Economía

La pandemia en los campamentos: el IFE 2020 solo llego a la mitad de las familias

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Agencia Uno
POR Marcela Gómez |

Una investigación de la UC muestra la dura realidad del segmento más pobre del país: solo el 35% de quienes viven en asentamientos tiene actualmente trabajo, frente al 75% prepandemia.

La pandemia afectó a todas las personas, pero ciertos grupos se vieron impactados con mayor fuerza. Entre mayo y septiembre de 2020, un porcentaje altísimo de quienes viven en campamentos perdió al menos la mitad de sus ingresos, y algunos los perdieron totalmente. Sin embargo, a pesar de que son el grupo con mayores carencias, no todos recibieron ayuda estatal.

Así lo revela una investigación publicada recientemente en el Journal of Urban Health, elaborada por los académicos de la Escuela de Gobierno de la Pontificia Universidad Católica Diego Gil, Eduardo Undurraga y Eduardo Valenzuela; y el profesor del departamento de Ingeniería Industrial y de Sistemas del mismo plantel, Patricio Domínguez

El estudio levanta evidencia sobre cómo subsistieron durante la pandemia quienes viven en asentamientos informales. Se trata de familias que habitualmente dependen de sus ingresos diarios y tienen baja o nula capacidad de ahorro. Por esto, la tasa de empleo de quienes viven en campamentos es mayor que el promedio nacional, y particularmente son los migrantes -que llegan a estos sitios como primera opción- los que más declaran ingresos del trabajo. 

Para conocer esta realidad, se usó una encuesta panel que sigue a mil hogares representativos de la población que vive en campamentos, que se aplicó en tres momentos: mayo de 2020, septiembre de 2020 y julio de 2021. Los investigadores ahora están procesando entrevistas cualitativas que les permitan entender mejor algunas dinámicas.

El empleo perdido no se recupera

Los datos muestran que a tres meses de iniciada la pandemia, las personas con trabajo se redujeron de 75% a 30%. Con la segunda ola en septiembre se profundizó la pérdida de ingresos, afectando particularmente a migrantes y mujeres. “Este año vemos una recuperación, pero muy tímida, ya que pasamos de 25% de personas con trabajo al 35%. Todavía está muy lejos del estándar prepandemia. Hemos visto una recuperación del empleo más robusta a nivel nacional: en los campamentos eso no ha ocurrido”, dice Eduardo Undurraga.

Los inmigrantes, que en general son más jóvenes que la población local, llevan la ventaja a la hora de encontrar empleo. Undurraga, quien es doctor en políticas sociales, explica que los grupos migrantes tienen más volatilidad en el empleo: son a los primeros que despiden, pero también a los primeros que incorporan. “No sabemos si es porque son más ‘busquillas’ o porque aceptan salarios más bajos o condiciones más duras. Tienen menos redes, así que tienen que ‘batírsela’ más solos”, afirma.

Llegaron cajas, pero poco dinero

Una familia que vive en un campamento casi por definición integra el grupo más vulnerable de la población. Pero incluso así, las ayudas estatales desplegadas en la pandemia no llegaron masivamente a estos hogares.

Por ejemplo, en mayo de 2020, el 33% de los encuestados recibió la primera transferencia entregada (bono Covid por una vez de $50 mil por hogar), cifra que llegó al 37% en septiembre de ese año. “Este bono lo recibió menos de la mitad de los hogares de campamentos y en el grupo migrante fue menos de un hogar de cada cuatro”, dice Undurraga.

Alrededor de la mitad de las personas encuestadas declaró haber recibido el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), que cursó seis pagos (primero de $65 mil y luego de $100 mil) entre mayo y octubre de 2020 a hogares que cumplieran determinados requisitos. De los receptores que viven en campamentos, el 45% de los migrantes y el 54% de los no migrantes declaran haberlo recibido.

La excepción fueron las cajas de alimentos, recibidas por el 80% de esas familias sin distinguir entre locales e inmigrantes, en lo que habría incidido en hecho de su entrega no exigía cumplir requisitos.

“Lo que es bastante fuerte a nivel nacional es el apoyo entregado por organizaciones sociales locales a quienes viven en campamentos. Eso se notó especialmente en el año 2020, cuando la crisis fue más fuerte”, destaca el académico. La mayoría de los hogares declara un aumento en las actividades colaborativas dentro del campamento (por ejemplo, participando en ollas comunes o actividades de la junta de vecinos) y también haber recibido ayuda de personas de la comunidad, como clubes deportivos, ONG y otras organizaciones. En contraste, recibieron menos ayuda de familiares, amistades o empleador que el promedio nacional.

El investigador afirma que todos estos datos deberían aportar a que las políticas públicas “pongan en el centro a los grupos más expuestos y en riesgo. Al universalizar las políticas se reducen los costos  administrativos, pero se deja de poner el acento en la gente que está peor”.