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Carta de Cristián Warnken a José “Pepe” Mujica

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POR Equipo Radio Pauta |

“Ahora que nos ha dejado, quiero expresarle mi gratitud en una lección que nos dejó, tal vez la más importante de todas, sobre todo en estos tiempos: la del respeto, el interés y hasta la posibilidad de la admiración de los que piensan distinto a uno”, escribe Warnken.

Estimado y admirado José Mujica:

Siempre que iba a Uruguay pensaba “voy a ir a visitar a José Mujica”, pero inmediatamente me venía a la memoria un texto de Hermann Hesse, que él colocó en la entrada de su casa en la montaña suiza, en el que se dice que a los hombres sabios no hay que ir a molestarlos con charlas vanas, que hay que dejar que pasen sus últimos años en paz. Usted, que es de la estirpe de los sabios (mucho más que un mero político) abrió las puertas de su campito a todos, como diciendo: “a mí los otros no me molestan, me interesan”. Todo lo contrario de esa tontería que dijo Jean Paul Sartre, que “el infierno son los otros”. Ahora que nos ha dejado, quiero expresarle mi gratitud en una lección que nos dejó, tal vez la más importante de todas, sobre todo en estos tiempos: la del respeto, el interés y hasta la posibilidad de la admiración de los que piensan distinto a uno.

Usted, que fue guerrillero de verdad en su juventud y no como esos guerrilleros de papel que abundan hoy en los foros y las redes sociales, usted que no dejó de tener convicciones e ideales muy claros, practicó la tolerancia y supo reconocer en los que estaban en la trinchera de enfrente, valores y virtudes a admirar. Nunca olvidaré un discurso que usted hizo a un parlamentario que falleció y que se sentaba junto a usted en el hemiciclo. No era su compañero sino su adversario político, y usted le dedicó emocionadas palabras, se dio el tiempo de despedirlo con una cortesía y civismo que hoy casi han desaparecido de nuestra ramplante política. Impresionante es también el mensaje que envía desde Uruguay el día que murió Sebastián Piñera. Grabó un mensaje mirando a la cámara, tomándose un té y estaba de verdad emocionado. Dijo: ”es para mí un verdadero honor despedir a ese presidente amigo con el que, teniendo diferencias políticas, nos une una profunda relación y una profunda admiración y respeto. La vida tiene esas trampas que nos presenta y mi salud no me permite estar en ese homenaje tan merecido a Piñera. En la vida se puede discrepar y tener diferencias, pero también se pueden tender puentes”. Con ese guerrillero me quedo: con el guerrillero del diálogo, de la amistad cívica, el guerrillero que levanta puentes no los destruye ni con bombas ni declaraciones explosivas o degradatorias.

¡Qué lección nos deja, Presidente Mujica, qué posta tan noble, la que nos legaron Spinoza, Erasmo, Montaigne, Mandela, los padres de la tolerancia, que siempre es mucho más revolucionaria que el fanatismo, el dogmatismo y la cancelación! Usted, de verdad, puede descansar ahora en paz. Pocos seres humanos pueden decir eso al partir. El mundo, nuestros países, nuestra Latinoamérica, necesitan paz, diálogo y una política de los acuerdos. Eso es lo único que a la larga saca a los pueblos de la pobreza y lleva a los países al progreso, material y espiritual. Lo comparo con otros líderes de la izquierda en nuestro continente y los resultados están a la vista. Los que sembraron el odio y abusaron de la retórica del resentimiento, devastaron todo a su paso. Usted contribuyó a que Uruguay sea hoy un país vivible, donde ser adversarios no significa ser enemigos. Usted no se compró esas ideas importadas (las de Carl Schmitt, por ejemplo) que conciben a los adversarios como enemigos a destruir. Muchos, por estos lares, sí se compraron esas ideas tóxicas , que tanto daño le han hecho a nuestra convivencia y que han convertido la política en una batalla campal o un lodazal.

Usted es probablemente el líder más potente de la izquierda latinoamericana, con los pies bien puestos en la tierra, como hombre de campo, más cerca del sentido común que de la ideología, más de la humildad que de la superioridad moral, más de la amistad cívica que de la rencilla, más de la paz que de la violencia. Muchos de nuestros líderes se han extraviado y han privilegiado la ideología a la realidad, ¡han despreciado la realidad! Usted nos enseñó a escucharla, a aprender de ella, a ir pasito a pasito en vez de atolondrarse y querer cambiarlo todo de una vez, para terminar perdiendo todo lo ganado, por desmesura. Ojalá que la izquierda latinoamericana del futuro lo tenga a usted como referente.

Cuando lo escucho, lo leo, siento que su mensaje es mucho más nítido, sabio, sensato que toda esa cháchara identitaria que tanto daño le ha hecho a nuestra izquierda y que la ha alejado del pueblo, al que dice defender. ¡Buen viaje, maestro! Un saludo desde mi jardín a su jardín y a su huerta. Me quedo con una frase suya, que es todo un manifiesto para hacer política con mayúscula, política no aprendida en la universidad sino en la escuela de la vida. A los universitarios de hoy les falta pasar por esa escuela donde usted pasó. Esta frase hay que escribir en el pizarrón de todas las escuelas, las universidades, allí donde muchas veces se enseña más el odio que el amor, ese que mueve montañas:

En mi jardín hace décadas que no cultivo el odio, porque aprendí una dura lección que me impuso la vida: que el odio termina estupidizando, porque nos hace perder objetividad frente a las cosas”.

Usted, sin aspavientos, desde su propio jardín, como un sabio taoísta o estoico, movió más montañas que los que gritan, vociferan y odian.

Un abrazo desde el sur del mundo

Cristián Warnken