Que la predisposición del mundo ha cambiado en relación con la guerra de Ucrania lo prueba la extraordinaria prudencia mostrada por la mayoría de los países en relación con los cohetes, supuestamente rusos, que cayeron en Polonia y provocaron la muerte de dos personas y la destrucción de una secadora de grano. Si esto hubiese sucedido hace cuatro meses, es muy probable que no se hubiesen producido tantos llamados a la calma y a confirmar los hechos antes de actuar, indignados, contra Putin.
Al final, varios países de la OTAN han dicho que los misiles pertenecían a la defensa aérea ucraniana y se habrían desviado intentando interceptar misiles rusos atacantes.
Es este cambio en la actitud global lo que permite pensar que estamos a las puertas de una tregua de Navidad en Ucrania. Ya son muchos los indicios de que EE.UU. está presionando a Volodimir Zelensky para que acepte iniciar negociaciones. El presidente ucraniano ha puesto una serie de condiciones que Rusia ha rechazado, pero era difícil imaginar que el líder ucraniano, cuyo país ha sido destruido a sangre y fuego, iba a decir que sí a la primera oportunidad.
Los líderes europeos están casi todos por abrir conversaciones, presionados por la recesión que se echa encima del continente europeo. China y la India no han abandonado a Putin, pero en la reunión del G-20 ha sido evidente que se mantienen a su lado sin ningún entusiasmo.
Los ataques rusos a la infraestructura ucraniana condenan al país a un invierno muy crudo, sin luz eléctrica y sin calefacción.
Quizá el hecho más notable del episodio de los misiles polacos es que es la primera vez que Zelensky se ha quedado solo, aislado, denunciando que no han sido sus artefactos de defensa antiaérea los que provocaron el incidente.
Las señales que apuntan a la tregua de Navidad son muy fuertes. Ahora nos queda por determinar quien va a ser el señor Scroooge de este cuento.
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