Deportes

Más Vivaldi señor rector

Imagen principal
Agencia UNO
POR Cristián Rodríguez |

Fernando Agustín Tapia plantea que se echa de menos una voz más clara de la máxima autoridad universitaria para resaltar que más allá del negocio privado, la “U” tiene una dimensión pública y social que es necesaria resguardar.

Salvo Mauricio Pinilla, quien aseguró que conoce a los nuevos propietarios mayoritarios de Azul Azul -aunque sin identificarlos-, nadie medianamente responsable se ha aventurado a dar, con nombres y apellidos, las identidades de los que compraron el paquete de acciones mayoritarios que estaba en manos de Carlos Heller.

¿Quiénes son los nuevos dueños de la “U”? Esta es la pregunta que aún no encuentra respuesta entre los hinchas azules y el medio futbolístico nacional. Lo que sí hay son sospechas que surgen precisamente de la frustrada operación ocurrida en septiembre de 2020, cuando el propio Heller descartó la venta del 63,07% de sus acciones, según declaró, ya que desconfiaba de quiénes realmente estaban detrás de la oferta, apuntando al riesgo de entregar el control del club a representantes de futbolistas o dirigentes vinculados a otros equipos del fútbol chileno.

Las dudas del empresario surgieron luego de constatar que tras la negociación, de la que participó la empresa de asesorías financieras Redwood Capital, podría haber intereses cruzados, ya que la misma firma había hecho negocios en el pasado con el club Ñublense y la Isapre Más Vida, entidades estrechamente vinculadas con Patrick Kiblisky y Victoriano Cerda, respectivamente, ambos dirigentes del fútbol con fuerte peso específico en el consejo de presidentes de la ANFP y, a su vez, con fluidas relaciones con el poderoso representante de jugadores Fernando Felicevich.  

A Heller le hizo más sentido de que algo extraño podía haber, ya que estaba muy al tanto de la estrecha amistad entre el propio Cerda, vicepresidente de Huachipato, con Cristián Aubert, el ejecutivo al que los futuros compradores le sugirieron instalar en la presidencia de Azul Azul como parte del proceso de transición. Por eso, grande fue la sorpresa que seis meses después la operación revivió, esta vez evitando las filtraciones internas, concretándose la venta a través de los mismos intermediarios que en su momento hicieron dudar a Heller.

Según La Tercera, el cerebro de la gestión fue Michael Clark Varela, esta vez en representación del grupo Sartor, que hizo de intermediario del Fondo de Inversión Privado Tactical Sports, el que ahora pasará a manejar los destinos del equipo universitario. La pregunta que surgió es: ¿qué  hizo cambiar la opinión de Heller, si en los hechos Michael Clark, el mismo que lo convenció de retomar la venta de sus acciones, sigue siendo director ejecutivo y socio fundador de la firma de asesorías financieras Redwood Capital?. Las preguntas sin respuestas abundan, especialmente por el mecanismo elegido para la adquisición de las acciones de Azul Azul: a través de un Fondo de Inversión Privado (FIP), que tiene entre sus particularidades la no obligación legal de identificar a los aportantes del fondo.

Actores del mercado financiero, y también directores de otras sociedades anónimas deportivas, reconocen que la compra a través de un FIP es extraña, además de ser un método jamás utilizado en el fútbol chileno. Aubert asegura no conocer a los futuros controladores de Azul Azul. Raro e inverosímil, sobretodo porque de los siete directores que representaban los intereses de Heller en el directorio, es el único que conservará su puesto. Si bien es cierto que la legalidad vigente respalda las intenciones de anonimato de los futuros controladores del equipo azul, nadie en su sano juicio debiese pretender pasar a controlar un equipo de fútbol que lleva el nombre de la Universidad de Chile sin que se sepa de quiénes se trata y cuáles son sus reales intenciones.

Es por esto que la casa de estudios, aquélla que dio su autorización en mayo de 2007 para que la concesionaria llevara su nombre, logo y emblemas, con el compromiso de velar por los principios y valores de la universidad a la que representa, tiene mucho que decir. No basta con el derecho adquirido de tener dos directores en el directorio y recibir un bono correspondiente al 4% de las utilidades, bien escasas a decir verdad. No es suficiente el acuerdo que le permite a sus estudiantes un descuento del 20% en las entradas, abonos y tiendas de productos.

Se ha echado de menos una voz más clara del rector Ennio Vivaldi para resaltar que más allá del negocio privado, el equipo de fútbol de la “U” tiene una dimensión pública y social que es necesaria resguardar. Esta vez sería imperdonable su silencio, como ya le pasó en 2014, cuando tomó palco de la injusta medida que afectó a seis periodistas del CDF, que tras denunciar en un reportaje que el proyecto estadio en Laguna Carén carecía de sustento, ya que ni siquiera había tramitado los permisos en la comuna de Pudahuel, perdieron sus empleos. Los profesionales tuvieron que salir del canal luego de las presiones ejercidas por Azul Azul, y en las que tuvo un rol protagónico el propio Aubert, en esa época gerente general del club.

El rector no se pronunció, pese a la flagrante violación a la libertad de expresión, información y trabajo, valores que se supone debe defender la Casa de Bello. Lo de ahora puede ser mucho más grave, por lo que es urgente una acción más decidida. Más Vivaldi señor Rector.