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La reinvención de dos libreros para atender durante la distancia social

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POR Fernanda Valiente |

Juan Antonio Usero (Takk) y Francisco Mouat (Lolita) conversaron con Cristián sobre cómo mantener el vínculo y la confianza con sus clientes.

Se puede decir que las librerías de barrio sobreviven por aquellos clientes que conocen a los vendedores y vuelven por más recomendaciones. La librería se convierte en un lugar de conversaciones cotidianas y de intercambios culturales. Pero el nuevo escenario propone una nueva realidad, con más pantallas y menos contacto con el papel. 

“Siento que cada librería, con su particularidad, si no desarrolla un vínculo con quienes la visitan, difícilmente va a poder sobrevivir y resistir un período como este”, dice Francisco Mouat, periodista de la UC y actual director de la librería Lolita, en Desde El Jardín, de Radio PAUTA.

Concuerda Juan Antonio Usano, un español que dejó su país para trabajar en Chile en el rubro de los libros. “Con mi experiencia y la de otros me he dado cuenta de que los negocios se construyen a partir de la confianza y de establecer conexiones con los demás. Y es lo mismo con los clientes, ¿no? Son clientes porque te tienen confianza en lo que les dices y en lo que les ofreces. Así es la vida, creo yo. Comunidades abiertas, cerradas, pero que siempre se genera algo más que un interés comercial. También hay un interés personal y amistoso”, señala.

“Juan, ¿cuál es la historia de la [librería] Takk? ¿Cuándo descubres que vas a ser librero y que vas a dedicar tu vida a eso?”, pregunta Cristián Warnken, anfitrión del programa.

“Bueno, que quería ser librero lo descubrí en Barcelona. Antes de llegar a Chile trabajé en unas librerías de viaje durante un año. Conocí a una chilena y me convenció de venirme. Cuando llegué entré a trabajar en una librería que ya ha desaparecido. La World Trade Center del Alto Las Condes era grande, pero muy interesante. Al cabo de un año, Jorge Edwards se contactó conmigo para relanzar la [librería] Altamira y ahí cambió el nombre a Nueva Altamira. Después de cinco años conocí a la chica que en ese momento era la dueña de la Takk. Era una chilena italiana, hija de exiliado que intentó establecerse en Chile, se cansó y decidió volver a Italia. Antes de irse me convenció de seguir el proyecto y me dio ciertas facilidades. Y nada, aquí estoy”, cuenta Usano, quien atiende en la librería ubicada en la galería Drugstore

La competencia digital

Con la imposición de cuarentena se comenzaron a liberar novelas y ensayos para leer desde casa. En ese aspecto, algunos temen que el papel sea desplazado. 

Pero tanto Usano como Mouat son optimistas. Pese a que el librero de Takk considera que dentro de las futuras generaciones es posible que el formato PDF se convierta en un “soporte masivo de lectura”, cree que el libro en papel seguirá. 

Porque como explica Mouat, las historias construyen un lugar de refugio, sobre todo para estos tiempos. En ese sentido “la librería entrega un espacio de recogimiento consigo mismo o con otros”, agrega Usero.

El temor a quedarse sin libros

Para resguardar tanto al cliente como su salud, Usano atiende ahora con mascarilla, mantiene la puerta abierta y llama a mantener la distancia. A veces traslada los libros a domicilios del sector después del trabajo.

En el escenario de la pandemia, como señala el librero español, el libro pasó a ser un objeto sagrado dentro de lo laico. Porque las primeras semanas, cuando se levantó la cuarentena, venía gente y se llevaba verdaderas torres de libros, asegura. “[Una reacción] que se explica por esa ansiedad de no quedarse sin libros en la casa, aunque siempre los buenos lectores tienen muchos.  En eso somos como los viciosos jugadores. Nunca estás contento. Y tienes un afán coleccionista. Me imagino que a Pancho y a ti les debe pasar”, afirma.

La necesidad del intercambio 

“Pancho, hay una cosa muy afectuosa en tu librería. Veo que siempre los lectores conversan contigo y tu esposa”, describe Warnken.

“Sí. Nosotros cerramos la librería el 17 de marzo, antes de que se decretara la cuarentena en Providencia porque se sentía que venía. Justo la semana antes hubo una verdadera oleada en la librería Lolita, cuando ya la situación del Covid en Chile se había iniciado. Y fue muy complicado. Calculamos que ese fin de semana entraron cerca de mil personas. Fue una locura. Venían a llevarse entre ocho y 12 libros. ¿Cómo controlas a 20 personas en simultáneo para que mantenga la distancia? Era imposible. Entonces aceleramos el cierre y estuvimos un mes en que no vendimos un libro”, cuenta Mouat.

Por ende, a diferencia de Usano, ya no atiende de forma presencial. Solo una persona va a armar los pedidos con la cortina cerrada, y las otras dos personas se encargan de coordinar las consultas y recomendaciones. Por ahora, no sabe cuándo reabrirán. “Me parece fantástico lo que hace Juan de permanecer atendiendo bajo esos cuidados. Para nosotros puede ser más difícil contener a las personas. Hemos pensado que el día que abramos presencialmente, vamos a ser como las cafeterías al paso. La gente no va a poder entrar. En vez de preguntarle si quiere un cortado o una media luna, le preguntamos qué libro está buscando. Entonces, creo que va a haber una transición en la librería en que la parte presencial no va a ser como era antes”, afirma.

Cambio en el consumo cultural 

Usano lleva 14 años en el mundo de las librerías. Respecto de las ventas y la cuarentena dice que no se puede quejar demasiado. Su lugar de trabajo sobrevivió a la inundación de Providencia y a la crisis social. “Me estoy defendiendo y sigo adelante”, señala.

Pero no puede evitar un cierto pesimismo. “Habrá un cambio en el consumo cultural. Por el encierro habrá menos contacto. Se especula que van a cerrar oficinas, lo que va a afectar al comercio establecido. Ese es mi gran miedo”, dice.  

Vea la conversación entre Cristián Warnken y los dueños de la librería Takk, Juan Antonio Usano, y Lolita, Francisco Mouat