Carta de Cristián Warnken a Lucy Oporto
“En estos tiempos de incontinencia verbal, incluso a los supuestamente sensatos, se les puede salir, en un tuit, de adentro, un inquisidor o un comisario”, dice Cristián Warnken.
He leído el tuit que Alfredo Joignant ha escrito sobre usted, “ninguneándola”. Uso expresamente el verbo acuñado por Gabriela Mistral, una poeta y pensadora (como usted) que nunca tuvo aprecio por la intelectualidad oficial, la de la academia. El profesor Joignant dice que a usted “nadie la conoce ni lee en la academia como una intelectual interesante: una extravagancia(…). Y hay méritos para existir en el mundo intelectual: Lucy Oporto no los tiene, en la academia se sabe y se mide quien es quien”.
“Quién es quién”-dice Alfredo Joignant. Fuerte afirmación. Dicha en nombre de una “academia” que podría determinar-según él- quién vale intelectualmente y quién no.
Ya una vez hizo lo mismo conmigo-en la pandemia- sumándose con entusiasmo a un ataque de alguien en redes en mi contra y tuiteó: “Extraordinaria columna sobre la lamentable degradación de Warnken a quien no logro descifrar ni comprender”. ¡Sólo porque había entrevistado al entonces Ministro de Salud Jaime Mañalich, me acusó de que me había “degradado”! … Nunca había escuchado hasta entonces que uno se “degradara” como entrevistador por el solo hecho de entrevistar a un ministro. Extraña lección de periodismo quiso darme entonces. Eran los tiempos en que muchos señalaban a Mañalich como el culpable de las muertes por Covid. Poco menos que había que llevarlo a la Corte Penal Internacional, como a Piñera. A Maduro y Castro, por supuesto que no. Así actúan los dueños de la verdad y la superioridad moral en estas latitudes.
Que categórico y descalificador Joigant cuando tuitea, a pesar de tener o cultivar una imagen de intelectual de izquierda lúcido y sensato. En estos tiempos de incontinencia verbal, incluso a los supuestamente sensatos, se les puede salir, en un tuit, de adentro, un inquisidor o un comisario. El de Joignat pareciera ser un comisario leninista, el que degrada personalmente al que quiere anular, sin nunca ir a los argumentos.
Ahora, quiere condenarla a usted a la inexistencia o irrelevancia en el ámbito intelectual. Así son muchos “intelectuales” progresistas en nuestro país: alardean sobre la diversidad, pero practican la intolerancia y la cancelación, dentro del mundo académico (de hecho, han secuestrado algunas de las universidades públicas del país) y también a través de las redes sociales… Su progresismo bienpensante suele esconder pulsiones totalitarias.
Está claro que hay algo que les resulta insoportable en usted a muchos de ellos, y por eso se empeñan en ridiculizarla o caricaturizarla. Vieja táctica leninista. Y yo le voy a decir qué es lo que les molesta tanto de sus escritos y entrevistas: es el hecho de que usted siendo de izquierda, es una pensadora libre, valiente, lúcida, insobornable, que no ha sucumbido al pensamiento único que está devastando el mundo académico y la cultura. Usted no se ha entregado a la peligrosa tentación de la unanimidad. Y sobre todo les irrita el que usted fue de los pocos intelectuales que supo develar la verdadera esencia del octubrismo, mientras la mayoría de los intelectuales de este país se mostraron hechizados ante él, romantizando la violencia destructiva del espacio público que tanto daño le ha hecho al país y al pueblo que ellos han dicho representar. Y lo hizo con una profundidad y sensibilidad notables, con una originalidad que se destaca sobre las ideas hechas. Es que usted reverbera-me parece-sobre la línea de flotación media del empobrecido debate nacional.
Su artículo “Lumpenconsumismo; saqueadores y escorias varias: tener, poseer, destruir”, escrito entre octubre y noviembre del 2019, en pleno “estallido” quedará como uno de los análisis más certeros y lúcidos y en muchos sentidos, profético, hasta poético diría y su lectura será obligatoria para quien quiera más adelante, estudiar lo que le pasó a Chile en esas fechas. Cómo no les iba a doler a nuestros “bienpensantes” que usted les mostrara que detrás de la privatización del espacio público por las “primera líneas”, se manifestaba la peor cara del neoliberalismo, la de la pulsión de tener, poseer pero también destruir (derivación tanática de lo mismo). Usted dejó al desnudo la brutalidad travestida de idealismo, la barbarie pintada de justicia, la mentira autoproclamada como verdad.
Y lo hizo con citas de un monje y asceta cristiano del siglo IV d.C, Evagrio Poncio y con una referencia a Violeta Parra, entre otros. Más que un texto sobre la actualidad, ese ensayo parece una radiografía al Alma enferma de Chile. Un texto deslumbrante, escrito en otra cancha que la del debate politiquero. Una prosa lúcida y doliente sobre lo que estaba sufriendo en silencio el Chile profundo, sin que nadie dijera nada… Su voz emergió como una flor extraña en el pantano “chilensis”. Se hablaba mucho entonces de que “Chile despertó”; usted me hizo recordar a Heráclito de Efeso quien afirmaba que los hombres estaban “despiertos dormidos” y que sólo la filosofía era capaz de mantenerlos en vigilia. Usted trajo esa vigilia en medio de la “noche oscura” del Alma de Chile en Octubre del 2019.
Recuerdo perfectamente cuando alguien me envió dicho texto, mientras nuestras ciudades, sus iglesias, bibliotecas y edificios patrimoniales ardían por el fuego de unos pirómanos convertidos en héroes por periodistas, intelectuales y políticos que estuvieron dispuestos a echar por la borda nuestra democracia sólo para complacer sus ensueños jacobinos y en algunos casos nihilistas. Hubo intelectuales que le dieron piso teórico a esa violencia destructiva; otros, guardaron ominoso silencio, haciéndose cómplices de un aquelarre de odio que nos mostró nuestra propia Sombra (hablo en clave junguiana). Usted ha sabido mostrarnos esa Sombra (que llamó el “alma negra” de Chile) que una izquierda radical quiso siempre encontrar en sus adversarios, pero nunca en sí misma. Izquierda siempre víctima, pero ahora devenida en octubre del 2019 en victimaria. ¡Cómo no iban a odiarla!
Pero quiero que sepa que ese texto nos hizo a muchos no sentirnos solos y nos ayudó a no abdicar ante ese “delirio chileno” que infestó nuestras calles de fealdad, mentira y resentimiento. Usted fue una de las primeras resistentes ante una ola de inconsciencia colectiva, de irresponsabilidad política y de cobardía intelectual. Qué valiente había que ser entonces para arriesgarse a enfrentar a los comisarios e inquisidores que proliferaron por todas partes. Una luz de libertad y de honestidad nos llegaba desde Valparaíso, territorio ensombrecido y devastado por esa alianza entre lumpen, barras bravas y primeras líneas. Era la luz de un espíritu refinado, pensante, el suyo, que vale mucho más que el “reconocimiento de la academia” que Joignant antepone a la consecuencia ética e intelectual.
Usted es de la estirpe de Jorge Millas, otro intelectual insobornable nuestro, que no se dejó encandilar ni por los maximalismos de la izquierda en década del 70 ni por la universidad vigilada de la dictadura. Ese es su nivel como intelectual pública, como pensadora auténtica y genuina, es un nivel que está por encima de el de muchos académicos que han convertido las universidades y la cultura en un coto de caza de sus ideologismos sesgados y simplistas… Sin usted en escena y otros pocos más, contados con los dedos de las manos, el panorama espiritual e intelectual de Chile sería desolador. Usted nos ha devuelto la esperanza en la figura del pensador o pensadora que reflexiona lo más lejos posible del poder, de todos los poderes fácticos (de izquierda o derecha).
Un verdadero intelectual no dedica su tiempo y energías sólo a coleccionar “papers” indexados, sino a cultivar sus propias ideas que no buscan aplausos fáciles de la galería (ese circo en llamas), ni a degradar en Twitter a quien ose pensar distinto del coro de los unánimes. El pensamiento con profundidad, con raíces, es al mismo tiempo muy frágil y vulnerable en tiempos donde predomina la “espuma” o la “cháchara de altura”, de la que hablaba Georges Steiner. (toda esa jerga cantinflesca e identitarista que ha infestado lo académico). Pero “quien piensa lo más hondo, ama lo más vivo”-decía Hölderlin. Usted piensa lo más hondo y está conectada con lo más vivo de lo mejor de la cultura chilena, que no es ni farándula ni primera línea. Usted es de lo mejor de esa posta de insobornables nuestros, incluida Mistral, que han tenido que enfrentar el “peso de la noche” de la intelectualidad resentida, los que Mistral identificó tan bien en su tiempo. Ella decía de ellos: “bachilleres, postulantes eternos a empleos, que llena pasillos de Ministerios(…)hombres unilaterales, sin la visión de unidad de la vida que debe caracterizar a los intelectuales; pesimistas que se han hinchado de odio y desaliento. (…)”
Hoy abundan esos hombres unilaterales y postulantes eternos a puestos del Estado y escasean los que crean pensamientos propios.
Crear pensamientos propios requiere un tiempo que no existe en la carrera académica por los doctorados, los papers y las becas Fondecyt. De eso se trata: de “carrera académica”, no de camino del pensamiento. Ellos son los maratonistas del intelecto, usted es una caminante del espíritu. Y se desesperan, porque usted llega más lejos que ellos. ¿Quién cultiva hoy el espíritu en nuestras Universidades dirigidas por rectores y decanos que acampan para “acompañar” y contener las tomas? ¿Se puede cultivar el espíritu libre y crítico en un ambiente así?
Ante esos “doctores” locales que ahora osan ningunearla, usted puede decirles lo que dijo alguna vez Nietzsche: “he salido de las casas de los doctos, y además he dado un portazo a mis espaldas. Durante mucho tiempo mi alma estuvo sentada hambrienta a su mesa; yo no estoy adiestrado al conocer como ellos, que lo consideran un cascar nueces. Amo la libertad y el aire sobre a tierra fresca; prefiero dormir sobre pieles de buey que sobre sus dignidades y respetabilidades. Yo soy demasiado ardiente y estoy demasiado quemada por pensamientos propios, a menudo me quedo sin aliento. Entonces tengo que salir al aire libre y alejarme de los cuartos llenos de polvo”
Gracias por esa libertad interior, por ese coraje tan escasos en estos lares: por ellos se reconoce el valor de un intelectual verdadero.
Gracias, Lucy Oporto, por llevarnos a pensar al aire libre, lejos de los “doctos”.
Un saludo fraterno
Cristián Warnken.