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Carta de Cristián Warnken a un amigo colombiano

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POR Equipo Radio Pauta |

Tras la muerte de Miguel Uribe, Warnken es crítico por la situación en Colombia: “Al frente de tu país, un presidente incompetente, que prefiere ser más fiel a sus ideas que a la realidad (eso lo hemos visto en otros líderes de nuestro continente) y que con sus declaraciones encendidas y su adicción al Twitter”.

Imagino cómo estarás, y cómo se sentirá Colombia en esta hora amarga, que la retrotrae a los peores años de la violencia de la década de los ochenta, en que el país parecía de rodillas ante el crimen organizado. ¡Cuánto dolor entonces y cuánto dolor hoy! Miedo, impotencia, hastío ante la violencia. Desesperanza. La peligrosa desesperanza.

Al enterarme de la muerte de Miguel Uribe, precanditado presidencial de tu país, no puedo dejar de pensar en nuestro poeta chileno Julio Barrenechea, embajador en Colombia quien escuchó cómo en las calles la gente conmovida gritaba “!mataron a Gaitán!”. Corría el año 1948. Gaitán había sido candidato presidencial liberal. Años más tarde, en 1989, al sur de Bogotá, la misma ciudad donde acaban de asesinar a Miguel Uribe, fue ultimado a balazos Luis Galán, el candidato presidencial de entonces con más posibilidades de ganar la elección. Pero la infausta lista no se limita a esos nombres. Son muchos más.

García Marquez, acuñó el título “Cien años de Soledad” para referirse a la situación ontológica de América y de Colombia, su país natal. Cien años de violencia habría que decir.

¿Cómo un país tan hermoso, de gente tan amable, que nos conquista por su belleza, su música, sus narradores, su cultura puede ser al mismo tiempo un país tan violento? Colombia parecía haber dejado atrás, como una pesadilla, los peores años de violencia política y criminal, pero hoy parece retroceder. Mucho se compara la violencia con un cáncer: el tumor maligno se extrae, el organismo parece volver a estar sano hasta que otro tumor aparece. La soledad de nuestro continente tiene que ver con la orfandad de liderazgos que puedan hacer prevalecer el Estado de Derecho sobre la barbarie. Que el Estado ejerza la violencia legítima que está obligado a ejercer, con eficacia, que no estén condenados nuestros pueblos a sentirse secuestrados en sus propios barrios y ciudades.

Imagino la impotencia que debes sentir tú y el pueblo colombiano en estas horas. Al frente de tu país, un presidente incompetente, que prefiere ser más fiel a sus ideas que a la realidad (eso lo hemos visto en otros líderes de nuestro continente) y que con sus declaraciones encendidas y su adicción al Twitter, en vez de unir al país, lo divide, lo polariza. Que ha dicho que con “amor” se puede enfrentar al crimen organizado: en realidad, lo que hay que amar es al propio pueblo y defenderlo, asegurarle una mínima tranquilidad y no dejarlo en tierra de nadie.

El fracaso del Estado en nuestros países, en controlar su territorio, ha permitido que el crimen organizado (a veces, más organizado que el Estado) sea el nuevo “gran señor y rajadiablos” de muchas comunidades, peor que los antiguos terratenientes. Nosotros acá, en Chile tenemos mucho que aprender de ustedes y entender que hay puntos de inflexión en la lucha contra el crimen organizado, puntos de no retorno.

Nosotros estamos donde ustedes ya estuvieron y quizás estaremos donde ustedes ahora están si no somos capaces de ponerle coto al Leviatán que asola a nuestros países. No bastan las declaraciones rimbombantes, ni las promesas populistas. Necesitamos un Estado sano, robusto y una clase política a la altura de este desafío histórico, no payasos ni animadores de las redes sociales, ni narcisistas irresponsables, que abundan en nuestros países. Necesitamos articuladores de grandes acuerdos (y no solo de papel), que aseguren gobernabilidad: este no es tiempo de chacoteos, nuestros países están en riesgo.

Portales soñó con un gobierno impersonal y un estado fuerte, con instituciones fuertes. Más que copiar a Bukele, debiéramos revisitar a Portales y, claro, adaptarlo a los nuevos tiempos. Al ver el escándalo de las licencias médicas, el derrumbe de la educación pública, uno no puede dejar de encontrarle en algo razón a Portales. Hay un clamor por orden hoy, pero orden no es sacar a los militares a las calles, ni proponer fosas en las fronteras, es mucho más que eso. Ese orden tiene que ver con la ética, las virtudes, la cultura cívica, con robustecer el Estado con mejor educación, más cultura cívica. Y muy importante: con una élite virtuosa. La anomia y el reblandecimiento moral se han desatado en nuestro país. No se vuelve al orden sólo declarando Estado de Sitio. Esto es en serio, más profundo. Al crimen organizado solo lo puede derrotar un Estado organizado, eficaz, no convertido en botín político, con una inmunidad robusta frente a la corrupción. Estamos lejos de eso.

Cuando nuestros países se llenan de sicarios, es porque la cultura de la muerte ya se instaló entre nosotros. Y los sicarios aparecen cuando la política es tomada por los operadores y los partidos se convierten en pequeños negocios y lo público se debilita y desdibuja. La frivolidad, la estupidez y la pequeñez preparan el camino para que el mal irrumpa. Colombia acaba de recibir un disparo en el corazón; en las calles de nuestras poblaciones todos los días, un disparo cobra una nueva víctima. Aún no nos disparan al corazón, pero nuestro corazón está desprotegido, vulnerable. Es el corazón de la democracia, que en Colombia hoy está sangrando. Cuidar y fortalecer ese corazón es hoy la tarea fundamental. Si ese corazón falla, todo el organismo social se enferma.

Mucho ánimo para ti y el pueblo colombiano en esta hora aciaga

Un abrazo desde Chile