El auge de los clubes de lectura en Chile: no son solo una moda
De moda entre celebridades y en auge en bibliotecas y centros culturales, los clubes de lectura se consolidan como espacios de encuentro, conversación y comunidad, donde leer se transforma en una experiencia compartida que trasciende la soledad del libro.
Los clubes de lectura dejaron de ser un pasatiempo reservado para unos pocos y hoy se consolidan como un fenómeno cultural en auge que apunta, entre otras cosas, a construir comunidades en torno a los libros e intereses comunes.
Las redes sociales ayudaron a masificar el acceso a clubes de lectura y se hicieron populares, de la mano de los clubes creados por celebridades como Oprah Winfrey, Dua Lipa o Sarah Jessica Parker. Sin embargo, hoy se replica en biblioteca municipales, centros culturales y espacios comunitarios, donde leer en compañía se transforma en una experiencia social y colectiva.
De Oprah a Dua Lipa: los clubes de lectura de las celebridades
En 1996, Oprah Winfrey fundó uno de los clubes más famosos del mundo, recomendando cada mes un libro a través de su programa y plataformas digitales. Sarah Jessica Parker siguió la tendencia con SJP for Hogarth, en alianza con la editorial Hogarth Press, donde promueve literatura contemporánea e internacional.
La cantante Dua Lipa también se sumó con Service95, un espacio que no solo recomienda libros, sino que abre conversaciones sobre sostenibilidad, bienestar y política global. Incluso, su recomendación de La mala costumbre de Alana S. Portero convirtió la novela en un éxito de ventas en pocos días.
La actriz Reese Witherspoon también tiene su club de lectura llamado Hello Sunshine con más de un millón de seguidores
Una práctica antigua que se reinventa y adquiere nuevas formas
Aunque hoy parecen una moda, los clubes de lectura tienen raíces históricas muy antiguas. Como ejemplo, se puede citar la práctica de lectura grupal que en el siglo XIX, los llamados “poetas malditos” franceses, Baudelaire, Rimbaud, Verlaine y Mallarmé, realizaban en torno a su escritura de poemas.
La diferencia es que, en la actualidad, las redes sociales han multiplicado la visibilidad de estas comunidades y han instalado al libro como un objeto de seducción cultural, que se puede comentar, incluso virtualmente.
En Chile, el Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas impulsó en 2024 la creación de clubes con foco en la socialización. Para los adultos mayores, estos encuentros representan un espacio de conversación, reflexión y compañía, además de fomentar la lectura.
Comunidades que perduran
Marcelo González, doctor en Literatura y académico de la Universidad Católica, coordina junto a Manuel Peña el club “Molinos de viento”, que funciona hace 12 años en el Centro Cultural España. Allí participan unas 40 personas, la mayoría mujeres. Cada año se renuevan muy pocos integrantes, lo que ha permitido crear lazos estables y una comunidad de confianza.
“Lo importante no es ser experto en literatura, al contrario, solo es necesario tener ganas de leer”, comentó González a Pauta y destacó que una de las gracias de este tipo de clubes es que quienes participen sean lectores comunes y corrientes; no se necesita ser experto ni estudios de profundización.
Cada enero envían la lista de libros para organizar el calendario anual y, en cada sesión, se introducen conceptos muy sencillos que ayudan a los partcipantes a profundizar la lectura.
Leer como forma de socializar
El perfil mayoritario de los clubes de lectura es femenino. Según los organizadores de distintos clubes, esto se debe a factores culturales: los hombres aún sienten reticencia a exponer sus emociones e intimidad a través de la literatura, sin embargo, hay consenso que respecto de la edad, los grupos son transversales y todos aportan desde su mirada y experiencia lectora.
Incluso, a nivel de tendencia, ya hay estudios que afirman que para la Generación Z, leer se ha convertido en “el nuevo salir”: un plan que combina ocio, reflexión y socialización en torno a la lectura.
“Compartir lo que provoca la lectura”
Más allá de su masificación, los clubes de lectura llenan un vacío: el deseo de compartir lo que provoca un determinado libro, y nutrirse al mismo tiempo de las impresiones que en otros, provocó el mismo libro.
No es casualidad que los teóricos posmodernos sostengan que cada lector, en el acto de leer, reescribe el libro a partir de su propia interpretación y análisis. De ahí proviene la idea de que existen tantas versiones de una obra como lectores que la leen.
En un tiempo donde la lectura suele vivirse en soledad, estas instancias revalorizan lo colectivo, fomentan el pensamiento crítico y devuelven al libro un espacio central en el desarrollo personal.