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“No mires arriba”: una película sobre el fin del mundo que ocurre en Chile

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Netflix / PAUTA
POR Eduardo Olivares |

“No sé si McKay o alguno de sus ayudantes es un buen conocedor de la política chilena, pero Orlean, jefe de gabinete e hijo de la presidenta de EE. UU., es el trasunto perfecto de Magdalena Piñera o Sebastián Dávalos”, dice John Müller.

Adam McKay estaba feliz con el nivel de sátira que había en el guion de No miren arriba (Don’t Look Up) que había rematado unas semanas antes… hasta que escuchó a Donald Trump decir que había que beber cloro para inmunizarse ante el coronavirus. “Nada de lo que tenía en el guion era tan loco”, le confesó a The Atlantic. “Así que agregué más negacionismo porque estábamos viendo que esas cosas sucedían… En la sala de edición, tuvimos que hacer esta extraña combinación entre la realidad y la locura”.

McKay, un exguionista de “Saturday Night Live” al que le gusta mucho la política, ha rodado filmes como Vice, sobre la vida de Dick Cheney, o The Big Short, basado en el libro de Michael Lewis sobre la crisis financiera de 2008. En ellas ya se veía su vena satírica. Pero No miren arriba (Netflix, 2021) puede ser el sarcasmo definitivo sobre nuestro tiempo. Su película se ve como una metáfora de la pandemia, con sus negacionistas, sus gobiernos y ministros desquiciados, y una sociedad estupidizada por los medios de comunicación y las redes sociales que los arrean como a un rebaño, pero en realidad McKay pensó todo esto con relación al cambio climático… hasta que la pandemia lo sorprendió en la fase de preproducción.

McKay ha dado a luz una película que será en el futuro el equivalente a Airplane! (¿Y dónde está el piloto? en Hispanoamérica y ¡Aterriza como puedas! en España), el filme que en la década de 1980 ridiculizó a todas las películas de catástrofes. La gracia es que, al adelantarse tanto en el tiempo, No miren arriba ya ha compendiado todas las películas de terror pandémico que se han rodado o que se les puedan ocurrir a los más afiebrados cineastas en los próximos meses.

La película reúne, bajo la forma de la sátira, un montón de tópicos de actualidad que merecen una reflexión más profunda: el desprecio a la verdad objetiva que supone la posverdad, la incapacidad de los científicos para explicar su conocimiento, la frivolidad de los matinales y su enorme poder de seducción de las masas, la hegemonía de las redes sociales sobre las direcciones de los medios de comunicación, el desprecio a los métodos de validación científica y la manipulación del conocimiento y sus representantes por parte de los gobiernos del planeta… Todo eso está en No miren arriba.

McKay ha contado que la idea de esta película se la dio David Sirota, comentarista político y exredactor de los discursos de Bernie Sanders. Él buscaba un argumento para hablar del cambio climático y de las personas que no perciben la amenaza de este fenómeno, y Sirota le dijo “algo así como: ‘El cometa va a chocar y a nadie le importa'”. Tal como ocurría con Airport! la película está llena de referencias a otras películas y realidades, desde el nombre del protagonista, el científico Randall Mindy (Mindy era la pareja del extraterrestre que encarnaba Robin Williams en la serie “Mork & Mindy” de finales de los 70) hasta el multimillonario Peter Isherwell, una especie de Elon Musk mezclado con Douglas Tompkins, que es el encargado de convencer a esa Trump en femenino que interpreta Merryl Streep en la Casa Blanca. Mención aparte merece el papel de Jennifer Lawrence, una joven astrónoma millennial que luce una chasquilla que era muy popular en la Edad Media entre los monjes de clausura.

Si he sustituido mi análisis político por esta crítica cinematográfica es porque Chile es aludido en al menos cuatro ocasiones en este filme. Primero, porque el mal llamado cometa (en realidad es un asteroide) “asesino de planetas” impacta a 62 millas (unos 100 kilómetros) al oeste de la costa chilena en el Océano Pacífico. La segunda alusión se produce cuando la pareja circunstancial de Lawrence dice que el gobierno norteamericano ha decidido pagarle 90.000 millones de dólares al de Chile a cambio de que acepte que el tsunami con olas de mil metros de altura llegue a su costa. Una tercera, cuando en un discurso ante los negacionistas, un político dice que no permitirán que lleguen millones de chilenos a la frontera de EE. UU. Y una cuarta tiene que ver con el papel de Jason Orlean, que interpreta el actor Jonah Hill. Es evidente que el modelo directo es Ivanka Trump o Jared Kushner, familiares de Donald Trump que ocuparon cargos en la Casa Blanca. No sé si McKay o alguno de sus ayudantes es un buen conocedor de la política chilena, pero Jason Orlean, jefe de gabinete e hijo de la presidenta de EE. UU., es también un trasunto perfecto del papel que jugó Magdalena Piñera, hija de Sebastián Piñera, en su primer gobierno, o de Sebastián Dávalos, hijo de Michelle Bachelet, en el segundo de esta.

Estas cuatro alusiones deberían hacernos reflexionar: primero, sobre nuestro lugar en el mundo (no solo geográficamente); segundo, sobre lo que los demás creen que es nuestro precio; tercero, sobre nuestra actitud hacia la inmigración (todos podemos serlo en algún momento), y cuarto, sobre el daño que pequeños gestos personales infligen a nuestras instituciones.

John Müller conduce Primera Pauta, de Radio PAUTA, de lunes a viernes a partir de las 07:00 horas. Escúchelo por la 100.5 en Santiago, 99.1 en Antofagasta, y por la 96.7 en Valparaíso, Viña del Mar y Temuco, y véalo por el streaming en www.PAUTA.cl.