Marian Rojas Estapé: “Una sociedad a toda velocidad te vuelve adicto a lo irrelevante”

La psiquiatra española y autora superventas conversa en exclusiva con Radio Pauta sobre el desafío de proteger nuestra salud mental en tiempos hiperconectados y encontrarle un sentido a nuestra existencia.
Entrevista por Claudia Álamo
En tu más reciente libro, “Recupera tu mente, reconquista tu vida”, abordas la compleja relación entre nuestra humanidad y las tecnologías y cómo estas impactan en las emociones y el reconocimiento de ellas.
MARIAN: Durante mucho tiempo se pensó que el haber metido el acelerador a la vida era bueno, porque nos hacía más eficientes y que lo importante era conseguir hacer el mayor número de cosas en el menor tiempo posible… esto ha sido visto como una ventaja.
Por supuesto, a nivel de transportes, el poder llegar a un lugar en 2 horas en lugar de 10 es una grandísima ventaja. Pero no es lo mismo cuando hablamos de la velocidad a la que recibimos información a toda velocidad. Esa inundación de datos nos sobre estimula, pero no nos da una mejor capacidad de procesar, formarnos y profundizar.
Esta sobrecarga que mencionas genera algo que tú has estudiado mucho que es el cortisol, el estrés y no solamente como una nube mental, sino como algo que nos daña físicamente. ¿El estrés es hoy el gran enemigo que tenemos las distintas sociedades del planeta?
MARIAN: Esto se puede responder de dos maneras. La primera es que una sociedad a toda velocidad te hace adicto a lo irrelevante y te aleja de la profundidad. Solo te importa la drogodependencia emocional, el estar enganchado a emociones intensas y cuando llega la necesidad de parar, profundizar, y entender, ya no puedes.
Por otro lado, el estrés ha existido siempre. Lo que pasa es que el estrés hace miles de años era que podía aparecer un león, un dinosaurio o una tribu que podía atentar contra tu vida. Tu supervivencia física estaba en juego.
Lo que yo intento explicarle a la gente es que esa supervivencia a veces no solo es física, sino que tenemos la supervivencia emocional, afectiva, profesional, económica, familiar, social, es decir, llegar a todo; la mujer que quiere conciliar sus hijos y su trabajo, estar bien en el negocio, llevar bien las cuentas.
Pero también existe un estrés bueno, el que nos ayuda a ponernos adelante de nuestros retos. Existe un nivel positivo, es el que nuestro organismo tolera. El problema es que entre ese estrés tolerable y el tóxico hay una línea muy fina.
Lo definiría con una frase que lo explica muy bien. El ser humano no está diseñado bioquímicamente para vivir siempre en modo alerta. Nosotros no estamos diseñados para vivir siempre en ese estado de resolución de conflictos. A veces hay que resolver, pero luego hay que salir y poder relajarnos, frenar, entrar en modo reparación para volver a subir.
¿Cuál es el problema de la sociedad actual? Que vivimos siempre en modo alerta, en modo cortisol crónico, y eso es lo que nos inflama, deteriorando el sistema inmune, activando enfermedades neurodegenerativas, autoinmunes, problemas digestivos y, por supuesto, problemas mentales.
En los tiempos de pandemia tu mensaje conectó especialmente, porque eran tiempos donde el encierro nos hizo vivir más en nuestra mente y a veces costaba entender ese proceso. Tú sigues atendiendo en consulta a todo tipo de personas… ¿qué cosas hoy te llaman la atención? ¿Cuáles te alertan?
MARIAN: La primera alerta que te daría -y quizás te sorprenda- es sobre nuestra voz interior. Lo que yo creo que es el principal enemigo de la población, de la sociedad, es cómo nos tratamos a nosotros mismos. El problema es que muchos no son conscientes de cómo son esos discursos que nos decimos diariamente: “he engordado”, “no soporto a mi jefe”, “estoy triste”, “nadie me quiere”, “nada me sale bien”.
Muchos arrastran una voz interior negativa derivada de su personalidad, de su historia, de sus traumas, de su día a día, de su incapacidad de disfrutar del presente. Y para mí la voz interior es clave porque estos pensamientos influyen directamente en nuestra salud.
Eso sería el primer diagnóstico para mí. En esos pensamientos tenemos que analizar de dónde vienen, porque si yo ante cualquier reto me trato mal, es muy difícil que ese reto me salga bien. El pesimismo te lleva siempre al fracaso.
El optimismo es la actitud que yo tengo ante la vida, por lo tanto, es como yo me hablo al encarar mi existencia, y esto te acerca a que las oportunidades que están alrededor para que puedan alinearse a tu propósito. Para lograr eso hay que cambiar, hay que sustituir los pensamientos negativos. Por supuesto hay retos diferentes, ajustados a los lugares donde vivimos, nuestras edades, etc.
Yo hablaría en este instante del tema digital. Es un tema interesantísimo, pero nos hemos enganchado a las redes porque están diseñadas para ser adictivas y captar nuestra atención por el mayor tiempo posible en la pantalla. Eso es lo que quieren las grandes plataformas y estar enganchado todo el día a la pantalla produce un deterioro en la corteza prefrontal, que es la zona que me permite prestar atención, concentrarme, gestionar mis impulsos, comprender al que tengo delante, frenar, profundizar, resolver conflictos, resolver cuestiones en el día a día.
Debido a la crisis de salud mental que ha surgido en los últimos años, y por supuesto agudizada, como tú decías, desde la pandemia, surgió la necesidad de encontrar un sentido a la vida. Porque la vida necesita tener un sentido.
Hoy en día sabemos, científicamente demostrado, que las personas que le encuentran sentido a su vida viven de forma más saludable, envejecen mejor, tienen menos problemas de salud. Por lo tanto, el sentido es clave.
¿Qué pasa si mi vida no tiene un sentido? Si mi mente, mi corazón, mi espíritu, mi alma no tiene un sentido. Que al ser humano no le gusta vivir en el vacío, en la nada. No le gusta. Todo esto, en el fondo, es inconsciente, pero no le gusta. Y tiende a sustituir sentido por sensaciones. La vida actual es muy dopaminérgica. Hay factores, hay ingredientes, hay dispensadores de dopamina por todos lados: la comida, la alimentación, la droga, el alcohol, el tabaco.
Todo ello al alcance de un clic y nos hacemos adictos a lo instantáneo. Y enganchados en esa inmediatez, las cosas que requieren tiempo nos cuestan cada vez más. Pero las dos únicas cosas que en esta vida nos dan plenitud y nos dan eso que llamamos felicidad, tienen que ver con el amor y con el trabajo. Esos son los dos pilares y ninguno de ellos se consigue a base de gratificación instantánea.
Para que el amor y el trabajo surjan bien, funcionen bien, se necesita saber parar, reflexionar, decidir. Y todo eso requiere tiempo y requiere salir de la aceleración y de la recompensa instantánea. Por eso la sociedad hoy en día se frustra en el amor, se frustra en el trabajo con muchísima facilidad.
¿Y qué recomendarías tú? ¿Cómo parar? ¿Cómo cuidar la mente y que ese cambio de velocidad no te vaya a dejar fuera?
MARIAN: Yo lo primero que te diría es que para poder frenar y poder cambiar tienes que ser consciente. A mí me emociona venir a Chile y que tantísima gente esté interesada en estos temas, porque eso significa que hay conciencia de que se requiere cambiar, de que hay necesidad de aprender, necesidad de comprender cómo funcionamos. En el momento que tú conectas con ese deseo de entender, primero me siento aliviado.
La segunda fase es de aceptación, y decirnos “me equivoqué, esto no está bien, esta es mi realidad”. No me gusta mi realidad porque tengo a mi padre enfermo viviendo en casa, o porque me acaban de echar de mi trabajo, porque tengo un problema económico, porque no me hablo con mi hijo, es decir, esta es mi realidad.
Y luego yo digo, vale, ¿cómo quiero que esta realidad influya en mi forma de ser, en mi salud física y en mi salud psicológica? O sea, desde la aceptación de esa realidad puedo hacer los cambios. La clave es cómo me cuento mi propia realidad.
Uno puede contarse su realidad en forma de fracaso constante y de impotencia y de frustración o en forma de tengo que conseguirlo, tengo que salir adelante. Acordémonos que según como yo me cuento mi realidad, las áreas cerebrales se modifican. Y las áreas cerebrales que me van a permitir encontrar la solución desde el pesimismo están apagadas.
La química de nuestro cerebro es otro de los grandes temas que abordas en tus libros… se entiende que no solo hablamos de la elección de los pensamientos, sino de las conexiones biológicas que tenemos.
MARIAN: A ver, las hormonas, los neurotransmisores influyen poderosamente en nuestra salud, en nuestra interpretación de la vida, pero influyen, no nos determinan. El cortisol es bueno, ojo, porque el cortisol me ayuda a ser capaz de sobrevivir en un momento malo. Si aparece un terremoto, un león, un ladrón, el cortisol es el que va a ayudar a que yo sobreviva.
La oxitocina es la más maravillosa porque es la que me ayuda a sentirme querido, a querer a los demás, a vincularme, a confiar, a empatizar, es maravillosa. Y luego tenemos, y no podemos olvidarnos de ella, de la dopamina, la hormona del placer que está presente en el sexo y en la comida. Lo que pasa es que las drogas también funcionan a base de dopamina.
Lo que me gusta me puede enganchar, lo que me da placer me puede enganchar. Y adicto al placer, y esta es la clave de este último libro, también me convierto en intolerante al dolor. Cuanto más placer, menos capacidad de tolerar dolor, sufrimiento, malestar.
Adictos a la gratificación instantánea, adictos al dispensador de dopamina constante en mi teléfono, en la vida, en todo, entonces cada vez me cuesta más gestionar el dolor, el sufrimiento, el malestar, el aburrimiento. Y entonces luego no soporto al profesor, no soporto lo que sucede en mi país, me pone nervioso el tráfico. Todo se convierte en un motivo de estrés y, ahondando en lo primero que decíamos, todo me afecta porque no tolero nada.
En esta vida hay que aprender a tolerar el dolor. Para mí la clave de la vida es disfrutar lo bueno cuando llega y gestionar lo malo. Pero no todo puede ser malo. Pero si yo me hago adicto al placer, es fácil que todo se vuelva malo. No podemos huir siempre del dolor. Esta es una de las claves y es que pensamos que, adictos al placer o manteniéndonos siempre ocupados, el dolor va a desaparecer o nunca va a surgir en nuestra vida. Y esto es una falacia. Yo no conozco una vida sin heridas, una vida sin batallas. Todos las libramos de una u otra manera a lo largo de nuestra vida.
El dolor surge porque la vida tiene enfermedad, dolor, cosas que no entendemos. Aceptando que el dolor existe, debemos tener herramientas para que cuando llega lo que no me gusta, lo que me frustra o lo que me hace enfadar, no me traslade a una parte más oscura… hay que tener herramientas para salir adelante.
¿Cuál es esa “caja de herramientas” básicas?
MARIAN: Bueno, la gestión emocional. Aprender a comunicar cómo me siento, por ejemplo. La comunicación es clave.
Estamos en una sociedad donde las relaciones afectivas empiezan con un match en una aplicación y terminan con ghosting. Y cada vez tenemos menos capacidad de hablarnos y decir cómo nos sentimos. Por tanto, la comunicación es para mí uno de los pilares de la gestión emocional.
La segunda es entender cómo yo interpreto eso que me está pasando y decir, vale, esto me está afectando. Escuchar a mi cuerpo, estoy tensa, estoy rabiosa, voy a ver a esta persona y salgo y me encuentro mal porque esto me ha alterado. Y esa aceptación o ese conocimiento de mis emociones es absolutamente clave.
Lo tercero es entender si yo estoy siendo capaz de conectar con el presente o es que estoy enganchado en el pasado. Y cuando vivo enganchado en el pasado, me convierto en una persona depresiva. Y si vivo siempre con miedo en el futuro, siempre tengo ansiedad.
Entonces, estoy mutando entre la ansiedad y la depresión. La clave de la vida es esa conexión con el presente y cómo conecto con la vida real. ¿Qué me descarga? ¿Qué me irrita? ¿Qué me intoxica de cortisol? Identificar todo eso, porque a veces no podré cambiarlo, pero necesito saber qué es y qué me repara. Eso es importante. Claro, es que tenemos que saber qué nos restaura y dedicar más tiempo a aquello que nos ayuda a lograrlo.
¿Cómo se trabaja esto en las nuevas generaciones? En los jóvenes, con la inmediatez metida en su ADN, tal vez esto cuesta más. Estoy pensando que los jóvenes tienen menos tolerancia al dolor.
MARIAN: La juventud, la adolescencia, la pubertad, es un momento de cambio. Y como momento de grandes modificaciones, es un momento de vulnerabilidad. Lo pienso también en las mujeres cuando entran en la menopausia.
Cuando cambias, dejas de sentirte seguro porque no sabes hacia dónde te diriges. Pues pasa algo parecido en el mundo de la adolescencia. Te cambia el cuerpo, salen los granos, cambia tu voz, cambian ciertas formas que tienes de gestionar tu vida, tienes una cierta rebeldía contra la autoridad o contra tus padres, quieres estar más con los amigos y menos con la familia.
Es decir, surgen los cambios normales que han existido siempre. El problema es que va a haber momentos a lo largo de esa pubertad y de esa adolescencia donde hay frustración, donde hay pena, donde hay rabia, donde hay incomprensión.
Si cada vez que una de esas emociones es paliada rápidamente con una descarga de dopamina en el celular, en el teléfono, yo ya dejo de tener herramientas porque mi cerebro no tiene recursos propios para salir de esos momentos y me hago adicto a no sentir nada malo con tal de sentir dopamina.
Pero en la adolescencia también es donde tenemos que aprender a gestionar la vida, encontrar esas vías de escape sanas, nuestros amigos, el deporte, la naturaleza, los retos. Es un momento apasionante para el cerebro porque uno quiere salir de sí mismo, conocer cosas nuevas. Es un momento muy importante.
El problema es que los estamos anestesiando, inundándoles de dopamina y quitándoles la posibilidad de ayudarles a potenciar las áreas cerebrales, las herramientas para poder tener una vida adulta mejor. Para mí, uno de los temas es que hay que entender cómo funciona el cerebro del adolescente. En el libro, de hecho, hay un capítulo.
La corteza prefrontal, es muy sensible a todo el tema de la dopamina porque ellos lo que quieren es sentir, no razonar. Y claro, si estás dando un dispensador en su mano constante de dopamina, insaciable, entonces cuesta mucho más poder conectar con ellos si viven enganchados a la pantalla.
¿Hay mensaje de esperanza? Yo creo que sí, porque hay mucha juventud queriendo hacer cosas buenas por los demás, la solidaridad, las ganas de aprender, de cuestionarse temas, pero hay que evitar anestesiarles todo el día con la dopamina.
Esa palabra es adecuada, la anestesia. Quizás todos nos anestesiamos un poquito. Pero el dolor… yo sé que una cosa es descubrirlo, como tú dices, darme cuenta, pero ¿cómo se gestiona el dolor? Porque te puede llevar también a lugares muy oscuros.
MARIAN: Hay que entender que hay dolor natural, es decir, el que sucede en todas las vidas, el dolor porque te pasan cosas malas, porque te topas con gente que sufre, porque tú sufres, porque la gente te falla, porque surge la enfermedad. Y cuando aparece lo normal es que uno sufra, lo pase mal, se enfade, se revele, llore, se hunda, eso es lo natural y lo lógico es que te afecte.
Lo segundo es entender que el dolor y el placer son dos caras de la misma moneda. El problema es cuando vivimos inundados de cosas que nos generan dolor, pero dolor porque somos intolerantes a ello.
Es decir, el dolor es el tráfico, el dolor es llegar tarde, el dolor es mi jefe, el dolor es mi suegra, el dolor es mi hijo, el dolor es el desorden. Es que, ojo, es que eso no es el dolor, eso es malestar. Pero acordémonos de eso tan importante. Yo lo explico en el libro con una cuerda: cuanto más placer, el que equilibra el exceso de placer y de dopamina es el dolor. Empiezan a surgir moléculas para paliar el exceso de placer.
Cuanto más placer, más dolor. Y llega un momento que yo ya no consumo buscando placer, buscando la dopamina, sino esquivando dolor. Y el cerebro recuerda lo que le calma, lo que le excite y lo que le da placer y le quita sufrimiento. Entonces, recuerda que a mí me calma beber, me calma comer, me calma meterme en una aplicación, fumar, constantemente me lo está pidiendo.
Si no sabemos gestionar esos micro dolores de la vida, cuando llega los dolores grandes de la enfermedad, la pérdida, el trauma o el duelo, es dificilísimo de gestionar.
Y hay una cosa importante en esto del dolor y es, que lo recomiendo en el libro, de hecho, abrazar pequeñas dosis de dolor a lo largo del día. Es decir, ¿me apetece meterme en la pantalla? No lo hago. De repente ¿estoy haciendo deporte y estoy ya cansado? Voy a aguantar un poco más. Estoy comiendo y espero a beber el agua, porque tengo mucha sed y espero.
Es decir, hago que mi organismo de vez en cuando tolere micro dosis de molestia, incomodidad. Micro, porque es una manera de equilibrar esa cuerda del placer-dolor. Cuando uno tolera un poquito de dolor, como la ducha de agua fría, es decir, no me rindo a los impulsos primarios y mi organismo es muy agradecido, porque con esas micro dosis de dolor me dice, te agradezco con un poco de dopamina endógena y luego te sientes más fortalecido.
Qué bueno ese punto, porque eso está al alcance de la mano. Tú has hablado mucho también de las personas vitaminas y eso tiene que ver con los vínculos, pero también a propósito del dolor y cómo reaccionamos, uno a veces no busca personas vitaminas y normalmente termina en situaciones de incomodidad. ¿Qué es una persona vitamina?
MARIAN: Para mí las personas vitaminas son lo opuesto a las personas tóxicas, aunque no me gusta el concepto de persona tóxica, porque no hay nadie tóxico. Lo que hay es gente que te inunda de cortisol o te pone en modo alerta. Las personas vitaminas te inundan de oxitocina.
Son las que te producen confianza, empatizan contigo, son las que te transmiten paz cuando tú estás en guerra, las que no te juzgan y disfrutan de tus alegrías incluso más que tú mismo. Con esas personas con las que estás, hay una conexión de hemisferios derechos, a veces hay incluso una sincronía corporal, una sincronía de corazones, donde tú sientes que esa persona te está comprendiendo.
En un mundo donde juzgamos constantemente, donde hay una crítica de fondo, tener gente que confía, que cree en ti, que no te juzga, que te acompaña. Somos más fuertes cuando nos sentimos queridos.
Por lo tanto, para mí, tener personas así, dedicarle más tiempo a la gente que nos hace bien, y si somos de los que tienden a irse con personas que nos hacen mal, intentar ver de qué herida viene eso. Porque uno, cuando siempre cae en relaciones complejas, es porque tiene algo dentro, en el mundo del vínculo, del apego, que no tiene bien sanado. Hay que tener una sanación previa para poder encontrar a esas personas con más vitamina.