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A los locales gourmet de EE.UU. les duele la guerra comercial

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Bloomberg
POR Maria del |

Los nuevos aranceles de Trump afectarán a las importaciones europeas de productos como las aceitunas españolas, el vino francés y los quesos italianos.

Las guerras comerciales del presidente Donald Trump han alterado el cálculo de algunas de las decisiones más importantes que dan forma a la economía mundial, desde los bancos centrales hasta las corporaciones globales. Y algunas menos importantes también, tales como dónde almorzar en Los Ángeles.

Los nuevos aranceles de Trump entran en vigor el viernes: un cargo del 25% a las importaciones gourmet de Europa, como el vino francés, el queso italiano, las aceitunas españolas o el whisky escocés. El presidente, que ha llevado la confusión a los mercados con sus campañas comerciales, tiene esta vez el respaldo de la Organización Mundial del Comercio. Dice que la medida para imponer aranceles a US$ 7.500 millones de productos europeos es una represalia justificada contra los subsidios a los aviones de Europa.

En el mercado y restaurante Monsieur Marcel, en el histórico Mercado de Agricultores Original de Los Ángeles, los clientes disfrutan de bandejas de queso personalizadas y tablas de charcutería a la hora del almuerzo. Su propietario, Stephane Strouk, dice que probablemente tendrá que subir algunos precios como resultado.

Un trozo pequeño

Algunos clientes son lo suficientemente ricos como para no objetar (o ni siquiera darse cuenta) si los aranceles suben un poco la cuenta, dice Strouk, quien sirve vinagre de 100 años a US$ 850 la botella. Pero son una minoría, señala.

“El impacto será para las personas a las que les gusta comprar un pequeño trozo de queso”, dijo Strouk.

Alrededor del 60% de lo que vende procede de Europa, y dice que los aranceles reducirán sus márgenes.

Strouk está gestionando un envío, dice, sin saber exactamente cuánto será el coste adicional hasta que pase por la aduana. “Solo espero que no le afecte”.

Consumir locamente

A pocos kilómetros de distancia, en Sqirl, un vibrante servicio de mostrador con colas que llegan fuera del establecimiento, la propietaria, Jessica Koslow, puede darse el lujo de estar más relajada.

Tras su comienzo como fabricante de mermeladas, Koslow adoptó un modelo “de la granja a la mesa” cuando abrió el local. La mayoría de sus proveedores están a poca distancia.

“Me siento protegida de la guerra comercial de alguna manera”, dice ella. “Soy partidaria de comprar localmente”.

Aun así, no es completamente inmune. Koslow dice que el queso Comte, que su menú ofrece como complemento por entre US$ 2 y US$ 3 para sándwiches u tortillas, está hecho con leche de vaca del este de Francia, y sería difícil sustituir su sabor “elegante”. Tampoco ve buenas alternativas al chocolate suizo “suave” o los vinos europeos.

“No es justo”

Aunque les afecta de manera diferente, ambos restaurantes dicen que ven la complejidad de las disputas comerciales.

Strouk, un francés que emigró a Estados Unidos hace décadas, dijo que no es fan de los subsidios a la aviación en su Europa natal. “No es justo”, dice, y expresó la esperanza de que se pueda llegar a un acuerdo. “¿Pero por qué golpear las comidas gourmet?”

A Koslow le preocupa que otros países respondan con sus propios aranceles, lo que podría afectar a los agricultores que compra. “No me gustaría ver un gran impacto a los productores locales”, dice.

En su próxima aventura, Koslow podría estar más expuesta. Tiene previsto abrir un nuevo restaurante, que se llamará Onda, a finales de este mes cerca de la playa en Santa Mónica, con la famosa chef mexicana Gabriela Camara.

El establecimiento servirá, entre otras cosas, paltas y mariscos mexicanos de la península de Baja California, el tipo de importaciones que Trump estaba amenazando con gravar hace solo unos meses. Koslow describe su nuevo restaurante como una colaboración “que desafía las fronteras”.