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Las cumbres intercoreanas terminan en Estados Unidos

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POR jorge Román |

Aunque la historia de encuentros entre las dos Coreas tiene 18 años, no basta con los acuerdos entre ambas para reducir la tensión.

Pareciera que Kim Jong-Un, el mandatario de Corea del Norte y nieto del fundador de su país, estuviera tratando de batir todos los récords de sus antecesores.

Es el líder norcoreano que ha realizado más ensayos nucleares (cuatro de los seis en toda la historia de Corea del Norte), es el primero que ha pisado suelo surcoreano desde que terminó la Guerra de Corea, el único que se ha reunido dos veces con el mismo presidente de Corea del Sur (el 27 de abril y el 26 de mayo), el que destruyó el sitio de ensayos nucleares de Punggye-ri frente a la prensa internacional y, si todo sale según lo previsto, será el primero en tener una reunión con un mandatario estadounidense (siempre y cuando el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no decida nuevamente cancelar la cumbre en Singapur).

Pese a que ha habido escepticismo sobre las verdaderas intenciones del líder supremo, es este el que ha tomado la iniciativa en el ambiente de distensión. Es el gobierno de Pyongyang el que propuso el encuentro entre Corea del Norte y Corea del Sur en la Zona Desmilitarizada, el que anunció, una semana antes de la cumbre, el cese de las pruebas nucleares y de misiles balísticos, y el desmantelamiento de los centros de ensayo. Estos esfuerzos, de acuerdo con el mismo gobierno norcoreano, responden al éxito de sus experimentos nucleares y a su interés por contribuir al desarme mundial. Y fue el mismo Kim Jong-Un quien propuso la reunión improvisada con Moon Jae-In el sábado 26 de mayo para resolver la discordia con Estados Unidos.

No es la primera vez que Corea del Norte ha prometido abandonar el desarrollo de armas atómicas. Se trata de un tema que ha planeado en forma permanente sobre la península y que ha significado decenas de sanciones por parte de la ONU y Estados Unidos desde el primer ensayo nuclear, en 2006.

Pyongyang inició su programa de armas nucleares mucho antes, en la década de 1980. Durante la primera cumbre intercoreana, realizada entre el 13 y el 15 de junio de 2000, los mandatarios Kim Jong-Il (del norte) y Kim Dae-Jung (del sur) llegaron a una serie de acuerdos para mantener la paz entre ambas naciones y reducir la tensión militar. Aunque no hubo mención al programa nuclear, los esfuerzos del presidente surcoreano fueron reconocidos con el Premio Nobel de la Paz el mismo año.

No obstante, que el gobierno estadounidense de George W. Bush incluyera a Corea del Norte como parte del “eje del mal” junto a Irán e Irak e invadiera este último en 2003 fue una señal muy clara para Pyongyang: debían reforzar su armamento si querían proteger su régimen.

Con un Estados Unidos receloso, con el mundo expectante luego de la prueba nuclear norcoreana de 2006 y una creciente oposición interna al Presidente surcoreano Roh Moo-Hyun, en 2007 se realizó la segunda cumbre intercoreana. Entre los acuerdos alcanzados se incluía un cese de los ensayos nucleares y el inicio de un trabajo conjunto para firmar la paz.

Pero con el fin del periodo de Roh y el advenimiento del gobierno conservador de Lee Myung-Bak, Corea del Sur congeló el diálogo con su vecino. Y ahora, más de una década después, con todos los protagonistas de las cumbres previas muertos, un líder norcoreano de treinta y tantos y un presidente surcoreano progresista con una gran aprobación, los acercamientos y el tono conciliador de Kim Jong-Un han incluso dado pie para soñar con una futura reunificación-o por lo menos así él lo ha declarado. Y esto pese al tono beligerante del Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien le recordó a Kim que las capacidades nucleares norteamericanas “son tan masivas y poderosas que ruego a Dios no tengamos que usarlas nunca” y aseguró que tiene “cientos de sanciones nuevas preparadas para implementarse” aunque las ha descartado por ahora: “¿Por qué lo haría cuando estamos hablando tan amablemente?”, dijo Trump tras recibir al delegado norcoreano Kim Jong-Chol en la Casa Blanca el 1 de junio.

De hecho, uno de los gobiernos que ha mostrado mayor apoyo a la estrategia negociadora de Pyongyang ha sido el de Corea del Sur. De acuerdo con el Presidente Moon, “Kim Jong-Un tiene intenciones firmes sobre la completa desnuclearización de la península coreana. De lo que no está seguro no es de la desnuclearización, sino la política hostil de Washington hacia Corea del Norte, si Washington de verdad puede garantizar la estabilidad de su régimen”.

Este es el conflicto, en apariencia irreconciliable, entre Pyongyang y Washington: este último quiere que el primero se deshaga completamente de todo su arsenal nuclear y de forma verificable, mientras Pyongyang pide pasos concretos y simultáneos, graduales, para crear confianza mutua.

En medio de esta situación, otro actor entra en escena: Rusia invitó a al líder norcoreano a visitar Moscú. A través de su ministro de Relaciones Exteriores, Sergei Lavrov, quien visitó Pyongyang la última semana de mayo, Rusia ha mostrado su apoyo a una desnuclearización gradual y a un alivio de la presión sobre Corea del Norte mientras avanza el proceso.

Ahora falta ver si, con todas estas piezas moviéndose en el tablero, Kim Jong-Un batirá el último de los récords: conseguir que se empiecen a levantar las sanciones internacionales sobre su país.