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Carta a los profesores de Chile

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Pixabay/PAUTA
POR Eduardo Olivares |

“El pensamiento de Mistral sobre educación debiera ser nuestro evangelio, a él debiéramos volver una y otra vez, como quien vuelve a la fuente”, dice Cristián Warnken en esta carta.

Queridos  profesores y profesoras de Chile:

En este el día del profesor, quiero compartir con ustedes algunas reflexiones sobre el acto sagrado de enseñar. Y digo sagrado, a pesar de lo caduca que para muchos pueda sonar la palabra “sagrado” hoy, porque fue la gran maestra de Chile, Gabriela Mistral, la que insistió en sacralizar nuestra tarea, y digo nuestra, porque yo también soy profesor.

En tiempos de desacralización del mundo, tiempos donde la técnica parece haber desplazado a las humanidades y ser hoy el centro de nuestra civilización, tiempos en que todo se convierte en información, en flujos vertiginosos de información y el algoritmo es el nuevo logos que lo gobierna todo, tiempos en que incluso (como lo dice el filósofo Byung-Chul Han en su último libro No-cosas) la realidad física desaparece subsumida en la realidad virtual, leer a Gabriela Mistral, esta metafísica de la materia, cantora de las cosas y los elementos, la poeta con los pies bien puestos en la tierra, es una manera de resistir. Resistir esta demencia digital en curso que parece llevárselo todo, incluida nuestra forma de relacionarnos, de ver el mundo y desde luego de educar.

Los profesores no podemos ser meros observadores pasivos de esta claudicación de la realidad ante la “matrix” en la que nos vamos internando. A quienes han planteado, con ingenuo optimismo, que las pantallas nos van a reemplazar y desaparecerán las aulas, debemos ser capaces de mostrarles que el arte de enseñar es tan sutil, tan delicado, tan cara a cara y alma a alma, que no podrán jamás las frías superficies de las pantallas tocar eso que toca la palabra, la voz y la presencia de un profesor o profesora. Resistir esa tecnificación extrema de lo humano es resistir un nuevo nihilismo, un nihilismo que amenaza con devastar las comunidades, los afectos, el mundo interior, todo aquello que se resiste a ser convertido en mera cifra o planilla de cálculo. La técnica, cuando deja de ser medio o instrumento y comienza a modificar radicalmente la vida, deja de ser neutra y, entonces, ahí debemos tomar partido, tener posturas. Heidegger dijo que aún no “habíamos pensado la técnica” y ese es el peligro más grande: cuando algo no pensado nos excede y va más rápido que nuestra capacidad de reaccionar y actuar ante su dominio.

Gabriela Mistral y niños. Créditos: Biblioteca Nacional
Gabriela Mistral y niños. Créditos: Biblioteca Nacional

Hoy, más que nunca, las humanidades, la filosofía, la poesía, el arte, el “pensar meditativo” son fundamentales, como contrapeso al dominio absoluto de un pensar calculante desbocado. Todo eso es Gabriela Mistral: pensar meditativo que se demora junto a las cosas y los seres, amor por la palabra viva, amor por la tierra (“en el principio era la tierra”, dijo), pensadora de la educación entendida como oficio sagrado, el más importante y tal vez antiguo de los oficios. ¡Cómo necesitamos hoy maestros! Como profesores debemos aspirar a acercarnos lo más posible a ser esos maestros que Mistral reclama para el mundo. La ausencia de maestros produce una sensación de orfandad y han sido los maestros los que en las grandes crisis del mundo, a lo largo de la historia, han producido un salto de conciencia para superar esas crisis. Pensemos en Lao-Tsé, Confucio, Jesús, Buda, Qohéleth y tantos otros. Parece imposible colocarlos a ellos de referentes: pero Mistral insiste en subir la vara: lo que necesita nuestro mundo hoy con urgencia hoy no son instructores (los computadores son instructores), sino maestros. No necesitamos más conocimiento (hoy el conocimiento abunda y nos sobrepasa), lo que necesitamos es más sabiduría. Por eso, la educación requiere ser pensada de nuevo, para que vuelva a tener sentido en el momento que estamos viviendo como civilización y como Tierra amenazada.

El pensamiento de Mistral sobre educación debiera ser nuestro evangelio, a él debiéramos volver una y otra vez, como quien vuelve a la fuente, para devolvernos la mística y el hondo sentido de nuestra tarea, cuando nos amenaza el cansancio, la decepción y el sinsentido. Gabriela Mistral es nuestra tierra firme, nuestro sentido común, ese que no manejan los tecnócratas de la educación que planifican sin mirar los rostros de los niños y lejos de las escuelas. Y, al mismo tiempo, ella no nos invita al conformismo, nos remece como profesores, nos pide alejarnos de toda queja fácil y sobre todo del resentimiento y del desencanto, nos pide –¡qué exigente es!– pelear por causas de fondo, más que por puras mejoras salariales: “Los maestros que anuncian por aquí paros por duplicar salarios, debieran echarse a la huelga siquiera una vez por cosas que no sean dineros inmediatos”, dice. Nos pide poner siempre la mirada en el horizonte, en el niño mismo como centro: “El niño es ahora”, insiste. O sea, urgencia suma. “Señor: hazme perdurable el fervor y pasajero el desencanto. Arranca de mí este impuro deseo de justicia hacia la faena que hago, que aún me turba, la mezquina insinuación de protesta, que todavía sube de mí, cuando me hieren”. ¿Está diciendo que hay que aceptar todas las injusticias, los “ninguneos” de la sociedad con los profesores? ¿Está invitando a la resignación, al conformismo? No. Está exigiendo de nosotros un salto de conciencia, que nos convirtamos en protagonistas de la educación, que recuperemos nuestra dignidad autoexigiéndonos excelencia, evitando toda tentación de mediocridad, porque esa es la única manera de pararnos con autoridad ante los burócratas de la educación que solo ven cifras y nunca rostros.

Pensamientos pedagógicos de Gabriela Mistral
“Pensamientos pedagógicos”, de Gabriela Mistral. Disponible en la Biblioteca del Congreso Nacional.

Somos artistas –eso nos enseña Gabriela Mistral–, escultores de almas, no simples pasadores de materia. La educación no es una mercancía. Quien quiera convertirlo en eso está violando su carácter sagrado: “Acuérdate que tu oficio no es mercancía sino que es servicio divino”. En un tiempo como el nuestro, que ha intentado mercantilizar al extremo nuestra educación, estas palabras de Mistral suenan como la de Jesús expulsando a los mercaderes del templo.

Hoy otro peligro –que ya enuncié al comienzo de esta carta– es la pantallización total de nuestros alumnos, su alejamiento del contacto con experiencias reales, del contacto con la naturaleza, del desarrollo de sus sentidos. Mistral en eso es radical: educada ella misma desde niña en el Valle del Elqui, se siente una privilegiada de haber aprendido el mundo en un contacto directos, físico con cosas, seres, la luz, el aire, el cielo, la tierra. En las grandes megápolis, los niños no tienen esa posibilidad de “escuela al aire libre”, viven hacinados, sin áreas verdes y la pantalla se ha ido convirtiendo en sucedáneo de su familia, sus amistades y su entorno. Mistral elogia la infancia rural: “Si yo hubiera de volver a nacer en valles de este mundo, con todas las desventajas que me ha dejado para la vida entre ‘urbanos’ mi ruralismo, yo elegiría cosa no muy diferente de la que tuve entre unas salvajes quijadas de cordillera […] Para conservar sentidos vívidos y hábiles, siquiera hasta los doce años, a saber distinguir los lugares por los aromas; por conocer uno a uno los semblantes de las estaciones; por estimar las ocupaciones esenciales que son, precisamente, las bellas, de los hombres antes de conocerles las suplementarias y groseras: el regar, el podar, el segar, el vendimiar, el ordeñar, el trasquilar”.

Mistral nos muestra lo fundamental que es volver a la tierra, a la que hemos dado la espalda con una educación centrada en las abstracciones, en un conocimiento intelectual sin raíces, desarraigado. Es urgente sacar a nuestros niños de las prisiones de las pantallas, y llevarlos a ese laboratorio abierto que es nuestra geografía. Volver a la tierra y descentralizar la educación. La provincia, lo rural como modelo de vida y enseñanza. ¿Regresión? No. Eso es el futuro. Gabriela Mistral es una adelantada: nos hemos alejado demasiado de la tierra, la sabiduría y la poesía: es hora de regresar, antes de que sea tarde. Los grandes cerebros de Silicon Valley inscriben a sus hijos hoy en escuelas donde se hacen huertos, y el arte está en el centro, y no hay pantallas, porque ellos saben (porque son los que crean los programas y dispositivos digitales) la intoxicación virtual masiva a la que están sometidos hoy los niños en el mundo.

¿Cuándo dejaremos de copiar lo que se hace afuera y nos atreveremos a crear a algo propio? El pensamiento pedagógico de Gabriela Mistral está ahí a nuestra disposición para repensar la educación, para repensar el sentido de nuestro oficio, que es hoy el más importante de todos. O cambiamos el mundo desde la educación o seremos solo espectadores pasivos del mundo que viene creado por otros, en otras latitudes.

Queridos queridas maestras y maestros de Chile: un abrazo a cada uno y una, hasta en los rincones más alejados de nuestra loca geografía. A todos ustedes que siguen soñando, creando, enseñando y también aprendiendo, héroes anónimos de ese futuro que se llama ahora: el niño. Gabriela Mistral dijo de nosotros, los profesores: “No somos aprendices sino de amor, comencemos pronto”. ¡Aprendices de amor! Qué hermosa definición de la tarea de enseñar. Porque, afirmó enfáticamente Mistral: “Si no amas, no conocerás el universo, porque el árbol, el mar y la noche no son entendidos sino por el amador”.

Amadores y amadoras de Chile: ¡Feliz Día!

Desde mi jardín, Cristián Warnken

Cristián Warnken es el anfitrión de Desde El Jardín, de Radio PAUTA, de lunes a viernes a partir de las 20:00 horas. Escúchelo por la 100.5 en Santiago, 99.1 en Antofagasta, y por la 96.7 en Valparaíso, Viña del Mar y Temuco, y véalo por el streaming en www.PAUTA.cl