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Las ventajas de una educación lenta

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POR Fernanda Valiente |

La ganadora del Premio Nacional de Educación, María Victoria Peralta, observa que hoy prevalece “una preparación académica” que no busca ir más allá para potenciar la creatividad y el pensamiento crítico.

María Victoria Peralta Espinoza (69), la primera parvularia en ganar el Premio Nacional de Ciencias de la Educación, llega con juguetes de madera al jardín. Son aromas, texturas, el peso y el color los elementos que los hacen tan especiales. Su capacidad de rescatar la sencillez. La educadora insiste que es fundamental que el niño explore los objetos reales para que conozca el mundo y posteriormente cree una representación, la que finalmente posee un factor personal.

Sin embargo, en la actualidad la educación potencia el “pensar calculante” y no “meditativo”, plantea Cristián Warnken en Desde El Jardín.

Por esto, el tema central de las investigaciones en congresos internacionales ha sido cómo funcionan las conexiones que va generando el cerebro a partir de las experiencias que va generando con su entorno, cuenta Peralta.

Además, sostiene que las clásicas propuestas de países desarrollados no son aplicables a los niños del país porque cada uno tiene sus diferencias culturales, entre otros aspectos. Por ejemplo, ¿en Chile es posible una educación de calidad, la cual se basa en la interacción si una profesora tiene 45 alumnos en una sala?, se pregunta la investigadora en interculturalidad.

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Peralta, quien trabajó en la Junta Nacional de Jardines Infantiles (Junji), enfatiza su preocupación por la sociedad en general, en la que familias se sienten “agobiadas” al no tener “un espacio para su enriquecimiento espiritual”. Por eso, vela por una “educación lenta” de los futuros docentes del área, donde los talleres buscan potenciar una propuesta más consciente del entorno.

Lo que piden algunos padres

Lo que despierta la alarma entre los padres es ver a sus hijos estresados a una edad en la que deberían disfrutar. La profesora en la formación de educadoras de párvulos en la Universidad de Chile, quien continúa enseñando en San Bernardo, señala que la verdadera misión de la eseñanza que consiste en un proceso de formación humana ha perdido el norte. “Muchas familias les piden a los educadores que hagan más o menos casi un preuniversitario el jardín infantil… una preparación solamente académica, que aprenda de números, que haga palotes, que llene cuadernos, que haga tareas, que no tiene nada que ver con la educación de la primera infancia”, dice.

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Pero en el mundo no todo gira en torno a la academización de los menores. En 1921, en manos del sicoanalista Alexander Sutherland Neill, se creó la escuela Summerhill, que produciría un quiebre en el típico esquema educativo de medición de habilidades.

“Después de su decepción por la educación”, Neill “instaló un internado en el que maestros y alumnos vivían juntos” sin un horario reglamentado. “Cada niño decidía qué quería estudiar y en qué nivel”, cuenta la ganadora del premio Mujeres del Siglo XXI del año 2009. Una situación similar ocurre en Chile con los colegios Waldorf, el sistema que funciona en base a exámenes libres, ya que su foco es potenciar las capacidades de aquellos interesados por el mundo del arte desde sus propios intereses y habilidades.

El adelanto de los procesos de evaluación no es el único factor que puede afectar una infancia completa. “La investigación dice que el niño tiene que desarrollarse integralmente”, dentro de una “infancia extensa”, señala la exvicepresidenta regional para América Latina de la Organización Mundial de la Educación Preescolar. Y esa capacidad se encuentra en la etapa de juego, en la que se comienza a crear la identidad a partir de una experiencia lúdica.

“Dejen que los niños jueguen”

Para la directora del Instituto Internacional de Educación de la Universidad Central el homo ludens es esencial para el perfeccionamiento individual; por ello es esencial que los alumnos exploren su imaginación en la etapa de la infancia. “El verdadero juego es aquel que no tiene un fin. Su propósito es el placer, y el niño va construyendo desde su imaginación, desde su sentido, desde las emociones”, puntualiza.

Por ende, añade que el gozo parte de esta actividad también se puede aprovechar en la educación, y eso es lo que los profesores deben mejorar.  La buena noticia es que en algunos lugares se está practicando esta forma de transmitir conocimientos de una forma que busca desarrollar la imaginación. En “la pedagogía del buen humor” los niños desarrollan sus capacidades de resiliencia y de creatividad cuando a veces llegan disfrazados inventar historias, cuenta la experta de Educación Infantil de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OIE).

Revise el programa completo de María Victoria Peralta: