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Columna de Fernando Tapia: “El fútbol de rodillas”

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Agencia Uno / Radio Pauta
POR Andres Sepúlveda |

“La casta directiva ha demostrado su incompetencia, está sobrepasada”, dice Fernando A. Tapia: “Obsesionados con el negocio, con la venta de jugadores y la explotación de los derechos comerciales de la industria, se han olvidado de los hinchas y el espectáculo”.

Apenas 30 minutos se alcanzaron a jugar del clásico universitario en Concepción. Un puñado de delincuentes, pertenecientes a una asociación ilícita llamada barra brava, decidió boicotear el espectáculo deportivo, y a punta de bombas de estruendo y bengalas, lanzadas incluso contra jugadores del equipo del que dicen ser hinchas, obligaron a la suspensión del encuentro por el grave riesgo a la seguridad de los asistentes.

Una historia tristemente repetida, y que no responde solo a la crisis de violencia por la que atraviesa el país. Porque, digamos las cosas como son, en el fútbol chileno llevamos prácticamente tres décadas con la misma cantinela.

Son 30 años en los que abundan miles de estudios, seminarios, debates, diagnósticos, normas ineficaces y frases de condena que finalmente no han servido de nada, porque el fenómeno incluso se ha incrementado. La ley de violencia en los estadios, modificada y rebautizada luego como ley de derechos y deberes de los asistentes de espectáculos deportivos, parece más bien letra muerta. Ni hablar del plan Estadio Seguro. Un fracaso total, que sólo ha servido para pagar favores políticos de los gobiernos de todos los colores. El mejor ejemplo es lo que acabamos de presenciar: los 22 detenidos luego de los graves incidentes en el Estadio Ester Roa Rebolledo fueron dejados en libertad en menos de 24 horas.

Es evidente que el Estado ha sido incapaz de ponerse los pantalones, y actuar con decisión y valentía contra todos quienes han hecho del barrabarrismo un negocio ilegal, asumiendo los costos que supone enfrentar a los mismos con los cuales una parte importante de la clase política ha usufructuado con actitud cómplice, al recurrir a esos grupos para armar un ejército irregular de soldados a sueldo para sostener las campañas en épocas electorales.

Mágicamente los barrabravas se transforman en brigadistas, porque esos falsos hinchas no son más que mercenarios, dispuestos a todo con el fin de mantener vivo su negocio. No aman el fútbol, no les interesa, sólo la supuesta fiesta que dicen montar, pero que no es otra cosa que un lavado de imagen con el que justifican su presencia en los estadios para mantener en pie sus negocios, vinculados con la venta de drogas, el contrabando de fuegos artificiales y el tráfico de entradas.

A la negligencia de las autoridades para contener a la delincuencia organizada se suma la ineptitud e incompetencia de la casta directiva. Los mismos que se agazapan cada vez que se plantea una intervención externa, con el argumento de que el fútbol en Chile es una actividad privada, hoy imploran del Estado una acción directa, como por ejemplo sería el regreso de Carabineros al interior de los estadios. Han sido los mismos clubes los que, por conveniencia o temor, han mantenido nexos con los líderes de las barras bravas, potenciado su poder y estableciendo injustas diferencias con los hinchas de verdad, con socios y abonados. Tres décadas en las que han dejado la seguridad en un segundo plano, lo que se manifiesta en la prácticamente nula inversión en infraestructura y tecnología para aminorar la amenaza de los violentistas.

La casta directiva ha demostrado su incompetencia, está sobrepasada. Definitivamente no serán ellos los que resuelvan el problema, al menos por sí solos es ya imposible. Obsesionados con el negocio, con la venta de jugadores y la explotación de los derechos comerciales de la industria, se han olvidado de los hinchas y el espectáculo. Hoy se ponen del lado de las víctimas, y agacharán la cabeza y aceptarán a regañadientes las sanciones y multas por su responsabilidad en la organización de los eventos. Pero me temo que una vez cambie el foco de la noticia, todo quede en nada y sigamos como en los últimos 30 años. El fútbol chileno está de rodillas y urge que sea intervenido.