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Carta de Cristián Warnken: Querido e “imperfecto” amigo

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POR Alejandro Repenning |

“Ellos creen, en una parte de sí mismos, y lo han creído desde hace tiempo, que son superiormente moralmente a tu generación y confían en su propia pureza con una convicción que estremece” dice Cristián Warnken en esta carta.

Querido e “imperfecto” amigo:

No voy a dar tu nombre, para evitar exponerte a la funa o la denostación que, lamentablemente, campea en nuestro “sector”, al que llamaré de la “centroizquierda”, aunque sea éste un concepto bastante difuso y vago y que, tal vez, haya que redefinir, a la luz de lo que hemos vivido estos últimos años.

Tu fuiste parte de la generación que le tocó gobernar al comienzo de la transición, justo después de la dictadura. Tenían la misma edad o incluso menos que la nueva generación que hoy gobierna. Me acordé mucho de ti al escuchar las desafortunadas declaración de un ministro que volvió a ese discutible ejercicio de denostar a las generaciones anteriores a la suya para proclamar-sin pudor alguno-la supuesta superioridad moral de este “joven gobierno” sobre la de los “viejos”, los “padres” de los que ellos creen son los peores años de nuestra historia reciente, los famosos y deplorables (así nos han dicho hasta el cansancio) “treinta años”.

No fueron declaraciones espontáneas, errores de un momento, de esas por las que uno puede pedir disculpas después. No. Se trata de un relato construido y sentido, un discurso elaborado teóricamente, luego convertido en slogans, consignas y en propaganda. Sobre ese relato y discurso construyeron su identidad, por oposición a los que los precedieron. La gratitud y el reconocimiento no está en sus genes. Por eso, no fue un simple arrebato, esas declaraciones destempladas e insolentes son algo que le salieron del alma al ministro, en un momento comunicacional en que encontró un espacio de relajo para sincerarse.

Ellos creen, en una parte de sí mismos, y lo han creído desde hace tiempo, que son superiormente moralmente a tu generación y confían en su propia pureza con una convicción que estremece. Su soberbia ha demostrado ser inversamente proporcional a su talento para gobernar. Los errores flagrantes, los chascarros continuos, seguidos de detractaciones sin fin, desnudan que no eran mejores que los querían sepultar y ojalá olvidar, sino que, al menos, eran tan humanos y falibles como sus antepasados. Y se han dado cuenta de a poco (así espero) que gobernar no es tuitear y que la realidad siempre hace que nuestras ensoñaciones o ilusiones de poder manejarla y cambiarla terminan por estrellarse y hacerse añicos. Y que como Icaros que querían tocar el sol con el dedo, ahora se dan cuenta que sus alas pueden deshacerse y que, si no escuchan la advertencia de los Dédalos, los espera el abismo allá abajo. Gobernar es duro, rugoso, exigente y los defectos que podían disimular cuando se eran dirigentes estudiantiles o candidatos, en el palacio de gobierno se amplifican.

¿Tendrán más compasión -ahora que les ha tocado vivir y “bailar con la fea”, más comprensión con los que los precedieron?. Debieran conversar más con el pasado, con los fantasmas de Alessandri, Frei, Ibáñez del Campo y tantos otros que seguramente los estarán pensando en los fríos pasillos del palacio construido por Toesca, en este invierno plagado de errores de principiantes.  

¿Se habrán dado cuenta que no se puede empezar de nuevo sin un diálogo con nuestros padres, abuelos y bisabuelos “de piedra”? ¿Entenderán que esas estatuas de presidentes y héroes, están por algo ahí paradas, mirándolos? ¿O creerán todavía que hay derribarlas a todas?

Querido amigo: la diferencia entre tu generación (la que gobernó en la transición) y ésta, es que ustedes fueron más humildes y menos atolondrados y soberbios, no creían que “se las sabían todas”, se dieron cuenta que había que darse un tiempo para aprender como funciona el Estado y tuvieron plena conciencia de la responsabilidad inmensa que significa gobernar un país. Tal vez porque venían de una experiencia de mucho sufrimiento, de exilio, cárcel, persecuciones, porque experimentaron el sabor amargo de la derrota y vivieron la experiencia traumática de lo que significa perder la democracia.

Esta generación tan segura de sí misma, y que parece mirar desde el hombro para abajo a los “viejos” no parece tener muchas derrotas en el cuerpo, ni grandes carencias, y no ha tomado conciencia que para gobernar a los otros hay que partir por gobernarse a sí mismo. No han leído mucho a Marco Aurelio (emperador que se encontró con el poder muy joven y se hizo asesorar por mayores, por sabios) y demasiado a Chantal Mouffe y Laclau, teóricos de la política que probablemente nunca siquiera han gobernado un municipio.

Esta soberbia y superioridad moral les está saliendo caro: la Convención constituyente mostró esa soberbia y superioridad moral en todo su nefasto esplendor. Buenismo e iluminismo van muchas veces de la mano. Los balazos que la Ministra del Interior escuchó esa mañana que intentaba internarse en Temocuicui debieron haber bastado para despertarlos de este ensueño adolescente. Pero no, volvieron a creer que las redes sociales son la realidad, volvieron a sumergirse y anestesiarse en ellas, en sus sueños y ensueños digitales, olvidando ese verso memorable de W. Yeats, de que “después de los sueños, comienzan las responsabilidades”.

¿Cuándo dejarán de mirarse en el espejo y preguntarle “¿quién de estos contornos es el más hermoso?”, creyéndole todo lo que éste les responde?. Ahora parecen niños perdidos en el bosque, en el bosque de las duras pruebas del poder. Pero en algún momento hay que abandonar la infancia y la adolescencia para darse cuenta que la historia no es un cuento de hadas. No se trata en volverse cínicos o corromperse, sino ser más humildes, saber que no somos portadores del bien concentrado en nosotros mismos, sino que -como nos enseñó el psicoanalista Carl. G Jung- tenemos todos nuestra propia “sombra” dentro de nosotros y que lo más fácil y cómodo es proyectarla afuera, en los otros. Que somos todos, como nos dijera Nicanor Parra “un embutido de ángel y de bestia”. No se puede ser Peter Pan toda la vida.

Maquiavelo dijo esa frase feroz de que para hacer política hay que tener que sentarse incluso con el diablo con conversar… tal vez se refería al propio diablo que está dentro de todos. Los que terminan creyendo que el Bien está de su lado, pueden terminar convirtiéndose en comisarios, o grandes inquisidores. Los que saben que el Mal no sólo está afuera, sino adentro, entienden que la pureza sólo existe en los manuales de totalitarismo y en personajes tan peligrosos como Savonarola o Lenin.

Creo, querido amigo, que muy pronto estos jóvenes gobernantes irán a golpear tu puerta y las puertas de tu generación para pedirles ayuda, consejo. No hay otra salida a esta crisis. Espero que no una visita para generar una noticia o un tuit o una selfie sino que un genuino intento de ir a escuchar. Escucharlos a  ustedes para que les cuenten su historia, lo que fueron esos años de gobierno en la difícil transición. Como hijos pródigos deben volver. Pero para ser hijos pródigos hay que dar un salto de conciencia, no sólo decirlo “de la boca para afuera”… ¿Tendrán la calma y disposición para hacerlo? Espero que sí, que los porrazos que se están dando con la realidad, los baje del púlpito desde donde han predicado su “buena nueva”, señalando con el dedo a todos los que no creen en ella.

Ojalá eso ocurra o los años que vienen serán muy duros para Chile, más de lo que ya son hoy día. Necesitamos gobernantes que calmen y ayuden a disminuir el sonido y la furia ambientes, no necesitamos jefes de campañas o de asambleas, necesitamos “niños viejos” como el sabio chino Lao-Tsé (así lo llamaban), que reciten en voz alta este poema de Blaise Cendrars:

“Yo era un adolescente en aquel tiempo

Mi adolescencia era ardiente y loca

mi corazón ardía alternativamente como el templo de Efeso o Moscú

al ponerse el sol.

Y yo era tan mal poeta

Que no sabía ir hasta el fondo”

“Ir hasta el fondo” –esa es la tarea más urgente para esta nueva generación que nos gobierna. Al fondo de nuestra propia historia republicana y al fondo de sí mismos, para saber que los que nos antecedieron fueron imperfectos, nosotros lo somos y los que seguirán también lo serán.

¡Y que ojalá nunca un “perfecto” nos gobierne!

¡Que vivan los imperfectos! 

Te saludo desde mi jardín, “imperfecto” amigo.

Cristián Warnken es el anfitrión de Desde El Jardín, de Radio PAUTA, de lunes a viernes a partir de las 20:00 horas. Escúchelo por la 100.5 en Santiago, 99.1 en Antofagasta, y por la 96.7 en Valparaíso, Viña del Mar y Temuco, revívalo en Spotify, y véalo por el streaming en www.PAUTA.cl y por el canal PAUTA TV en YouTube.