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Boric y la Presidencia-habitación

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POR Andres Sepúlveda |

El Presidente se dedica a redefinir la forma de desempeñar los cargos públicos mientras el tiempo se le escurre entre los dedos.

Resulta original la manera en que el Presidente Gabriel Boric se refiere al modo en que él y los miembros de su Gobierno deben desempeñar su papel: habla de “habitar el cargo”. Ha empleado el término tanto en una entrevista con La Tercera como con la televisión estatal. Al diario le dijo: “La idea de habitar una institución, habitar un cargo que es más grande que uno mismo, implica que hay cosas del cargo que se pueden adaptar a uno, pero hay muchas cosas de uno que se tienen que adaptar al cargo también. Y eso implica que en todo momento estamos siendo evaluados, en todo momento estamos siendo representantes del gobierno y, por lo tanto, hay que actuar con una concentración y un respeto a la dignidad del cargo que exige mucho más de nosotros”.

Hasta ahora los cargos se ocupaban, se desempeñaban, se ejercían, pero ahora “se habitan”. El asunto es aún más sugestivo si miramos el significado que el Diccionario de la Real Academia Española (www.rae.es) da al término. “Habitar” es “vivir, morar”. “Morar” tiene exactamente el sentido más habitual en Chile que es el de “habitar o residir habitualmente en un lugar”. Pero “vivir” da mucho más juego. El sentido primero de “vivir” es, obviamente, “tener vida”, pero en su segunda acepción es “durar con vida” y en la tercera, referida a las cosas y no a las personas, es simplemente “durar”.

Esta irrupción de la idea de duración en el concepto “habitar”, carga de intencionalidad el término que está usando el presidente. Habitar un cargo es durar con vida en él, no permanecer en él exánime o darse a la fuga al primer problema. Cuando explica el concepto, el presidente recurre a la noción de “dar el ancho” en el puesto: es decir, hay cargos que requieren presencia en redes sociales, pero no todas tus rutinas personales caben en las redes sociales del cargo.

Admite el presidente Boric que su generación -y parte por ponerse el mismo como ejemplo- tenía poca conciencia de lo que significaba ejercer una alta investidura.  “Había poca conciencia de aquello e insisto el habitar la República, la historia, es una tarea compleja que no se adquiere de la noche a la mañana, pero yo siento que estamos bien encaminados”.

El cuerpo se acostumbra pronto a las tallas más grandes, a los coches oficiales, a la protección del Estado, a callar en vez de decir la primera cosa que se te viene a la cabeza, a que te muestren el respeto que muchas veces no mostraste con tus camisetas o vídeos. Es ley de vida que vengan otros a desafiarte, que inventarán eslóganes más potentes que los tuyos y que empiecen a trolearte en las redes sociales.  

Una de las cosas que primero se aprende en el poder es a atribuir la crítica a un desajuste de las expectativas que todo nuevo gobierno, pero especialmente éste, siempre fijan por encima de sus posibilidades. Lo segundo será culpar al ecosistema informativo. Y lo tercero será decir que todos los demás están equivocados. Las cosas son así, multicausales y multiexcusables.

El principal problema de Chile ahora es la violencia, como planteó el mismo presidente. “Estamos naturalizando la violencia en demasiado sentidos”, afirmó. El problema es que Boric y su equipo creen que tienen tiempo suficiente para hacer un trabajo de reparación de fracturas que ellos mismos han definido como “complicado, delicado y que requiere un trabajo minucioso”. Pero la verdad es que no hay tiempo, porque fueron ellos mismos los que contribuyeron a que ese plazo se agotara y porque ha venido el flagelo de la inflación a enmendarle la plana a los reformistas.

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