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Y ahora a lo nuestro

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PAUTA / Andrés Sepúlveda
POR Andres Sepúlveda |

“No hay nada que pueda igualar la sensación de pertenencia”, dice Fernando A. Tapia: “nos dejamos llevar por la ficción, la fantasía y la alucinación de que todo va a ser diferente”.

Este fin de semana se inicia una nueva temporada de la primera división del fútbol chileno. Habrán pasado 75 días desde la última jornada del campeonato 2022, tiempo en el que las miradas de los hinchas estuvieron concentradas en el mundial de Qatar.

El torneo de selecciones nos dejó a todos con un paladar muy exigente, el que con seguridad deberemos adaptar de golpe a nuestra humilde y hasta triste realidad. En rigor, el año futbolístico comenzó con la disputa de la final de la Supercopa entre Colo Colo y Magallanes, y el histórico triunfo de la Academia en tanda de penales. El partido jugado en Viña del Mar no estuvo tan mal desde el punto de vista del espectáculo brindado, pero de alguna manera la imagen del enorme trofeo, desarmándose en plena ceremonia de festejos, además de las ordinarias cintas adheridas con parches blancos, pueden ser un reflejo de lo desprolijo y rasca que puede llegar a ser nuestra competencia profesional. Es un detalle, es cierto, pero es un ejemplo de lo mal que estamos.

Mucho más grave ha sido que instancias decisivas en los últimos campeonatos de la primera división se han terminado por resolver en el escritorio. Así se salvó del descenso Huachipato en 2021, y Deportes Antofagasta fue condenado el año pasado. En Chile está siendo mejor negocio para los clubes contratar buenos abogados, para ganar partidos por secretaría en el tribunal de disciplina, que un buen futbolista que se transforme en un aporte para el equipo.

Esto debe ser abordado por la ANFP con sistemas de control y fiscalización más eficientes que permitan que los resultados se resuelvan siempre en la cancha. Éste debe ser una desafío ineludible para el año futbolístico que se inicia. El mundial nos dejó varias lecciones de las que ojalá podamos recoger algo.

Nuestro torneo necesita urgentemente ponerse más a tono con el fútbol moderno, donde la intensidad y la velocidad del juego aparecen como indispensables para mantener la atracción del espectáculo. Sin eso es muy probable que los niveles de interés, especialmente en las nuevas generaciones, sigan una curva descendente.

Hay una masa creciente de nuevos fanáticos que cada vez más prefieren seguir las competencias europeas, donde están las grandes figuras del fútbol mundial y se juega a otro ritmo. La distancia con los clubes propios se ha acentuado dado el mal trato que en Chile sufre el hincha, entre otras cosas, con partidos carentes de emoción, la falta de seguridad en los estadios y los precios desmedidos de las entradas.

Hay dirigentes, que cegados por el negocio, abusan de la fidelidad y la pasión de los seguidores de un club. Un par de ejemplos: pasó con Deportes Copiapó, cuadro que este año jugará por primera vez en sus 23 años de historia en la división de honor. Tras conseguir su ascenso en una liguilla en la que contó con el apoyo irrestricto de la ciudad, llenando el estadio en sus partidos de la liguilla final, su directiva fijó precios prohibitivos para el debut ante Colo Colo: ¡20 mil pesos por una galería!. Oferta y demanda, dijeron.

Pero fue tal la molestia y las críticas de la gente, que al final tuvieron que rebajar el valor del ticket, aunque igual las fijaron en 15 mil pesos. Difícil ir en familia, sobretodo en época de crisis económica. También pasó en la “U”, cuyos hinchas han sido abiertamente maltratados con campañas paupérrimas en los últimos cuatro años, y condenados a una persistente condición de nómades, ante la imposibilidad de utilizar el Estadio Nacional como recinto para sus partidos de local. Sin saber a ciencia cierta cuántos partidos podrán jugar en Santiago, los dirigentes de Azul Azul no encontraron nada mejor que elevar los precios de los abonos. Impresentable.

Ciertamente hay muchos otros problemas más graves que aquejan al fútbol chileno, varios de los cuales son estructurales que no se resolverán de la noche a la mañana. Pero también sucede que cada vez que se inicia un torneo, se produce la ilusión de que seremos capaces de mejorar. De que por fin volveremos a retomar el rumbo y que, ahora sí, el campeonato nacional será capaz de generar el entusiasmo generalizado en el medio. Que aparecerán nuevas figuras y surgirán otros ídolos.

Porque, a fin de cuentas, más allá de las precariedades de nuestra competencia y la admiración que provocan los torneos europeos y las ligas top de Sudamérica, no hay nada que pueda igualar la sensación de pertenencia. Soñar no cuesta nada, aunque en Chile los dirigentes del fútbol nos hagan bajar rápidamente a la realidad. Pero mientras tanto, nos dejamos llevar por la ficción, la fantasía y la alucinación de que todo va a ser diferente, como cuando comienza un nuevo año. Como decía Julio Martínez Prádanos, “y ahora a lo nuestro”.