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Sueño de una tarde de verano

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Agencia Uno/PAUTA
POR Eduardo Olivares |

“La Selección sigue teniendo buenos jugadores, pero no ha dado con el conductor que los haga mejores, como aconteció con Marcelo Bielsa y Jorge Sampaoli. En La Paz, los goles de Núñez y Alexis salvaron a Martín Lasarte”, dice Fernando A. Tapia.

Que me perdone don William Shakespeare por alterar el título original de su comedia escrita en 1595. Pero claro, el partido de la Selección Chilena ante Bolivia en el estadio Hernando Siles de La Paz  se jugó por la tarde, y no en la noche. Fue una jornada que partió con una torrencial lluvia en la capital boliviana y que por momentos amenazó con la postergación del vital duelo por las clasificatorias. Una jornada en la que La Roja estuvo cerca de sellar casi definitivamente su eliminación al Mundial de Catar, especialmente cuando el rancho era bombardeado por los jugadores altiplánicos y las manos salvadoras de Brayan Cortés surgieron junto con el milagro de los palos, que esta vez estuvieron de nuestro lado.

Esa suerte que nos ha sido tan esquiva a lo largo de la competencia, apareció en el momento justo para brindarnos una última oportunidad. O al menos para acompañar a una generación que ciertamente no merecía despedirse de la carrera hacia un nuevo mundial tan prematuramente. Alexis Sánchez y su doblete en la altura, además del gol anotado por Marcelino Núñez –obra esta última surgida gracias a la vieja sociedad entre el tocopillano y el incombustible Mauricio Isla– le dieron a la Selección y especialmente a millones de hinchas la posibilidad de seguir soñando en una tarde de verano.

Habrá que esperar los duelos de marzo, ante Brasil de visita y frente a Uruguay en Chile, para saber cuál será el rol que tendremos en la Copa del Mundo que se disputará a fin de año en Oriente Medio. Si veremos nuevamente a los nuestros en la cita máxima, o nos tendremos que conformar con seguir la competencia a través de la televisión. Los fríos números y el análisis de datos sugieren que estamos más cerca de lo segundo. Una realidad con la que no sólo coinciden los expertos estadísticos, porque es también el reflejo de lo que hemos visto en cancha a lo largo de esta clasificatoria. El rendimiento de la Selección sólo se sostiene en base a la extraordinaria capacidad competitiva y la jerarquía de la misma columna vertebral que nos permitió celebrar por primera vez en 100 años de historia dos títulos continentales, pero que en cancha comenzó su declive como equipo desde 2017 a la fecha. En cinco años el fútbol chileno ha sido incapaz de poder generar talentos de la jerarquía que representan Claudio Bravo, Gary Medel, Mauricio Isla, Charles Aránguiz, Arturo Vidal y Alexis Sánchez. Hay por cierto jugadores que no desentonan, y que se han ganado un espacio en esta difícil etapa de transición, pero que no han gozado de lo más relevante que tuvo Chile en su periodo más exitoso: funcionamiento.

Mauricio Isla en La Paz, en triunfo de Chile 3-2 Bolivia

La Selección sigue teniendo buenos jugadores, pero no ha dado con el conductor que los haga mejores, como aconteció en el pasado con técnicos como Marcelo Bielsa y Jorge Sampaoli. En La Paz, los goles de Núñez y Alexis salvaron a Martín Lasarte, cuya lentitud en la respuesta a los momentos del partido ya le granjeaban la crítica del medio especializado, pero también de los hinchas que a través de las redes sociales se expresaron de manera aún más lapidaria cuando el partido seguía empatado y el arquero Cortés respondía como una muralla a cada ataque boliviano.

La verdad es que la Selección hace rato se olvidó de ganar con comodidad, mucho más de jugar bien. Salvo uno que otro partido, ha convivido con el sufrimiento desde el mismo inicio de la clasificatoria, aquel 8 de octubre de 2020, cuando el árbitro paraguayo Eber Aquino concretó un asalto a mano armada en la noche de Montevideo y condicionó una injusta derrota en los descuentos frente a los uruguayos. Pero “a llorar a la iglesia”, como dijo alguna vez el extécnico de la selección argentina Alfio Basile, porque es normal que en la derrota se busque algún culpable externo y se tienda a evitar la autocrítica. La realidad es que Chile ha hecho pocos méritos para clasificar, y si ha llegado con al menos una opción matemática hasta la última fecha ha sido, como hemos dicho, gracias a la jerarquía de sus individualidades, y de la irregularidad que también ha afectado a la mayoría de la selecciones sudamericanas, con la excepción por cierto de Brasil y Argentina, que trotando se metieron hace rato en Catar.

Para algunos, el triunfo en La Paz simplemente estira la agonía de un proceso en decadencia, y posterga las trascendentales decisiones que se deberán adoptar junto con el fin de la carrera al Mundial. Porque ciertamente ya es posible hacer un balance en base al juego que ha mostrado el equipo, el que arroja como conclusión que es necesario un cambio profundo. A esta altura parece claro que el entrenador Martín Lasarte, tal como Reinaldo Rueda, no fue capaz de darle otra cara al funcionamiento de Chile.

Ciertamente que el uruguayo no debe cargar con todas la culpas, menos si estuvo dispuesto a tomar el fierro caliente cuando la errática directiva de Pablo Milad lo encontró casi de casualidad tras las frustradas negociaciones, reales y ficticias, con otros entrenadores. El acuerdo establece que el contrato de Lasarte llega hasta el fin de las clasificatorias, renovable automáticamente en caso de timbrar pasajes al Mundial. Esto último aparece lógico desde el punto de vista del acuerdo laboral, pero ciertamente no aconsejable con la mirada de lo que ha rendido Chile, en caso de que se dé el milagro. Las matemáticas señalan que los dirigentes de la ANFP no tendrán que lidiar con este dilema, y que a partir de marzo deberán ocuparse de iniciar un nuevo proceso. Pero como se trata de soñar en una tarde de verano, es conveniente también ponerse en el escenario improbable, el de la clasificación, y desde ya buscar al nuevo técnico de la Selección chilena.

La Roja necesita un entrenador que impulse un nuevo salto de calidad. Un técnico de jerarquía internacional, que imponga autoridad y no sucumba a las presiones de clubes y representantes. Dinero para buscarlo hay. Recién nomás la Federación selló el nuevo acuerdo por los derechos televisivos de la Selección. Son US$75 millones que, si bien es mucho menos que el acuerdo anterior (US$ 120 millones), representan recursos frescos para la nueva etapa. Aunque, claro, para eso habría que evitar la repartija a las sociedades anónimas deportivas, que una vez más están agazapadas a la espera de una cuota de la torta, especialmente en un año de elecciones en la ANFP, cuando el voto por la continuidad de una directiva bien pueden valer unos millones.

Fernando A. Tapia participa en Pauta de Juego, de Radio PAUTA, de lunes a viernes a partir de las 12:30 horas. Escúchelo por la 100.5 en Santiago, 99.1 en Antofagasta, y por la 96.7 en Valparaíso, Viña del Mar y Temuco, y véalo por el streaming en PAUTA.cl.