Actualidad

Experto prevé un clima de mayor violencia y polarización de cara al 26-A

Imagen principal
Agencia Uno
POR Maria Catalina |

El académico Javier Sajuria hace un paralelo con el Brexit. “No me extrañaría que el proceso constituyente pueda generar un clima de mayor violencia hacia los políticos”. 

Javier Sajuria, profesor asociado en la Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de Queen Mary, University of London, tiene una visión crítica de la violencia que se ha expresado en el país desde el estallido social. Y no solo en cuanto a quién la ejerce.

El académico ha estudiado cómo este fenómeno se ha dado en otros países, como Reino Unido y Alemania. Sobre la base de sus investigaciones, evidenció que, en términos de reportar violencia política, “Chile estaba en una posición bastante mejor que los otros países”. Sin embargo, todo cambió el 18 de octubre. Y la situación nacional se fue asemejando más a la que enfrentó Reino Unido cuando se realizó el referéndum por el Brexit, en un proceso que fue muy polarizante.

En entrevista con PAUTA, Sajuria sostiene que el caso británico muestra “para dónde va lo que estamos viendo nosotros”. Sobre todo cuando se avecina el plebiscito del 26 de abril y las fuerzas que están por las diferentes posturas ya han comenzado a desplegarse. 

-¿Vamos por ese camino de polarización? Ahí se evidenciaron situaciones extremas. Incluso, asesinaron a una parlamentaria…  

“Así es, y trataron de asesinar a otra. Hay una persona que está condenada a cadena perpetua por planificar asesinar a otra parlamentaria y durante mucho tiempo, parlamentarios opositores al Brexit tuvieron que tener escolta policial 24/7”.  

“Ojalá no lleguemos a ese punto, pero en Reino Unido el Brexit fue un momento tan traumático, y el proceso posterior también, que generó esa violencia. Yo no quiero ser como pájaro de mal agüero, pero no me extrañaría que el proceso constituyente, por las mismas características de un proceso súper polarizante, y que más encima tiene una serie de etapas y va a durar casi dos años, pueda generar un clima de mayor violencia hacia los políticos. Lo estamos viendo”. 

-Esa afirmación también ha servido en algunos casos para hacer lo que se ha denominado como “campaña del terror”. 

“Es un problema inevitable de los plebiscitos, porque en el fondo, obliga a la gente a tomar posturas polarizantes. Tú puedes estar a favor de una posición, puede que estés a favor del apruebo desde una posición más o menos moderada, pero puede haber otro que diga que hay que quemarlo todo. A la hora de expresar tu opción en el voto, ambas posturas valen lo mismo. A los ojos de la decisión, da lo mismo si lo haces por visiones moderadas o extremas. Entonces, como el voto es voluntario, se tienden a movilizar las posturas hacia los extremos”.  

-¿Sería un error, entonces, este plebiscito de entrada?

“Nunca estuve de acuerdo con un plebiscito de entrada. Es una innovación chilena, nunca se ha hecho. Los plebiscitos tienen estos riesgos. El Brexit fue un caso, Colombia es otro caso interesante para estudiar”. 

“Yo siento que la única razón por la que estamos haciendo un plebiscito es para convencer a una élite, particularmente de la derecha, de la necesidad de una nueva Constitución. La gente, desde el 2013 o 2014 consistentemente, sobre el 70% de la población, cree que hay que cambiar la Constitución”.  

-Pero la polarización que ha ido generando va en aumento.

“Hay gente que justifica la violencia como herramienta de acción política. Pero hoy es casi inevitable decir que sin la violencia no hubiésemos tenido el proceso constituyente y no estaríamos discutiendo estos temas. Y esto, más allá de si uno está o no de acuerdo con que hayan quemado. El gatillo fue la violencia. Las revoluciones sociales son violentas. No hay casos de revoluciones que no hayan sido violentas, incluso en la independencia de India”. 

“Es difícil decir que no hay cambios sin violencia. No lo estoy justificando, estoy haciendo una observación. La tendencia regular de las élites es de conservar y mantener el poder y, en general, cuando no son receptivas a lo que la sociedad está exigiendo, la respuesta de esta es violenta porque no le quedan más herramientas”. 

– La crisis impulsó este cambio, pero producto de la violencia que ha ejercido una minoría ¿considera que hay gente que ha dejado de pronunciarse? Hay quienes dicen que sí “por miedo”.

“Sí, esto genera que gente que podría ser un aporte gigantesco en la política, no lo van a hacer porque no están dispuestas a asumir el costo. En general, esas personas son mujeres, personas más introvertidas, quienes vienen de minorías étnicas o sexuales. En general, son personas que uno quiere incluir. Los más preparados para recibir la violencia son hombres, blancos, de élite, gente formada en espacios de ‘machos alfa’, o mujeres que replican esos patrones de conducta. Por eso, si uno quiere un espacio de deliberación representativo, tenemos que hacernos cargo de esto”. 

– ¿Cómo?

“Es complejo, porque estamos en una situación de orden público muy delicado y de recursos limitados. Claramente la protección de representantes no es una prioridad”. 

– La violencia ha afectado a todos los sectores, pero quizás con mayor fuerza a la derecha. Sedes de partidos quemadas, parlamentarios agredidos, entre otros. Y, por ejemplo, escuchamos a la senadora UDI Jacqueline van Rysselberghe que asegura que con las agresiones también se le restringe su libertad de expresión. ¿Cómo analizas esa lectura que ella hace?

“Yo tengo problemas con lo que ella ha planteado. ¿Por qué muchas cosas que dice la UDI la gente las rechaza y la gente los ataca? Porque dicen cosas que durante muchos años fueron aceptables, pero ya no lo son, porque son violentas. No se trata de que tú no puedas decir algo, se trata de asumir las consecuencias de lo que vas a decir. En el fondo, eso es una lógica de élite, porque los que han podido decir lo que quieren, sin temor a repercusiones, son privilegiados”. 

“Hoy lo que está pasando es que la gente está perdiendo el privilegio de poder decir lo que quiere. Eso no quiere decir que te quitan la libertad de expresión, tú lo puedes decir, pero hoy la libertad de expresión no es que yo pueda decir las cosas, pero hay una sanción social sobre lo que diga. Yo no soy partidario de las ‘funas’, hay un tema de grados, pero sí es importante entender y es una estrategia que en general han ocupado las derechas conservadoras en el mundo, de victimizarse en términos de libertad de expresión”.

– ¿Esa victimización que refiere es la que ha dado pie a que sean blanco de agresiones?

“En el caso alemán, los que más declaran ser víctimas de ataques son los políticos de la extrema derecha. Mi impresión es que es una estrategia política. No niego que ellos sufran ataques ni que es una mala idea que sufran ataques, pero sí creo que también lo ocupan políticamente. Hay una tendencia en la ultraderecha de ocupar la victimización como una herramienta política. Yo no me atrevo a decir que ellos lo buscan, quizás en términos de discurso sí”.

– Más allá de los efectos que esto tiene en la clase política, la violencia también repercute en la postura que va tomando la ciudadanía, quienes finalmente van a votar en el plebiscito, en este caso. Hay quienes incluso han puesto en duda que se pueda realizar. ¿Cómo se analiza esto?

“A nosotros se nos olvida de que por ley los locales electorales van a estar a cargo de Ejército. El tema del orden público es complejo. Aquí vamos a estar hablando de soldados que van a tener en sus manos los votos. Aquí hay un mandato constitucional, la elección tiene que ocurrir. Si no ocurre es una violación directa de la Constitución. Es un tema grave. No es un escenario donde el Gobierno tiene cierta libertad, como con la PSU. El plebiscito tiene que ser ese día y no hay otra fecha. En ese sentido, el Gobierno tiene que estar preparado para ver qué ocurre en términos de orden público”. 

– Eso también va a influir en cómo se van a llevar las candidaturas para la constituyente, en el caso que gane el sí. ¿Cómo observa esto en relación con las experiencias de otros países?

“Ojalá los candidatos puedan tener resguardo policial. Eso es ideal”.

– ¿Pero eso no podría ser una provocación?

“Por supuesto. Obvio que genera distancia, pero si la opción es que el candidato salga con dos carabineros o no salga, es complejo para los candidatos”. 

“Yo creo que uno de los grandes problemas que tenemos en este sentido es que la legislación chilena, en términos de campaña política, ha estado obsesionada -con buenas razones- con el tema del financiamiento. La regulación de campañas es básicamente dónde puedes poner carteles y dónde no, y quién pone la plata y cómo se gasta. Eso es. No hay regulación sobre el contenido de las campañas. Nos vamos a enfrentar a una campaña donde hay un montón de información falsa, mitos, campañas del terror para un lado o para otro, y eso va a alimentar el clima de violencia”. 

– ¿Cómo se podría avanzar en aquello?

“Yo creo que debe haber alguna regulación. Que se le dé alguna atribución al Servel y recursos para poder referirse ante el contenido de las campañas. Por ejemplo, sobre una campaña que está entregando información falsa, que sea sancionado. Que haya un costo para mentir”. 

– Y en cuanto a educación cívica, ¿hay algo que se pueda hacer?

“El primer paso es que el diálogo político sea un poco más razonable. Eso es responsabilidad de los actores políticos, de poder conversar en un tono menos confrontacional”. 

“En términos de la ciudadanía, creo que es importante concientizar que la violencia es una mala estrategia, porque aísla a los políticos de representantes. No quieren conversar con la gente. Si buscamos mayor representación y queremos que los políticos sean más receptivos, está bien presionarlos, pero la violencia es contraproducente. Hay mucha rabia, hay un tema emocional que no es tan fácil, pero yo lo plantearía en términos estratégicos. Si queremos una clase política receptiva, atacarla no es la forma”.