaga, pero sus hazañas estarán para siempre en la historia. Es la agonía O Rei, del único y verdadero Rey del fútbol.