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Ocho de cada 10 terapias “alternativas” en la salud pública carecen de reconocimiento oficial

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PAUTA/ Felipe Rojas
POR Marcela Gómez |

Aromaterapia, reiki y biomagnetismo, entre otras, se realizan con fondos públicos sin contar con un reglamento.

Desde 2005, el Ministerio de Salud (Minsal) comenzó a reglamentar e incorporar terapias de sanación distintas de la medicina oficial occidental que conocemos. Hoy, el grueso de estas atenciones de medicina alternativa o complementaria que se brindan en el sistema público no están reguladas, los terapeutas que las ofrecen no están registrados y se desconoce el monto de recursos públicos involucrados en estas prácticas.

En Chile solo tienen reconocimiento oficial la Acupuntura, Homeopatía y Naturopatía como profesiones auxiliares de la salud. Sin embargo, según revela el registro estadístico que consolida información del sistema de salud público, revisado por PAUTA, de los 3,1 millones de atenciones de medicina complementaria que se brindaron en 2018, apenas el 22% se originó en terapias reguladas. Es decir, casi ocho de cada 10 prácticas de ese tipo carecen de una validación oficial.

Dentro del 78% que corresponde a aquellas prácticas que no tienen reconocimiento del Minsal están la terapia neural, terapia floral, reiki, yoga, biomagnetismo y también un conjunto de otras prácticas no identificadas que incluirían al menos aromaterapia, quiromasaje, apiterapia y sintergética. Se excluye expresamente la medicina de los pueblos originarios.


Las terapias complementarias se entregan mayoritariamente a mujeres, con el 78% del total de atenciones; la acupuntura es la única práctica con predominio de pacientes masculinos. Aunque benefician masivamente a los usuarios del sistema, 6% de las atenciones las reciben los funcionarios de la salud y 2% los familiares de los pacientes. No existe límite de edad: en el registro figuran 93.692 atenciones a niños entre cero y cuatro años centradas en yoga y terapia floral, pero también en aquellas que requieren punciones con agujas, como acupuntura y terapia neural.

El registro también cataloga a 14 profesionales y técnicos que poseen títulos universitarios o técnicos habilitantes de su especialidad y que además brindan estas prácticas en hospitales y consultorios en todo Chile. Se identifica también a los terapeutas complementarios que solo tienen formación en alguna práctica de medicina alternativa, quienes requieren contar con autorización sanitaria para ejercer en el sistema público y registrarse ante la Superintendencia de Salud.

En el Registro Nacional de Prestadores Individuales de Salud (RNPI), de la Superintendencia de Salud, figuran personas acreditadas como naturópatas, homeópatas y acupunturistas, pero ningún terapeuta complementario asociado a las otras prácticas que se están brindando en la salud pública que no cuentan con reconocimiento oficial. Ni siquiera hay personal acreditado para dar terapia floral, que es la que mayor número de atenciones registra (866 mil) en el sistema de salud.

Los datos del registro del Minsal sobre qué tipo de dolencias se están abordando por medio de estas prácticas revelan que la mayor parte de ellas se concentra en problemas de salud mental, un área donde, según los datos de esa cartera, “más de la mitad de quienes sufren alguna enfermedad mental y que necesitan tratamiento no lo está recibiendo”. Más preocupante aún, si se considera que los problemas de salud mental se relacionan directamente con una tasa de suicidios que sigue siendo alta, especialmente entre los jóvenes.



 

Minsal reconoce “desfase”

El jefe de la División de Gestión de la Red Asistencial del Ministerio de Salud, Héctor Fuenzalida, explica que el enfoque de la cartera sigue lo establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el sentido que la medicina complementaria apoya a la medicina occidental o alópata, pero no la sustituye.

“Hay una transición hacia ir reconociendo estas prácticas, primero como prestaciones válidas dentro del sistema de salud y paralelamente, junto con la Superintendencia de Salud, ir reconociendo a estos profesionales bajos ciertas condiciones. Hay una tendencia hacia la regulación y el control”, afirma.

Detalla que las exigencias hacia las terapias complementarias son las mismas que para la alópata: que sean terapias efectivas (que existan estudios y evidencia clínica/científica que revelen que existe una mejoría clínica de las condiciones de salud) y además que sean seguras, lo que implica que cumplan con estándares y muestren evidencia de que no producirán daño o alteración en la salud de los pacientes. Explica que de esta forma se ha ido reconociendo a la acupuntura (2008), homeopatía (2010) y naturopatía (2013).

—Los datos muestran que las terapias no reguladas hoy son mayoritarias. ¿No es riesgoso entregar estas prestaciones sin evidencia de efectividad y seguridad?

“Son procesos basados en evidencia. No es que haya un descontrol. Cada director de hospital autogestionado tiene la autonomía para tomar decisiones y todos evalúan justamente la efectividad y seguridad. No es que cualquier iniciativa se realice: pasa los filtros de los Comités de Ética y Comité de Seguridad de los Pacientes y Calidad de la Atención. Pasa todos esos filtros. No es que un director de hospital autorice de manera arbitraria o sin medir los riesgos y efectividad. Todos los procesos clínicos están siempre resguardados, siempre habrá una evaluación de los comités locales. Las terapias que hoy están reguladas partieron de la misma manera”.

—Pero en la práctica solo tres terapias están reguladas por decreto y no las demás.

“Cuando se pone en práctica una nueva terapia o procedimiento, todos los equipos directivos y que gestionan requieren tener evidencia. Esa terapia va a partir una vez que hay evidencia suficiente (no necesariamente en Chile) de que es segura para el paciente y que tiene efectividad. De ahí a que el marco regulatorio lo tome, obviamente viene después”.

—¿Hay un desfase entonces?

“Sí, hay un desfase. […] Hay retrasos administrativos que se pueden acelerar y se deben acelerar. Hoy existe una regulación local para cualquier procedimiento, terapéutico o diagnóstico; hay que pasar los filtros de los comités. No es algo específico para medicina complementaria”.

—¿Y en el caso de los terapeutas complementarios, que tampoco tienen certificación?

“Las profesiones no alópatas, no clínicas, no médicas, pasan por un proceso de análisis. Se demora ahí, sé que no es rápido desde que alguien propone que esta actividad u oficio sea reconocida por la Superintendencia de Salud. Se pasan muchas etapas hasta que finalmente llega a ser reconocido e inscrito”.

—¿Entonces hoy los terapeutas, para ofrecer sus servicios en el sistema público, pasan por el proceso de reconocimiento por parte de los equipos dentro de los hospitales, los comités?

“Correcto. Pero finalmente, cualquiera de estas actividades que quiera formar parte de prestaciones reconocidas, validadas, va a necesitar la regulación del nivel central. Esa es la parte final del proceso”.