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Columna de José Toro: “Licencias médicas: entre el fraude social y la precariedad estructural”

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POR Equipo Radio Pauta |

“Estamos frente a un fraude social, pero también frente al síntoma visible de un modelo laboral agotado”, escribe el secretario general del Partido por la Democracia (PPD) en su columna para Pauta.cl

El reciente escándalo por el uso abusivo de licencias médicas ha dejado al descubierto una verdad incómoda: no se trata solo de casos aislados de aprovechamiento, sino de un fenómeno más profundo y extendido que cruza al Estado y al mercado, al trabajador público y privado, al profesional, al técnico y al médico, y que debe ser abordado con una mirada estructural. Estamos frente a un fraude social, pero también frente al síntoma visible de un modelo laboral agotado.

Según la Contraloría, más de 25 mil funcionarios públicos viajaron al extranjero mientras estaban con licencia médica, y el número podría multiplicarse al considerar traslados dentro del país o casos similares en el sector privado. Es, sin duda, un hecho escandaloso. Un uso fraudulento de recursos públicos, una falta a la ética, y un golpe directo a la fe pública que merece todas las sanciones administrativas y penales correspondientes. Pero quedarse solo en la lógica del castigo es perder de vista lo más importante: por qué esto ocurre y cómo prevenirlo realmente.

El abuso de licencias médicas no es exclusivo del Estado. En el sector privado también hay trabajadores que recurren a licencias sin justificación clínica real, muchas veces por recomendación de colegas o por indicación de médicos “accesibles”. La diferencia es que en las empresas privadas, el despido es más expedito y la fiscalización más rígida. Sin embargo, el fenómeno está presente y su normalización también.

Ahora bien, ¿qué lleva a miles de personas a utilizar una herramienta diseñada para proteger la salud como un subterfugio para descansar, viajar o evitar el trabajo? La respuesta no puede reducirse a la “viveza criolla” o la deshonestidad personal. También debemos abordar un punto que en este momento de escándalo y de repercusión pública nadie quiere plantear, ni en el Gobierno, ni en la oposición, ni en los gremios ni en las autoridades sanitarias: hay un trasfondo estructural que se ha preferido ignorar.

En sectores públicos como la educación o la salud, miles de funcionarias —en su mayoría mujeres— terminan con licencias psiquiátricas no por fraude, sino por agotamiento emocional y físico. En el retail, en la industria, en los call centers, sucede algo similar: trabajadores con jornadas extenuantes encuentran en la licencia una única vía para proteger su salud mental. No es un fraude, es un mecanismo de defensa frente a un sistema laboral que los exprime.

La verdad es que hemos naturalizado un sistema que enferma, y que luego castiga a quienes no pueden sostenerlo. Y lo más grave es que, ante esta evidencia, nadie parece dispuesto a hablar con franqueza sobre el problema de fondo. Hay un silencio cómplice. Una evasión transversal. Porque tocar este tema incomoda al statu quo del empleo público, desafía al empresariado, tensiona al sistema de salud y obliga a asumir una discusión mucho más profunda sobre el modelo laboral chileno.

Por eso, el verdadero desafío es abordar el tema con una política pública integral. Sí, hay que sancionar el fraude. Pero también hay que fortalecer la fiscalización médica con inteligencia de datos, modernizar Compin, regular a los profesionales que emiten licencias sin base clínica, y revisar profundamente el rol de la Superintendencia de Seguridad Social. Y al mismo tiempo, se deben mejorar las condiciones laborales, promover ambientes saludables, garantizar apoyo psicológico efectivo y transformar los sistemas de incentivos perversos que naturalizan el ausentismo como única alternativa frente al agobio.

Este caso no solo debe terminar en sumarios y titulares. Debe empujarnos a reformar el empleo público, revisar la ética de nuestras instituciones, pero también a hacernos cargo del modelo laboral que hemos construido. Uno donde enfermarse muchas veces es el resultado lógico de sobrevivir al trabajo.

Porque no se trata solo de castigar a quienes abusan. Se trata, sobre todo, de preguntarnos qué sociedad hemos creado cuando pedir una licencia médica es más fácil que pedir un descanso justo. Y por qué, frente a esa realidad, tan pocos se atreven a decir algo.