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Columna de John Müller: El papa Trump

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POR John Müller |

Que el presidente Trump adopte su imagen muestra cuánto ha cambiado la reputación del papado en EE.UU. que durante años estuvo ligada al absolutismo despótico

Si superamos (sin menospreciar) el carácter ofensivo que puede tener para muchos católicos que Donald Trump se presente a sí mismo como un Sumo Pontífice generado por IA, este episodio supone una gran victoria para el papado en términos reputacionales. Hoy, la Iglesia Católica en Estados Unidos tiene 277 obispos y 10 cardenales electores, pero el Papa no siempre ha sido una figura popular en el imaginario colectivo. De hecho, los promotores de la independencia del país solían repudiar sistemáticamente al Papa y a los “papistas” como sinónimo del absolutismo y opresión de la vieja Europa con la que querían romper.

El antipapismo estadounidense fue heredero directo del anticatolicismo inglés. “Los colonos ingleses quizá nunca conocieran a ningún católico de verdad, pero podían leer interminablemente sobre ‘el papismo, esa plaga de la libertad civil y religiosa’, en una prensa del siglo XVIII repleta de historias de ‘agentes de Roma’ armados ‘con un crucifijo en una mano y una daga en la otra’», cuenta Peter Manseau en un artículo publicado en The Atlantic con motivo de la visita de Francisco a Estados Unidos en 2015.

De hecho, durante décadas se celebró en el territorio de lo que después sería Estados Unidos la Noche del Papa, una festividad anticatólica que se inspiraba en la Noche de Guy Fawkes británica, que conmemora el fracaso de la Conspiración de la Pólvora de 1605, donde se quiso dinamitar el Parlamento británico. La Noche del Papa se conmemoraba todos los 5 de noviembre y era especialmente popular en las ciudades portuarias de Nueva Inglaterra, especialmente en Boston, donde se bebía en exceso y el desmadre solía acabar en violentos desórdenes. El clímax de la Noche del Papa consistía en quemar una imagen del Papa.

A medida que se acercaba la Declaración de Independencia en 1776, el sentimiento antipapa se fue transformando en antibritánico. De hecho, George Washington, prohibió la Noche del Papa “por ridícula e infantil”, ya que necesitaba la ayuda y simpatía de la católica Quebec para reforzar su ejército. Sin embargo, en 1834, todavía se quemaban conventos cerca de Boston al grito de “¡Abajo el papa!”.

La polémica en torno a la figura papal se agudizó en 1848, cuando la recién proclamada república italiana obligó al papa Pio IX a huir del Vaticano. El papa era muy conocido en Chile por haber residido en el país entre 1824 y 1825 con los dominicos como parte de la primera representación apostólica que se creó en Sudamérica tras la independencia de España. Entonces, los católicos norteamericanos iniciaron una campaña para que la Santa Sede se instalara en Estados Unidos, pero los ataques al Papa en la prensa norteamericana no cesaron y se le pintaba con un hombre torpe, obeso, que era una amenaza para el orden mundial.

Cuenta Manseau que el prestigio del papado en Estados Unidos sólo empezó a cambiar gracias a la influencia de Henry Luce, el fundador de las revistas Time, Life y Fortune. En 1924, Time llevó un retrato de Pio XI a su portada, y aunque no fuera ‘el hombre del año’ eso popularizó su figura. Y las cosas cambiarían con Paulo VI, el primer papa que pisó territorio norteamericano en octubre de 1965 con motivo de asistir a la asamblea general de la ONU en Nueva York. Life le dedicó número especial.