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Carta al querido y admirado Óscar Godoy

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POR Francisco Gomez |

“Si tuviéramos más intelectuales como usted en este país, habría habido un mejor muro de contención a la destrucción y deconstrucción que hemos vivido”, escribe Cristián Warnken, al recientemente fallecido académico e intelectual, Óscar Godoy.

Querido y admirado profesor Óscar Godoy:

En el país en que se ningunea, olvida e invisibiliza a los referentes que vale la pena admirar y que uno quisiera que las nuevas generaciones conocieran, en el país que, en cambio, da tribuna a los que han deteriorado la política, la cultura y la convivencia cívica, en ese “país de la ausencia”-como diría Gabriela Mistral- es crucial que quienes tuvimos el privilegio de estar cerca de la excelencia y el rigor (tan escasos hoy), demos testimonio, hagamos saber y difundamos a través de nuestras tribunas lo que merece ser relevado, lo que debe estar en primera plana. Por eso le escribo esta carta, aunque haya partido ayer, aunque no pueda leerla. Está escrita a esa nueva presencia que nos dejan los que tienen un legado, una impronta que trasciende el tiempo y la muerte.

Tuve la suerte de entrevistarlo varias veces a través de los años. En la primera conversación en el programa de televisión “La Belleza de Pensar” hablamos largo de Aristóteles, una de sus pasiones. Sus estudios, artículos sobre el gran estagirita, fueron para muchos guías fundamentales para acercarse al pensamiento de ese coloso de la conciencia humana.

En la última conversación que tuvimos en un programa de radio, ese que transmito Desde mi Jardín, en noviembre del 2019, usted estaba muy afectado -como residente del centro de nuestra ciudad- por la barbarie y demencia que se había desatado sobre esos barrios con historia. Incluso en plena calle -arriesgándose a una respuesta violenta- increpó a un “primera línea” que estaba rayando con el lenguaje abyecto del odio, con esa jerga de un anarquismo nihilista que cubrió con su sombra nuestras ciudades.

Usted ya había sufrido un ataque terrorista de algún grupo anarquista, con una carta bomba que le enviaron a la embajada de Chile en Roma, cuando era embajador. ¡Una carta bomba a Óscar Godoy, uno de los intelectuales y hombres más rectos de nuestra República! Un acto de violencia absurdo y deplorable contra el republicano y liberal (usted era la quintaesencia de lo mejor del espíritu liberal) que ayudó a preparar la transición desde la dictadura y la democracia a través del comité de elecciones libres, clave para que el Plebiscito de 1988 fuera un acto eleccionario limpio y democrático.

Me parece que usted nos dio luces sobre por qué nuestro país ha llegado al deterioro de la convivencia democrática y a la violencia, a la anomia, en la que estamos. Su ponencia “La amistad como principio político“, presentado en 1990 para ocupar un sillón vacante en la Academia de ciencias sociales, políticas y morales, me parece que da luces sobre qué debe estar fundada la política. Ese es justamente el camino que no han seguido muchos intelectuales de nuestro país, que se han envenenado de Carl Schmitt y su visión de la política como guerra, en vez de la política fundada en la amistad.

Que bien le haría a tantos jóvenes radicalizados que llevan en su mochila los libros de los seguidores de Schmitt llevar sus libros y los de Aristóteles. Pero el mundo clásico ha sido obviado por esta posmodernidad que deconstruye todo, la política, el amor, la palabra. Usted es tal vez de los últimos pocos que volvió a esas fuentes a las que deberíamos volver siempre que está riesgo la convivencia y la república, no hay que olvidar que algunos en estos lares quisieron hasta eliminar la palabra república. A ellos, a todos, nos haría bien-como usted lo hizo con tanto rigor y profundidad y claridad- releer estos días a Aristóteles. Cuando dice que “vivir es deseable, porque existir es un bien y una cosa dulce”. Y que con -sintiendo o sintiendo con otro el amigo tenemos la maravillosa experiencia de descubrir de que el “es otro, sí mismo”(heteros autos-en griego).

Para Aristóteles la filosofía se funda en la amistad. La política también. Aristóteles habla de “concordia cívica”, una actitud que requiere benevolencia y el compromiso de asumir una responsabilidad recíproca. Usted, profesor, no sólo lo sabía, lo estudió y lo difundió, sino sobre todo lo encarnó como intelectual comprometido con su país. Si tuviéramos más intelectuales como usted en este país, habría habido un mejor muro de contención a la destrucción y deconstrucción que hemos vivido. Habría más amistad cívica, mejor política, mejor educación, más cultura y menos barbarie.

Pero son difíciles tiempos, estos tiempos para el espíritu y por eso su partida se siente tanto. Que esta carta sirva por lo menos para que alguien, algún joven huérfano de referencias (tal vez un estudiante, algunos de esos liceos públicos emblemáticos destruidos por la violencia), busque, pregunte, lea quien fue Óscar Godoy y tal vez tome la posta de ese humanismo refinado y lúcido que hoy parece irremisiblemente perdido.

Hasta siempre, maestro.