Boris Quercia y la vida como guion: lecturas, cine y ciudad en “Tú, hipócrita lector”
Entre recuerdos familiares, lecturas fundacionales y películas que marcaron su oficio, Boris Quercia revela a Cristian Warnken su mapa interior: un lector formado sin televisión, un narrador que escribe desde la calle y un artista que todavía busca la verdad en la ficción.
En el capítulo 61 de “Tú, hipócrita lector”, Cristian Warnken conversa con Boris Quercia y deja aflorar una biografía hecha de lecturas, cine y calle.
El conductor presenta al cineasta y guionista como novelista: el creador de Santiago Quiñones y autor de Cama 32, hoy también detrás de Me rompiste el corazón, cinta sobre Roberto Parra que se ha sostenido en cartelera y da cuenta del interés que ha provocado.
Una conversación entre libros, cámaras y calle
El episodio fluye sin guion, como paseo por librerías y set de grabación. Desde ahí se traza un mapa íntimo: nieto de inmigrantes, educado por una madre profesora de castellano que aún recita poesía a sus 95 años, y por un padre ingeniero que terminó actuando a su lado. Quercia reconstruye una infancia sin televisión pero llena de libros, donde la lectura fue refugio, rebeldía y también destino.
La infancia entra por una historieta del Zorro; la adolescencia, por Salgari, Cortázar y Sábato. El colegio abre la puerta a Rulfo, Manuel Rojas y un Quijote leído como farsa, con la risa como llave de acceso.
Ese humor, defendido como bandera, dialoga con la cultura popular descubierta junto a los Parra y con una certeza: nada resiste mucho tiempo frente a la ironía.
Santiago Quiñones y las calles que no duermen
Quercia cuenta que su detective nació entre la PDI de Maipú y el centro de Santiago, escenario que muta con la migración y se vuelve una ciudad dentro de la ciudad. Ese territorio urbano, cambiante y lleno de acentos, se convierte en el escenario natural de sus historias, un espacio donde conviven lo policial y lo cotidiano.
Santiago Quiñones, dice, es bueno pero frágil: cae por la vida, se desordena en el amor, convive con la tentación, y el autor prefiere acompañarlo antes que someterlo. Como en el teatro, apuesta por “fe en las circunstancias” y por dejar que los personajes respiren.
Entre cámaras, algoritmos y libros que regresan
El cine ha sido para Quercia una escuela silenciosa y persistente. No solo marcó su oficio, también moldeó su manera de escribir. Las luces del set, los silencios entre toma y toma y el pulso de las películas policiales de los años setenta dejaron huella en su prosa.
En Cama 32, esa mirada se expande: la ciencia ficción le da permiso para inventar mundos complejos, donde los lectores deben reconstruir el entorno a partir de los gestos, los objetos y las sombras que deja la narración. No describe: sugiere, y ahí radica su placer como autor.
En paralelo, mira con cautela la poesía, dice que lo desordena, explora la inteligencia artificial como una herramienta para estructurar guiones y vuelve una y otra vez a sus anclas: Hijo de ladrón y Pedro Páramo, libros que relee como quien regresa a casa cada vez.