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Azul y Negro S.A.

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Agencia Uno
POR Eduardo Olivares |

“Azul Azul está siguiendo peligrosamente el camino de Blanco y Negro con una guerra civil cuyas consecuencias ya observamos en el clásico rival”, dice Fernando A. Tapia en su nueva columna.

Rafael Dudamel, el técnico de la Universidad de Chile, es hoy el foco de tensión en el equipo azul tras sus polémicas declaraciones en las que criticó la forma en que Azul Azul ha conformado el plantel para la temporada 2021. El venezolano explotó al sentirse permanentemente expuesto a la crítica de los hinchas, según él, sin siquiera tener capacidad de decisión en los nombres. Pésima forma de iniciar el año futbolístico que solo viene a confirmar la severa crisis interna por la que atraviesa la institución.

Quienes creen que las palabras del entrenador son únicamente parte de una “pataleta” circunstancial con el objetivo de convencer a los regentes para la llegada de más refuerzos se quedan cortos. Más bien es la demostración empírica de un problema más profundo y que está emparentado en forma directa con una descarnada y subterránea pugna de poder en la que están involucrados al menos dos importantes directivos. El botín: la presidencia de Azul Azul.

Dudamel se siente huérfano de apoyos. Sabe mejor que nadie, porque así lo siente y se lo hacen sentir, que su estabilidad laboral está permanentemente amenazada. De hecho, nadie en el club ha asumido abiertamente la responsabilidad de haberlo contratado.  Se tiran la pelota de un lado a otro. Nadie quiere cargar con el costo político que implicaría un nuevo fracaso deportivo.

En la “U” se habla a través de trascendidos. Los periodistas reciben información interna con el compromiso de no revelar la fuente, y dependiendo de dónde venga, los dardos apuntan al actual presidente Cristián Aubert y al expresidente y actual director José Luis Navarrete. Soterradamente se sacan los ojos; es una bolsa de gatos.

El próximo 17 de marzo se cumplirán dos años de la renuncia a la presidencia de Carlos Heller, quien luego de recibir amenazas de muerte, según denunció, optó por salir de la primera línea conservando su paquete mayoritario de acciones (63,07%). En su lugar dejó a José Luis Navarrete, con quien mantiene una amistad de juventud,  pero que es criticado internamente por no tener las competencias para el cargo. Sin pensarlo, llegó al más alto cargo del club, y con el tiempo se llegó a entusiasmar con seguir una larga carrera directiva. Pero sus planes se desmoronaron, especialmente cuando a Heller se le presentó la oportunidad de vender su participación en Azul Azul. Sorprendido, Navarrete tuvo que dejar la presidencia, muy a su pesar, quedando con un dejo de desilusión por la decisión del máximo accionista.

Los futuros compradores habían propuesto un gobierno de transición con Cristián Aubert a la cabeza, un ejecutivo que ya tenía un paso por la “U” bajo el mandato de Federico Valdés y José Yuraszeck, nada menos que los principales enemigos internos del propio Heller. Negocios son negocios. Pero finalmente la venta no se concretó por la sospecha de que tras la oferta por las acciones estaban importantes empresarios del fútbol o representantes. Las desconfianza quedó patente cuando Aubert, en representación de la “U”, tuvo que entregar su voto en las elecciones de la ANFP acompañado por un notario. En otras palabras, el controlador de Azul Azul no estaba muy seguro  de que el presidente al que instaló iba a seguir el compromiso asumido con uno de los candidatos.

Heller se vio atrapado por la circunstancia deportiva. Por él hubiese cambiado en ese momento de presidente, pero optó por la cautela para no generar una nueva crisis directiva cuando el equipo se estaba jugando su permanencia en la primera división. Incluso llegó a trascender que uno de los gerentes deportivos, Rodrigo Goldberg, agradaba al controlador como posible sucesor de Aubert, una vez que las aguas estuviesen más calmadas. Pero entremedio Navarrete no ocultó su deseo de regresar al poder. Entonces, como si fuese una batalla electoral, se desencadenó una guerra sucia. En radio Cooperativa “una fuente” del directorio se quejó de que Navarrete estaba “aportillando” el trabajo de Aubert, culpándolo por ejemplo de la contratación de Dudamel. El expresidente guardó silencio público, pero reservadamente hizo saber su sospecha con un ataque interno en el que vio un complot de la dupla Aubert-Goldberg en su contra. Walter Montillo desveló un nuevo capítulo al declarar en público que el día de su despedida, en plena cancha del Estadio Nacional, Navarrete le dijo a su señora que si él hubiese estado de presidente, el volante argentino hubiera seguido en el club.

La polémica desatada por Dudamel no es un hecho aislado. Simplemente ha quedado en medio de la batalla, y como nadie está dispuesto a asumir el costo de su nombramiento, su trabajo carece de la convicción directiva en ambos bandos, lo que se traduce es un abandono a sus peticiones y exigencias.

Azul Azul está siguiendo peligrosamente el camino de Blanco y Negro con una guerra civil cuyas consecuencias ya observamos en el clásico rival. Carlos Heller debe tomar una decisión y dejar atrás su ostracismo directivo. Es momento de poner orden.

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