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Columna de John Müller: “El acuerdo de Reykjavik y Chile”

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POR Andres Sepúlveda |

Nuestro país debería mirar con simpatía y sumarse a este pacto que sienta las bases para juzgar a los responsables de los crímenes y la devastación en Ucrania.

Cuarenta y cuatro países se han adherido o han manifestado su intención de sumarse al Registro de Daños para Ucrania establecido por los participantes en la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del Consejo de Europa que se celebró en Reykjavik esta semana. Este es un primer paso para la creación, en algún momento del futuro, de un mecanismo internacional de compensación para las víctimas de la agresión rusa y también puede ser el inicio de una arquitectura legal para perseguir civil y penalmente a los responsables rusos de la agresión.

Lo ocurrido en la capital de Islandia recuerda lo sucedido en la cumbre de Yalta, en febrero de 1945, cuando Roosevelt, Churchill y Stalin acordaron enjuiciar a los líderes del Eje después de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial. Ese mismo año, en abril, los Aliados firmaron el Acuerdo de Londres que permitió a un Tribunal Militar Internacional enjuiciar a los criminales de guerra. También hay que recordar que estas declaraciones remitían a otra firmada en Moscú tan pronto como en octubre de 1943, sobre atrocidades cometidas por los alemanes en la Europa ocupada donde se acordaba facilitar la entrega de soldados y civiles que participaran en ellas.

Estamos ante un acuerdo importante en el Derecho Internacional. Aún no se ve cerca el día en que acabe la guerra de Ucrania, pero la devastación, los crímenes de guerra y contra la humanidad se han circunscrito al territorio de Ucrania oriental. Tampoco se veía claro en octubre de 1943, aunque ya se había terminado la batalla de Kursk que fue el último intento alemán en el Frente Oriental y en la que prácticamente el Tercer Reich perdió la guerra.

Chile debería mirar con simpatía este acuerdo y unirse a las naciones que lo han firmado. Nuestro país debería colaborar en lo que sea necesario para que, cuando se establezca la paz en Ucrania, los responsables materiales e intelectuales de los crímenes y la devastación causados en ese país no puedan refugiarse -ellos o sus bienes- en el nuestro. No puede ocurrir como sucedió en 1945 que América se convierta en un refugio seguro para criminales de guerra nazis que después hubo que ir cazando prácticamente a lazo para que respondieran ante la Justicia internacional y nacional por sus crímenes.