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¿Cuánta comida rápida comen los chilenos al año?

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PAUTA
POR Andres Sepúlveda |

Los estudios más recientes ubican a Chile como el séptimo país con mayor ingesta por habitante del mundo, con 201,9 kilos al año. Actualmente, hay casi 3.000 locales de venta en todo el país, donde se realizan más de 500 millones de transacciones cada temporada.

El 15 de abril de 1955 se inauguró el primer local de la cadena de comida rápida más famosa del mundo: McDonald’s. La apertura fue en la ciudad de Des Plaines, en Illinois, Estados Unidos. La revolución fue inmediata y, a partir de ese momento, el número de locales con el concepto de atención rápida y consumo inmediato creció exponencialmente.

Hoy McDonald’s tiene 34 mil locales en casi todos los países del mundo. Con esta efeméride como contexto, nuestro Contestadog, de Watchdog Pauta, salió a investigar acerca de cuál es el nivel de consumo de estos alimentos en Chile y qué tipo de políticas se han impulsado para revertir los problemas de salud pública que genera su ingesta desmedida.

De acuerdo con los últimos datos disponibles en estudios internacionales comparables, que datan del informe Euromonitor Passport Database de 2014, Chile es el séptimo país del mundo con mayor consumo per cápita de productos ultraprocesados: 201,9 kilos al año. Los productos ultraprocesados incluyen hamburguesas, salchichas, galletas, bebidas azucaradas y energéticas, helados, dulces y cualquier alimento con un procesamiento mayor a la incorporación de preservantes.

El líder mundial es Estados Unidos, con 307,2 kilos por habitante al año, seguidos de Canadá (229,8), Alemania (218,5), México (214), Bélgica (210) y Australia (208,3).

A nivel de participación de mercado de las principales cadenas, McDonald’s lidera en Chile con el 16%, seguido del holding nacional Gastronomía y Negocios -dueño de las marcas Doggis, Juan Maestro, Tommy Beans y Mamut, entre otras- con el 10,7%, Papa Johns’ con el 9,8% y en cuarto puesto el holding internacional Yum! Brands, que representa a Pizza Hut, Taco Bell y KFC, con el 5,3%, de acuerdo con los datos de Euromonitor a febrero de 2023.

Un aspecto interesante en esta industria es la dispersión de marcas y productos. Porque si bien McDonald´s es el líder, las hamburguesas no son la comida rápida preferida de los chilenos: su cuota de mercado apenas se encarama hacia el 5% de participación, muy por debajo de la categoría “comida latinoamericana”, que incluye los hotdogs no solo de cadenas, sino también de fuentes de soda y restaurantes, que suman casi el 15%.

Esta dispersión se ve reflejada también en la cantidad de locales. Según los propios datos de Euromonitor a febrero de 2023, existen en Chile casi 3.000 ubicaciones de marcas de comida al paso. La con mayor número de tiendas es Subway, con 187, seguida de Doggi’s con 155, Papa John’s con 141 y Starbucks, con 134. La cadena nacional Dominó, por ejemplo, tiene 37, y el principal operador de comida japonesa, Niu Sushi, cuenta con 44.

Ventas al alza, boleta promedio a la baja

A nivel agregado, la Asociación Chilena de Gastronomía (Achiga) y el Departamento de Estudios de la Cámara Nacional del Comercio, Servicios y Turismo de Chile (CNC) reportaron que las ventas reales (por sobre la inflación) de comida de servicio rápido crecieron 24,7% en 2022 respecto del cierre del año anterior.

Dentro de las razones que explican esta brusca alza está el incremento de los precios finales a partir de los mayores costos de los insumos. Los alimentos fueron el ítem del IPC que más incrementó sus valores en los últimos meses (17,4% versus el 11,1% del IPC en los últimos 12 meses a marzo). Pero también este crecimiento se debe a que existe una base de comparación relativamente baja, ya que en 2021 aún estaban las restricciones sanitarias.

Este incremento en las ventas se explica principalmente por el aumento de volumen de comida rápida, ya que el ticket promedio cayó 6% real frente al cierre de 2021. En concreto, la boleta media de los consumidores chilenos retrocedió de $8.827 a $8.297. Se calcula que al año se realizan 523 millones de transacciones en locales de comida rápida, lo que significa casi 30 operaciones por persona al año.

El aporte de la presencialidad es algo que destaca el presidente de Achiga, Máximo Picallo, ya que en este tipo de comida de paso es fundamental. De hecho, el 76% de la venta se sigue realizando en los mismos locales, mientras que el 24% restante se hace por plataformas de comida y compras online. Para 2023, Picallo es bastante cauto. “Este año va a ser complejo porque ya se está notando un freno en el consumo, sobre todo si la inflación sigue pegando de la misma manera”, asevera.

Preocupación por sus efectos

La comida rápida tiene una incidencia muy relevante en el gasto de los chilenos. Si bien ninguna de las empresas que opera en el rubro informa sus ventas agregadas, la comida fuera del hogar es el ítem de mayor incidencia en el cálculo del IPC después del arriendo de vivienda, pesando 3,1% del total de la canasta. Y una parte importante de la ingesta de esta comida son hamburguesas, hotdogs, sándwichs y otras variantes de fast food. 

A nivel de políticas públicas, ha comenzado a haber una preocupación creciente por el impacto agregado que tiene el consumo de este tipo de comida alta en grasas y calorías en la población. Uno de los principales focos está puesto en la relación que se observa con la obesidad, ya que hay una dieta alta en grasas (totales, saturadas y trans), azúcares añadidos y potasio es menos saludable.

Según expertos consultados, los países con mayor consumo de comida chatarra tienen mayor presencia de obesidad. En Chile, donde hay un gran consumo, el 74% de los adultos chilenos padecen la enfermedad en alguna de sus variantes, mientras que en Perú, donde las ventas de alimentos no saludables también son altas, la presencia de la enfermedad en adultos es de 62%.

La nutrióloga Catalina Fuentes, de la Clínica Alemana, afirma que la comida rápida “traiciona” el mecanismo de saciedad al ser altamente palatable. “Comemos grandes cantidades de energía, que en ocasiones cubren prácticamente nuestros requerimientos de todo el día en una sola comida, pero que no tienen valor nutricional”, dice.

Desde la industria dicen haber reaccionado. La gerente de Comunicaciones Corporativas de Arcos Dorados Chile, la matriz de McDonald’s en el país, Lorena Talma, asegura que la marca trabaja hace más de una década en la reducción de calorías, sodio, azúcar y grasas trans en los principales ingredientes que componen su menú.

A partir de las negativas cifras de aumento de la obesidad, en especial la infantil, en Chile se aceleró la aplicación de políticas públicas que buscaran revertir este escenario. Una de ellas es el programa “Elige Vivir Sano”, que apunta a promover hábitos y estilos de vida saludable para mejorar la calidad de vida de las personas a través de iniciativas que fomenten la alimentación sana, la actividad física, la vida al aire libre y la vida en familia. En cuanto a la alimentación, lo que hace es educar en hábitos alimentarios para mejorar la nutrición integral y lograr la disminución del peso.

El exministro de Salud Jaime Mañalich comenta que esta medida es un esfuerzo muy modesto a la hora de combatir la obesidad. “Es como enfrentarse a gigantes, las grandes cadenas de comida rápida afectan a la población a través de propagandas e incentivos que son imposibles de contrarrestar con esfuerzos tan modestos como una campaña que aparece de vez en cuando”, asevera.

Asimismo, otra política pública que se impulsó fue la de la ley de etiquetados frontales, diseñada para combatir las enfermedades ligadas a la mala alimentación de la población chilena, tales como hipertensión, infartos de miocardio y obesidad. Esta iniciativa está representada por sellos de advertencia de “alto en” para azúcares, grasas saturadas, calorías y sodio, además de la regulación de lugares de venta de productos con sellos en los colegios.

Fuentes menciona que si bien se han visto resultados positivos luego de su implementación, se debe evaluar a largo plazo el impacto que tendrán sobre las tasas de prevalencia de obesidad. “Se debe seguir avanzando en políticas públicas, por ejemplo, en el acceso a alimentos saludables. Muchas veces tenemos que comer algo fácil, rápido y económico y las opciones son reducidas, pero si agregamos el requisito “saludable” nos quedamos prácticamente sin opciones”, enfatiza.

El también exministro de Salud y actual presidente del Instituto de Políticas Públicas en Salud de la Universidad San Sebastián, Enrique Paris, afirma que ambas iniciativas sí han contribuido a combatir la enfermedad, ya que están en la línea correcta, según lo planteado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). “Además, se debe promover la actividad física, sobre todo en el ámbito escolar desde el comienzo”, agrega.

A lo anterior, Mañalich añade que la única iniciativa que ha funcionado en el mundo para combatir realmente la obesidad es agregar impuestos a los azúcares agregados. “Todo lo demás ha demostrado ser insuficiente. El gasto que tiene que hacer el Estado en compensar el daño producido por las industrias de las calorías y de la comida procesada no es eficiente”, plantea.

¿Cuánta comida rápida comen los chilenos al año?