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Educación desde la docencia: el mindfulness

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Ilustración: Felipe Rojas
POR Fernanda Valiente |

¿Qué es esta práctica y qué beneficios tiene para los estudiantes? La profesora de biología Paula Ferrando explica las transformaciones positivas que genera y ahonda en su vínculo con el juego.

La profesora de biología, instructora de mindfulnessmagíster en la Universidad Adolfo Ibáñez y directora de la ONG Neyún -que promueve la educación en armonía-, Paula Ferrando, dice que fue una adolescente atormentada hasta que conoció la meditación. “Pensé que era lo primero que nos debían enseñar, a relacionaros con nuestras emociones y conocernos profundamente”, cuenta en Desde El Jardín, de Radio PAUTA.

Desde la biología fue aprendiendo los beneficios, tanto a nivel corporal como inmunológico, que tiene esta práctica meditativa que se concentra en la presencia pura. “Lo que tiene de lindo es que es un tipo de práctica contemplativa que ha sido protocolizada científicamente para observar específicamente qué pasa dentro de nosotros”, explica Ferrando. 

Se trata de una herramienta que modifica y ayuda a los adolescentes, quienes están pasando por cambios hormonales y torbellinos emocionales. El estar presente es un sinónimo de estar bien. Darse cuenta de lo que está pasando internamente. En ese sentido, “el niño es puro presente. Más que nosotros que estamos siempre proyectados hacia el futuro, o hacia el pasado”, dice Cristián Warnken. “A lo mejor con nuestra manera de vivir vamos ausentando a los niños de ese ahora que Gabriela Mistral supo entender tan bien”, agrega. 

Los beneficios que trae el mindfulness

El mindfulness baja la cantidad de tiempo en el que el cerebro está en un modo que se llama red por defecto. Tal modalidad es cuando la mente actúa frenéticamente, pensando en la lista de cosas por hacer. Por ende, “esta práctica busca llevar la atención al cuerpo que es la verdadera ancla [de nuestra existencia]. En este sentido la corteza prefrontal es clave, porque es la zona cerebral donde se desarrollan las funciones ejecutivas, que son las funciones cognitivas más altas que podemos desarrollar”, explica la profesora de biología. 

“También se activa la corteza cingulada anterior, que es la zona cerebral que más se asocia con el bienestar subjetivo. También afecta positivamente a la ínsula, que se vincula con la metacognición, con la capacidad de estar presente”, añade.

De este modo, esta práctica despierta secciones cerebrales que afectan directamente el bienestar personal y baja el volumen de la amígdala, la zona que se activa cuando una persona se siente amenazada.

En los colegios muchas veces el mindfulness está asociado con los juegos. “No se puede generar un aprendizaje significativo sin antes generar las condiciones cerebrales óptimas para aprender. Entonces, por ejemplo, hacemos una especie de un, dos tres, momia es. Ponemos música para que se muevan harto y una vez que la detenemos, se quedan quietos y sienten su respiración. En el fondo, es como una meditación encubierta, y los niños lo aman. Sin darse cuenta se tranquilizan”, reflexiona Ferrando. Es que, a nivel neuronal, el bienestar se asocia al silencio.

Revise la conversación Paula Ferrando en Desde el Jardín