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¿Salvar el proyecto o conservar el poder?

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Agencia Uno / PAUTA
POR Andres Sepúlveda |

El Gobierno empieza a darse cuenta de que ha hipotecado seis meses de su proyecto de transformaciones al resultado del plebiscito.

El Gobierno de Gabriel Boric se ha puesto en la encrucijada clásica de quienes nacen a la política con el viento de cola de una situación revolucionaria o de un programa de máximos: salvar el proyecto o mantener el poder. Indefectiblemente, llega un momento en que las concesiones tácticas para alcanzar la presidencia empiezan a pasar factura. Además, la realidad juega con su propia dinámica, cuestión que los partidarios de las teorías de la conspiración desprecian o no son capaces de entender.

Giorgio Jackson lo puso negro sobre blanco en Tolerancia Cero: “Vamos a tener que trabajar desde el 5 de septiembre en cómo hacemos viable la mayor cantidad de nuestro programa de gobierno”. Por primera vez, el ministro de la Segpres admitió tácitamente que el Rechazo tiene mejores opciones que el Apruebo. Hasta ahora, Jackson y Vallejo habían sido los ministros más empeñados en unir la suerte del Gobierno (el poder) con el plebiscito que debe confirmar el borrador constitucional (el proyecto).

Para que nadie recordara la correlación casi perfecta que existe entre el aumento del Rechazo y las caídas de la popularidad del Presidente Boric, su fiel ministro Jackson repitió una estrategia típica de los procesos revolucionarios: señalar a los ‘traidores’ y ‘radicales’ del propio bando como paso previo a su sacrificio en la plaza pública. Lo hizo con elegancia: “Hay una muy mala evaluación de lo que ha sido el proceso, de los convencionales y de los episodios que han ocurrido”, dijo.

Ya está claro quiénes van a ser los responsables del Rechazo si éste se impone el 4 de septiembre: Rojas Vade, la Tía Pikachu, la Machi Linconao y su weichafe, el dinosaurio y el guitarrista. No van a ser Izkia Siches, ni Karamanos, ni la violencia delictiva, ni la terrorista.

Una situación parecida a esta dio origen a la famosa obra de Lenin ‘La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo’ de 1920 donde acusaba de desviados a una parte de los comunistas europeos precisamente por su radicalismo.

Como casi siempre, la realidad es el problema. Los hechos influyen acelerando o retardando los procesos. Los errores de casting en la formación del gabinete de ministros son parte de la realidad. Boric aceptó que su proyecto quedara condicionado al plebiscito del 4 de septiembre con la expectativa de que el resultado le permitiera hacer una relectura de las urnas y abjurar de las promesas de la segunda vuelta. Ahora, puede ser que el resultado no sea tan auspicioso y esta hipoteca se convierta en el fin del proyecto y el Gobierno haya tirado por la borda seis meses de su plan de transformaciones. 

Si triunfa el Rechazo, la potestad constituyente volverá al Congreso y al Presidente. Nuevamente otra gran oportunidad para la izquierda de conducir el proceso. Pero ese fracaso permitiría ver el proceso de sustitución de la Constitución de 1980 como una carrera de largo aliento y no como la explosiva prueba de salto largo que algunos convencionales han creído que era. Se le concederá así al borrador de la Convención la capacidad de perfeccionarse que a la de 1980 no se le concedió. En ese escenario, ¿qué es más interesante: salvar el proyecto o conservar el poder?

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