Entretención

Arte sin prejuicios

Imagen principal
Artehistoria.com
POR Soledad Zamorano |

La polémica por las imágenes de un cuadro de El Bosco en un texto patrocinado por el Mineduc traspasó fronteras. El debate, sin embargo, quedó pendiente: ¿Cuál es la real apreciación artística a la que debe ser expuesto un niño?

El mundo de los niños y las niñas es un mundo de imágenes. Un libro ilustrado, un documental sobre la vida de animales, un videojuego lleno de color puede captar su atención rápidamente, encantarlos y llevarlos a pasear su imaginación y enriquecer su aprendizaje. Esas imágenes están en todos lados y forman parte de una realidad tan inevitable como prometedora, pero también es una realidad de alta exposición a todo tipo de contenidos. Los expertos en educación y psicología infanto-juvenil son categóricos: en la actualidad, con el acceso a información que tienen los niños y niñas gracias a internet, no existe posibilidad de negarles contenidos. Por el contrario, los padres y formadores tienen mayores exigencias hoy en el proceso educativo y de formación de los valores de las nuevas generaciones, porque deben acompañar de manera persistente su desarrollo.

Así como la música, una buena película o el libro que el colegio les pide leer cada mes, el arte constituye un interesante punto de encuentro entre padres e hijos, donde los grandes deben sacarse todo prejuicio a la hora de apreciar juntos una pieza de arte moderno o un cuadro del Cinquecento.

El Nacimiento de Venus, de Botticelli

Este tema es permanente, pero tuvo su momento de debate tras la queja de una apoderada por la incorporación de imágenes de “El Jardín de las Delicias”, de El Bosco, en el libro Detectives en el Museo, un manual educativo del Artequín de Viña del Mar. Allí, junto a otros cinco cuadros de Rubens, Goya o Jacques Louis David, es posible apreciar las tres tablas de El Bosco, incluida la dedicada al infierno, donde el artista muestra el padecer de los pecadores. En un escenario sombrío, muestra escenas grotescas que incluyen vejaciones de todo tipo que El Bosco interpretó como propias del infierno. Son imágenes que han visto directamente en el propio Museo de El Prado miles de niños, niñas y adolescentes en visitas guiadas, por décadas, pero que en Chile escandalizaron a algunos en redes sociales hace un par de semanas, acusando al Ministerio de Educación, que patrocinó el texto, de “homosexualizar a niños de tercero básico”.

¿Es posible que un niño de ocho años se confunda a tal punto con la apreciación de este tríptico, que su identidad sexual se vea alterada o esté en riesgo? Claramente no, asegura la sicóloga y magíster en sicología clínica UC Andrea Tognarelli. “Ni a los ocho ni a los 10, porque a esa edad e incluso en la adolescencia tenemos un escaso repertorio de nuestro comportamiento sexual, que aún está en proceso de desarrollarse, lo que continuará hasta los 20, aproximadamente, donde terminamos por definirnos en este plano”. A diferencia de imágenes de violencia, por ejemplo, “donde sí sabemos que generan un repertorio conductual evidente en los niños y niñas expuestos, no existen estudios que confirmen que las imágenes homoeróticas, por ejemplo, como eventualmente podrían interpretarse las de El Bosco, tengan incidencia en el comportamiento. No es un asunto causal, a diferencia de la violencia. Distinto es si se trata de niños que han sido abusados a temprana edad, que han vivido o experimentado ese contenido sexual. Mirar un cuadro con sexo explícito para un niño de siete u ocho años no es una experiencia erótica. Puede provocarles risa o curiosidad, pero ese niño no conoce otros datos para darle una interpretación como la que creemos los adultos”.

La directora del Museo Artequín de Viña, Macarena Ruiz, agrega sobre la pintura más importante de El Bosco: “Esta es una obra que ha estado siempre disponible al público, nunca se censuró, nunca se cuestionó. Por el contrario, es un cuadro muy útil para entender el cambio de paradigmas entre la Edad Media y el Renacimiento, los temas que inquietaban a las personas en ese tiempo. Para los niños y las niñas que han revisado los textos, son imágenes que destacan por su colorido o por lo mal que lo pasan quienes están en el infierno. No tiene otras connotaciones”, explica la profesional, quien asegura que el texto del Artequín no es un documento pensado para que los niños lean solos, sino con la guía de un profesor o de los padres.

El Jardín de la polémica

“Divertida, por la gran cantidad de dibujos y colores que tiene”. Así se describe “El Jardín de las Delicias“, en la audioguía infantil del Museo del Prado. Una niña cuenta el contexto en que se creó el tríptico en clave lúdica, con algunos acercamientos al detalle de la obra. Las mismas imágenes son explicadas en el portal español Actuall, autodefinido como conservador, en un tono diametralmente distinto, con un título sin dobles lecturas y haciéndose eco de las quejas de un grupo de apoderados en Chile: “Así es el libro que fomenta la zoofilia y la sodomía infantil en Chile”.

Las imágenes se componen también de significados y es en ese plano donde los padres entran a jugar un rol clave. “Lo mejor que uno puede hacer es abrir ese mundo a los hijos, haciendo las preguntas correctas para motivarlos a explicar qué significa para él o ella cada escena, qué sabe de los elementos icónicos del cuadro, si le gustan o no los colores”, dice Andrea Tognarelli.

El Jardín de las Delicias, El Bosco

El libro Cómo hablar de arte a un niño (Editorial Nerea) aporta algunas pistas a los adultos –mejor aún si son principiantes– para que acompañen y descubran junto con sus hijos. Antes que contarles el contexto de una obra, lo mejor, dice el texto, es poner atención en la pieza de arte: se satisface la curiosidad del niño, se contestan sus preguntas y no se adelantan posibles dudas.

También se pueden comentar en palabras de chicos las emociones que le provoca al adulto la obra (“esta pintura me da miedo”, “me gusta el anaranjado del cielo” o “qué bonitos animales nos muestra este cuadro”). El niño o la niña seguramente preguntará cosas y explicará en sus propias palabras esas sensaciones sobre la pintura.

El temor a la ignorancia

Muchos papás tienen miedo de no saber lo suficiente. “No es necesario que los padres sepan de arte, sino que tengan interés y curiosidad por entrar al maravilloso mundo de la creación y se hagan preguntas frente a las obras de arte. La mayoría de los museos de este país son gratuitos y muchos tienen actividades especiales para los niños, en donde los padres y los adultos también aprendemos”, afirma Agustina Perera, historiadora del arte, magíster en edición de libros y autora de textos para Editorial Ekaré Sur. En Ven a ver Arte Chileno, por ejemplo, aborda obras de Margarita Dittborn, Ernesto Barreda, Roberto Matta y Roser Brú. Allí, como en otros textos de la misma editorial, no sólo aportan explicación de las obras, sino también una presentación, juegos asociados a una obra, pautas para descubrir colores o texturas, acompañadas de un diseño llamativo, que capture la atención de los niños. Más que de estilos, los niños se aproximan al arte con atención a los elementos básicos: colores, texturas, luces. Para ellos, un mismo artista podría perfectamente haber pintado Los Girasoles de Van Gogh y la Venus de Urbino. 

Los Girasoles, Vincent Van Gogh

“Algo muy simple puede transformarse en un momento mágico para los niños: sentarse con sus padres a mirar un libro de arte, comentar lo que ven, descubrir detalles escondidos, fijarse en los colores que usa el artista, seleccionar la obra preferida, en fin. Muchos después querrán dibujar y pintar. Lo que sí es cierto es que mientras más acceso se tiene a la ‘visualidad’, es decir, mientras más veces uno se expone a ver obras de arte, más herramientas tiene para entrar en ese lenguaje”, afirma Perera.

El placer del arte

Camila (7) y Vicente (12) son primos y van al mismo colegio en la comuna de Santiago. Los padres de ambos “trabajan mucho”. Por eso, sólo una o dos veces al año logran visitar el Centro Cultural Palacio de La Moneda o el GAM para disfrutar de alguna exposición. Los invitamos a apreciar la imagen de la Venus de Willendorf. Para Camila, bien podría ser una mujer embarazada, “pero también se parece un poco al Ismael –su hermano de año y medio–, porque tiene una guata grande y también es cabezón”. Vicente le contesta: “¡Nooo! Es una mujer, ¿no ves sus tetas cayendo?”. Los dos estallan de la risa y luego siguen revisando las páginas de la Historia del Arte de Gombrich.

Venus de Willendorf

Pedro es el mayor (11) y Rafael el del medio (7). Van a un mismo colegio, pero en la comuna de La Reina. Hace poco fueron a visitar la exposición de Ai WeiWei en la galería CorpArtes. Ir a museos es un panorama habitual de los fines de semana, además de mirar videos de arte, animales, el espacio y el lenguaje de los bebés, por ejemplo. Son curiosos y cuestionadores. Los dos coinciden en que la Venus es una mujer. A Rafael le llama la atención que no tenga rostro, también se ríe de sus pechos – “¡casi le llegan hasta el suelo!”, mientras el mayor, Pedro, duda del sexo de la figura “porque lo de ahí abajo más parece pene”, en referencia a la prominente vulva de la mujer. Ninguno se escandaliza, responden las preguntas con total naturalidad. Lo mismo cuando les mostramos el tríptico de El Bosco. “Ese de ahí está cagando murciélagos, seguramente comió mucho” o “parece una pesadilla, me gustan más los colores del cielo”, son algunos de sus aportes.

Los expertos en educación sostienen que el arte puede ser un excelente vehículo de comunicación con los hijos. Y los padres tienen una buena oportunidad para acompañar el aprendizaje y, por qué no, también aprender con ellos. El ejercicio de admiración de una obra en un libro puede complementarse con una visita al museo o ver más detalles en el sitio web de la galería o en los videos disponibles en internet. “Lo importante es que sea placentero, que los niños lo pasen bien con estos acercamientos, descubran cosas, pregunten, expliquen en sus propios términos”, afirma la sicóloga UC. 

La edad no es un límite

¿Un niño pequeño es más sensible a una obra abstracta? Cualquier cuadro puede despertar interés en un niño o niña, incluso si se trata de una temática que desconoce, como la sexual. “Lo importante es que los adultos los guiemos, hagamos preguntas, los estimulemos a cuestionarse, sin ir más allá de lo que alcance su comprensión”, agrega Tognarelli. “A veces los papás damos más información de la que necesitan nuestros hijos. Es mejor que se queden en lo que saben y desde ahí educar. El sexo puede ser sobrevalorado o degradado en la adolescencia y ese es el momento indicado para educar, de acuerdo a lo que la familia espera, a los valores que queremos para nuestros hijos. Negar esos contenidos es iluso en estos tiempos”, afirma Tognarelli.

La especialista dice que los padres deben estar alerta para aquellos episodios en que los hijos han comentado un tema en clases o se han reido con amigos frente a un asunto que puede parecer tabú, como el sexo. “Más que detenernos en el contenido, podemos valorar con ellos la expresión artística, cómo ha llegado a crearse esta imagen, la dimensión humana que nos muestra. Podemos vivir juntos una linda experiencia de aprendizaje, porque el arte podemos sublimarlo, incluso frente a imágenes que a los grandes nos parezcan grotescas, fortaleciendo recursos personales que den perspectiva y ayuden a los niños y niñas a ver las cosas con ojo crítico”.