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El Mundo por Delante: la huella de Madeleine Albright en la política exterior de EE. UU.

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POR Eduardo Olivares |

La exsecretaria de Estado falleció recientemente a los 84 años. “Los amigos de Putin son personas como Bashar al Asad, Alexander Lukashenko y Kim Jong-Un”, dijo en su última columna, recuerda Alberto Rojas.

Vladimir Putin debe saber que a Rusia no le iría bien, incluso con sus armas nucleares, en una segunda Guerra Fría. Se pueden encontrar aliados sólidos de Estados Unidos en casi todos los continentes. Mientras tanto, los amigos de Putin son personas como Bashar al Asad, Alexander Lukashenko y Kim Jong-Un“.

Esta reflexión es parte de la última columna que la exsecretaria de Estado Madeleine Albright publicó en The New York Times, un día antes de que Rusia iniciara la invasión de Ucrania. Y que deja en evidencia la aguda capacidad de análisis que la caracterizó.

Albright, quien falleció recientemente a los 84 años, producto de un cáncer, marcó la política exterior de Estados Unidos durante la última década del siglo XX. Hija de refugiados checos, desarrolló una destacada carrera académica en la Universidad de Georgetown, hasta que el presidente Bill Clinton la nombró embajadora en Naciones Unidas, cargo que ocupó entre 1993 y 1997.

Posteriormente, Clinton la nombró secretaria de Estado, transformándose así en la primera mujer en ocupar este cargo, entre 1997 y 2001.

Las guerras en Chechenia, en Bosnia-Herzegovina y Kosovo, así como la fallida intervención en Somalia, fueron algunos de los grandes desafíos que debió encarar durante el gobierno de Bill Clinton. Y frente a los cuales considerada que Estados Unidos podría haberse involucrado más.

Del mismo modo, Albright se convirtió en la primera autoridad estadounidense en visitar Corea del Norte, oportunidad en la que se reunió con Kim Jong-Il, padre del actual gobernante.

Entre sus numerosos libros destacan Madam Secretary, que recoge sus años en la administración Clinton, pero también Fascismo, una advertencia, en el que dedica un capítulo completo a Vladimir Putin. Una figura que conoció en persona en febrero de 2000, cuando viajó a Rusia, y que en ese entonces le dijo que entendía la caída del Muro de Berlín, pero que no esperaba la desintegración de la Unión Soviética.

Un aspecto que Albright no dejó pasar en su última columna, al recordar que “Putin está avergonzado por lo que le pasó a su país y está decidido a restaurar su grandeza”.

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Alberto Rojas es director del Observatorio de Asuntos Internacionales de la Universidad Finis Terrae.