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Columna de Fernando A. Tapia: “La cama”

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POR Andres Sepúlveda |

“Hay quienes lo justifican bajo el lema del mal menor. La figura de la amputación ante una enfermedad incurable”, dice Fernando A. Tapia.

En la jerga futbolística el concepto de “hacer la cama” se refiere al acto consciente de un grupo de jugadores que, reservadamente, se ponen de acuerdo para jugar mal y, con ello, provocar la salida del técnico de turno.

La mantención del secreto a todo evento es parte de uno de los códigos no escritos entre los futbolistas. Por ser un hecho impropio, infausto y a veces miserable, es mejor dejarlo, ojalá para siempre en el silencio. De lo contrario, implicaría tener que cargar con una mochila imperdonable para el hincha, los dirigentes y el medio.

Jugar para atrás debe ser uno de los actos más despreciables en el deporte. Una traición que va contra todos los principios de la ética y la sana competencia. Una deslealtad con los colores y el escudo que se dice defender.

El periodismo deportivo suele recibir señales de que éste fenómeno es más común de lo que se reconoce públicamente. Por razones obvias, romper el pacto de silencio de los involucrados se hace prácticamente imposible. Pero en un grupo humano siempre hay quienes no están de acuerdo con las decisiones de una mayoría circunstancial que acomete una acción como ésta, alguien que no forma parte de la camarilla, palabra desde donde precisamente surge la definición para este concepto futbolero. Pero, claro, no estando de acuerdo, tampoco ese sujeto disidente está dispuesto a inmolarse frente a sus pares.

Por eso el tema suele quedar en el trascendido, en el rumor, en esa zona gris de lo incomprobable. Los futbolistas no son lo más noble de la actividad, como se suele decir cada vez que surgen murmullos de esto. Tampoco los dirigentes ni los periodistas. De todo hay en la viña del Señor. Por eso es interesante constatar el fenómeno cada vez que hay un reconocimiento explícito de alguno de los actores principales o alguien con vínculos directos con el mundo de fútbol.

El exjugador y exentrenador de la Universidad Católica, y hoy comentarista, Juvenal Olmos, volvió a poner el concepto de “hacer la cama” en el tapete. No lo dijo expresamente así, pero recurrió a una definición similar. Dijo que en la UC los jugadores “se están llevando al técnico al lomo, igual como se echaron a los dos últimos entrenadores”. Dura declaración en la que sugirió que el plantel cruzado podría estar abortando desde adentro el trabajo de Ariel Holan, además de endosarle al plantel la responsabilidad directa a las salidas de Cristian Paulucci primero, y de Gustavo Poyet, después.

Difícil saber si las palabras de Olmos son producto de alguna información privilegiada recibida de una fuente anónima que buscó denunciar el acto utilizando al ahora comunicador como vocero, o de alguien, también desde adentro, interesado en provocar un remezón interno o, simplemente, surgieron del apasionamiento del momento ante una campaña irregular que esta temporada suma una inesperada y prematura eliminación de la Copa Sudamericana, y el casi papelón en Copa Chile con Deportes Colina, equipo de la cuarta división.

Lo que está claro es que sus palabras molestaron profundamente en San Carlos de Apoquindo, porque cierto o no, la sospecha quedó instalada. La verdad es que no es posible saber si esto está pasando en Universidad Católica. Lo que no se puede decir es que en mundo del fútbol el “hacer la cama” sea una invención antojadiza, con la que el periodismo que denuncia suele ser atacado por mala leche y vende humo.

No. Ocurre. Lo reconoció por ejemplo el exjugador de la “U” Sebastián Pinto, quien en una entrevista aseguró que en 2007 parte del plantel azul jugó para atrás, y así provocar la salida del técnico argentino Salvador Capitano.

Podríamos hacer una larga lista de casos, cuyas verdades finales han quedado atrapadas en los códigos de camarín. De hecho, en las últimas semanas en Alemania la prensa de ese país asegura que al menos seis jugadores del Bayern Munich se coludieron para provocar la salida del técnico Julian Nagelsmann, la que finalmente se produjo. Hay quienes lo justifican bajo el lema del mal menor. La figura de la amputación ante una enfermedad incurable. Como sea, el “hacer la cama” pasa y hasta en las mejores familias.