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Alguien se engaña y no sólo es el Presidente

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Agencia Uno
POR Andres Sepúlveda |

En una democracia, los pueblos tienen los gobiernos que se merecen porque el que decide -aunque usted no lo crea- es el ciudadano.

¡Ay, el verano de 2022! ¡Qué bueno fue el verano de 2022! Era estupendo levantarse por la mañana y sentirse como un rockstar, como el hombre más querido y deseado de Chile. También el más poderoso. Esos tres meses entre la victoria de la segunda vuelta y la toma de posesión del presidente electo es el mejor tiempo que puede tener un humano en la vida: el pueblo te acaba de elegir presidente y tu ni siquiera tienes que levantarte temprano porque tus responsabilidades no empiezan hasta el 11 de marzo. Es como ser príncipe heredero a plazo fijo porque en La Moneda se sigue llevando las bofetadas el tipo gracias al cual tú has ganado la votación.

Creo que escribí una columna recomendándole a Gabriel Boric que disfrutara de ese verano, que no tendría otro mejor en su vida. Espero que lo haya hecho. Si no se ha dado cuenta aún, es importante que tome nota porque el verano de 2023 no va a ser igual.

La encuesta Cadem dice que el presidente ha batido su récord de impopularidad: 70% desaprueba su gestión y apenas un 27% la aprueba. Es cierto que todavía está lejos del 84% de desaprobación que alcanzó Sebastián Piñera a finales de 2019, pero es el peor resultado para un presidente en su primer año de mandato desde que se lleva la cuenta. Y lo peor: el pesimismo nacional aumenta en todos los registros.

Por eso la nostalgia del verano de 2022 es profunda. Porque el juguete nuevo, perdió el brillo. Todos los que entonces esperaban que su dedo se posara sobre ellos y los ungiera algo, ya no lo tienen tan claro. Hasta Irina se ha ido de La Moneda. Los que querían que los gobernara tienen dudas sobre su capacidad de mandar. Los poemas no saben si quieren ser leídos por los ojos del hombre con la banda tricolor. Los sillones, que parecían tan cómodos, protestan cuando se sienta encima.

Hoy, cuando hasta los juglares que escribían las columnas más dulces para sus oídos se tornan roedores malencarados porque resulta popular criticar los errores del presidente, llegó la hora de crecer, de pegar el estirón, de dar la talla porque todavía le quedan más de tres años en el cargo.

Cuando lo eligieron, los chilenos sabían que iban a tener que pagar el precio de la curva de aprendizaje de Gabriel Boric y su orquesta. No vale que el 70% diga ahora que no le gusta o que reniegue de él. Alguien miente y se engaña aquí, y no es sólo el presidente.