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La cancha dispareja

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Bárbara Sánchez, jugadora de Universidad de Chile. Créditos: Agencia Uno
POR Eduardo Olivares |

Fernando A. Tapia propone que los cracks empujen con gestos concretos una mejora en la situación de “sus pares mujeres, que además después del fútbol tendrán que seguir trabajando para sobrevivir”.

Esta semana comenzará para los equipos chilenos la participación en la Copa Libertadores de América, el torneo de fútbol a nivel de clubes más importante y prestigioso del continente. Unión Española y Universidad de Chile serán los primeros en saltar a la cancha en la fase previa, gracias a lo cual la Conmebol ya les aseguró un suculento premio económico de US$ 350.000. Ni hablar si alguno logra pasar a la fase de grupos, donde ya están instalados Universidad Católica y Unión La Calera, cuadros que ya aseguraron un cheque de US$ 3 millones por su sola participación. El torneo no solo brinda la oportunidad de la gloria deportiva, sino que además es también una extraordinaria oportunidad de sumar miles de dólares a las finanzas de los clubes. Este año la Conmebol anunció una bolsa récord para todos los participantes, un fondo a repartir de US$ 168 millones. Mientras la mirada de los fanáticos estará puesta en la cancha, de seguro la de muchos dirigentes se hallará muy pendiente en calcular cuánto de ese botín podrán sumar a sus arcas.

Las cifras bien vale revisarlas cuando al mismo tiempo se está disputando la Copa Libertadores Femenina en tiempos en que muchos se llenan la boca con demandas de igualdad y equidad de género, y que en fútbol presenta brechas vergonzosas. Santiago Morning y Universidad de Chile son los representantes del campeonato que se está disputando en Buenos Aires, Argentina. A cada uno de estos clubes, la Conmebol les entregó un premio por participación de apenas US$ 7.000, es decir 50 veces menos de lo que les otorga a los equipos masculinos. La rotunda desigualdad queda aún más expuesta cuando se revisa el premio disponible para el campeón. Mientras que para el ganador de la Copa masculina hay reservado un cheque que podría alcanzar los US$ 23,9 millones, para las triunfadoras del torneo femenino esa cifra tiene un tope de US$ 92.000, 252 veces menos que los varones.

Es cierto que en los últimos años el fútbol viene realizando esfuerzos por emparejar la cancha y reducir esta brecha, pero las cifras siguen siendo obscenas. El presidente de la Conmebol, el paraguayo Alejandro Domínguez, se muestra exultante con la cantidad récord de dólares que el organismo repartirá para los torneos del 2021, aunque estas cifras debieran al menos hacerlo enrojecer. Es comprensible que el fútbol masculino genere más dinero que el femenino, y nadie en su sano juicio podría hoy exigir una repartición igualitaria. Pero al menos es falso señalar que las competencias de mujeres generen tanto menos interés que el de los hombres como para explicar esta indignante brecha, por lo que la tarea recae en los propios dirigentes de gestionar mejor los patrocinios y derechos televisivos de los torneos femeninos.

Solo en Chile la Copa Libertadores Femenina está siendo transmitida por tres cadenas televisivas, y hasta ahora con buenos niveles de sintonía. Acá se aprendió la lección desde la Copa América realizada en 2018, un fenómeno de sintonía y asistencia que marcó un antes y un después en la forma en que los medios comenzaron a valorar a nuestras futbolistas. Aunque no fue fácil. La Federación de Fútbol de Chile, entonces encabezada por Arturo Salah, debió golpear varias puertas para buscar algún canal interesado en transmitir el campeonato. En tres recibió sendos portazos. Incluso en uno de ellos un alto ejecutivo de TV les llegó a decir “ustedes deberían pagarnos a nosotros para transmitir eso”. La federación, interesada en provocar un impulso al fútbol femenino finalmente entregó gratis el torneo al único canal que vio una posibilidad: Chilevisión. El resultado fue fantástico, no solo deportivamente, sino que además las mujeres entusiasmaron al público que llenó los estadios y con un éxito de sintonía impensado, alcanzando audiencias solo comparables con el festival de Viña del Mar. Tras esa Copa América, y viendo el gran negocio que había detrás, llovieron las ofertas, y finalmente fue el propio CHV el que se quedó con los derechos de los partidos de la selección femenina a cambio de US$ 2,3 millones. Las futbolistas comenzaron a recibir un trato igualitario en relación con los seleccionados hombres, con viajes en clase business, un viático similar (US$ 200 diarios) y hoteles de la misma categoría. Pero claro, la diferencia sigue estando en los salarios, que dependen de los clubes, y en los premios, que es resorte de los organizadores y las federaciones.

Aun así, es posible reclamar gestos, como lo han hecho países como Dinamarca, Noruega, Finlandia y Australia, que ha resuelto pagar exactamente los mismos salarios a sus seleccionados hombres y mujeres. En Chile el cambio podría venir de nuestros propios cracks de la Roja, varios de ellos con el futuro económico asegurado. Sobre todo después de que casi unánimemente se sumaron a las manifestaciones masivas de octubre de 2019 reclamando más igualdad y dignidad e incluso motivando la suspensión de un partido amistoso con Perú para solidarizar con el movimiento social. No estaría mal pasar también a la acción con gestos con sus pares mujeres, que además después del fútbol tendrán que seguir trabajando para sobrevivir. Porque así como estamos, y pese al esfuerzo de nuestras futbolistas y al interés que provocan en el público, la cancha sigue estando muy dispareja.